Cosecha de sangre
En Los hundidos y los salvados, Primo Levi, uno de los m¨¢s l¨²cidos supervivientes del Holocausto, dirig¨ªa una advertencia a las generaciones venideras. Resultaba err¨®neo creer que la aberrraci¨®n nacionalsocialista se hab¨ªa extinguido en 1945. "Sucedi¨®, y, por consiguiente, puede suceder de nuevo: esto es lo fundamental que tenemos que decir". Y tampoco existen sociedades vacunadas para evitar que se reproduzcan frente al orden democr¨¢tico, de respeto de los derechos humanos, la irracionalidad y el ejercicio de la violencia que patentaron los nazis. Todo problema puede ser resuelto mediante el di¨¢logo y los procediemientos democr¨¢ticos, de modo que quienes optan por la violencia est¨¢n creando un nuevo escenario en que s¨®lo cabe esperar m¨¢s violencia. Las ideolog¨ªas que predican objetivos inalcanzables salvo por medios violentos, como la Gran Alemania o el Pa¨ªs Vasco desde Bayona hasta el Ebro de Arzalluz, Egibar y Otegi, la Euskal Herria de ETA, en una palabra, dan forma a una l¨ªnea espiral de la que solamente pueden esperarse cat¨¢strofes, ya que para resolver tales "contenciosos" la v¨ªa democr¨¢tica no sirve por algo bien simple: los electores rechazan tales metas. Los firmantes del pacto de Lizarrra saben que sus objetivos, sin ETA detr¨¢s, son papel mojado. ?ste es el n¨²cleo del problema vasco en la actualidad. ETA vio que los partidos nacionalistas democr¨¢ticos firmantes de Lizarra titubeaban ante los resultados electorales desfavorables y opt¨® por un empleo desesperado del lenguaje de la muerte. No es nada nuevo en la historia, y Primo Levi nos lo recuerda: el nombre es lo de menos; la l¨®gica de exterminio del otro a quien no es posible imponerse por medios democr¨¢ticos constituye la esencia, tanto del nacionalsocialismo como de otros movimientos pol¨ªticos, ente los cuales cabe incluir a ETA y a su constelaci¨®n de organizaciones legales.De ah¨ª que no quepa, por desgracia, pensar en un compromiso pol¨ªtico razonable, salvo que a la rendici¨®n se le llame pacto. Conviene recordar que ETA rechaza de antemano que las instituciones democr¨¢ticas actuales puedan satisfacer las exigencias de lo que ella llama "el pueblo vasco", es decir, los vascos que respaldan su estrategia independentista e irredentista. Y mata a quienes opinan tal cosa (empresarios vascos). Ser¨ªa estupendo que lo que sugiere Margarita Robles, o lo que dibuja hasta el hast¨ªo M¨¢ximo fuera realizable, y que existiera la posibilidad de un debate con m¨¢ximos y m¨ªnimos, para reformar si es preciso la autonom¨ªa vasca, de acuerdo con los planteamientos formulados por la mayor¨ªa parlamentaria nacionalista. Pero es ETA, aqu¨ª con el respaldo del v¨¦rtice PNV y de EA, la que se sit¨²a en el todo o nada, exigiendo por encima de lo que opina, elecci¨®n tras elecci¨®n, la sociedad vasca que sea creado del Adur al Ebro un territorio independiente, unificado y euskald¨²n: de paz por presos, como se vio en la fugaz relaci¨®n con el Gobierno, ni hablar.
De ah¨ª que las voces m¨¢s agresivas de la equidistancia tengan que recurrir al falseamiento de la realidad para mantener el tipo. Es lo que sucede entre nosotros una y otra vez con Haro Tecglen, fiel al planteamiento de Casandra escapista que ya exhibiera hace veinte a?os al enjuiciar el fen¨®meno de las Brigadas Rojas en Italia. Entonces, las BR secuestraban y mataban a Aldo Moro, pero el blanco pol¨ªtico era el PCI por su r¨ªgido esp¨ªritu de resistencia contra los terroristas. Ahora, ETA asesina, luego es delincuente, y, una vez hecha esta imaginativa constataci¨®n, todo se reduce a martillear con fuerza sobre el t¨®pico de que la culpa es del Gobierno, y de Mayor Oreja en particular. Para sostener tal desviaci¨®n de responsabilidad, Haro se ve obligado a escribir que ETA rompi¨® la tregua porque ese Gobierno no le propuso contactos: ?es que se encuentra tan ocupado que ni lee el diario en que colabora? Y, por supuesto, la unanimidad debe existir en el tema ETA, en contra de lo que ¨¦l escribe, como la hubo en Timor o debi¨® haberla sobre el genocidio de Chechenia: unanimidad en la condena del terror, y en la formaci¨®n contra sus aspiraciones y m¨¦todos de una alianza al modo de los viejos frentes populares, por encima de otras diferencias pol¨ªticas. A continuaci¨®n podr¨¢n ser criticados cuanto se quiera Aznar y Mayor Oreja, pero siempre de acuerdo con una ponderaci¨®n que deje claro qui¨¦n es el responsable del crimen y qui¨¦n el que no consigue resolver suficientemente su esclarecimiento. De otro modo, estamos, y vergonzantemente, en el lugar de las pla?ideras c¨®mplices de EH. Apl¨ªquese la burla, o la triste constataci¨®n, a MVM, como hubiera escrito Samaniego.
Nos encontramos en tiempos tr¨¢gicos, en los cuales, siguiendo el consejo de Ortega, resulta imprescindible buscar la claridad en la visi¨®n. Y lo primero, de nuevo frente a quienes argumentan al estilo Haro, es tomar nota de una evidencia: la tregua de ETA no fue tal tregua, como la propia banda explic¨® para el plano pol¨ªtico, sino una reorganizaci¨®n, en el curso de la cual se repusieron comandos, fueron robados explosivos y los chicos de la informaci¨®n elaboraron los informes de los que surgen los muertos de cada d¨ªa. Basta comparar la situaci¨®n de la ETA rejuvenecida de hoy con la de 1998 para darse cuenta de cu¨¢les eran los respectivos estados de la cuesti¨®n, y del rendimiento que la organizaci¨®n terrorista ha sacado de ese descanso reparador. Aqu¨ª la demagogia se convierte en pura inconsecuencia si tenemos en cuenta que la preparaci¨®n de un crimen forma parte de ese mismo crimen. Y ser¨ªa preciso tomar en consideraci¨®n tambi¨¦n qu¨¦ hizo, si es que hizo algo, para impedir tal reorganizaci¨®n de ETA, el consejero de Interior del Gobierno vasco, un hombre que hace un a?o protestaba contra la detenci¨®n en Francia de una etarra, por otra parte cargada de informaci¨®n sobre futuros atentados. Todav¨ªa Balza no se ha disculpado y posiblemente no tiene por qu¨¦ hacerlo: cada uno, a lo suyo. Su conducta fue fiel a Lizarra y lo que sucede es estricta consecuencia de lo que ETA entiende por Lizarra. Otra cosa es lo que un observador exterior tenga derecho a pensar de semejante actitud.
?sta es una de las tragedias de la actual situaci¨®n: que los partidos nacionaistas democr¨¢ticos sigan, como en el chiste del baturro, pase lo que pase, encerrados con el juguete de Lizarra sin detenerse siquiera un momento a medir las consecuencias de su alianza blindada con los c¨®mplices de unos criminales, que por lo mismo son tan criminales como los terroristas. Ibarretxe y otros miembros del Gobierno vasco han condenado a ETA, pero ?qu¨¦ han dicho de EH y otros sat¨¦lites? ?No conocen a estas alturas el organigrama pol¨ªtico de ETA? Entre txakoli y funeral, ?todav¨ªa no se han dado cuenta de que EH/HB es una formaci¨®n pol¨ªtica de estricta obediencia a ETA y que, por lo tanto, seguir en Lizarra con EH supone compartir el objetivo pol¨ªtico de ETA? ?No alcanzan a percibir todav¨ªa que ETA carece de razones para replantearse su t¨¢ctica asesina si en medio de la sangre el PNV sigue en Lizarra? En el caso concreto de Ibarretxe, cuando habla de que el conflicto vasco tiene
160 a?os de antig¨¹edad (lo que, por otra parte, es prueba de ignorancia o de fe en el mito sabiniano) y ETA, dentro de aqu¨¦l, 40, ?desconoce que est¨¢ otorgando a ETA la justificaci¨®n para insistir en su reguero de muertes, hasta que se resuelva el imaginario contencioso montado en cart¨®n piedra por Sabino Arana hace un siglo?
Vista la docilidad del nacionalismo democr¨¢tico, as¨ª como su lealtad a toda prueba a Lizarra, ETA puede permitirse el lujo de golpear a personas cercanas al nacionalismo, como el presidente de Adegi. PNV y EA lo aguantan todo; para ellos, Aznar y Mayor son los malos de la pel¨ªcula. La desviaci¨®n de responsabilidad opera a pleno rendimiento. Y una vez puesta a prueba esta v¨¢lvula de seguridad, cuanto ocurra en el resto de Espa?a no le interesa a ETA, salvo para medir el efecto de desmoralizaci¨®n que busca con sus cr¨ªmenes, juiciosamente repartidos por la geograf¨ªa nacional. Mientras no cambien, el PNV en primer t¨¦rmino, la respuesta oficial y el coro de equidistantes, los etarras pueden seguir matando al por mayor sin coste pol¨ªtico alguno, ya que los asesinatos rebotan hacia terceros del mismo modo que lo hace la pelota al percutir sobre el front¨®n con una trayectoria que la lleva contra el p¨²blico.
De momento, en un plano estrictamente t¨¦cnico, ETA est¨¢ ganando la batalla que ha planteado a favor de su reorganizaci¨®n y constituye un error por parte del ministro Mayor Oreja no haber explicado la situaci¨®n al definirse ¨¦sta hace un mes. No son coletazos de una agon¨ªa; ETA se encuentra fuerte en t¨¦rminos de capacidad de acci¨®n y pol¨ªticos al mantenerse Lizarra. Lo que importa es que no gane una guerra donde est¨¢ en juego no la independencia de la Gran Euskal Herria, sino la vida democr¨¢tica en Euskadi. La ¨²ltima de las estupideces ser¨ªa pensar que los agentes de este ejercicio bien meditado de terror pol¨ªtico van a transformarse en honrados y tolerantes gestores de una democracia si alcanzan su meta y comparten el poder con personajes del tipo hoy imperante en la c¨²pula del PNV.
Por otra parte, ya es hora de que el Gobierno Aznar salga del c¨ªrculo de las imprescindibles condenas y olvide para siempre el lenguaje de las descalificaciones, que son cosa bien distinta de las cr¨ªticas. Es preciso abordar el tema con una amplitud de horizontes que hasta ahora han faltado por entero, tomando la iniciativa de una recomposici¨®n del tejido democr¨¢tico por medio de una convocatoria que se olvide del objetivo a corto plazo de reemplazar a Ibarretxe y tienda sinceramente la mano al PNV. Me atrevo a augurar que ¨¦ste la rechazar¨¢, poniendo su precio soberanista de siempre, pero entonces las responsabilidades pol¨ªticas quedar¨ªan definitivamente claras para quien quiera verlo. Y debe tambi¨¦n, sin bravatas, crear las condiciones para que el Estado de derecho no se convierta en un Estado de impunidad. La precisi¨®n a la hora de aplicar la ley no ha de seguir siendo incompatible con la utilizaci¨®n de unos m¨¦todos de lectura e interpretaci¨®n de textos y declaraciones sobre los que la ling¨¹¨ªstica tiene ya acumulado bastante bagaje cient¨ªfico. Cargar sobre "la clase pol¨ªtica" o sobre el PP -alcaldes de Berriozar y de Guecho- la responsabilidad de un atentado supone pura y simplemnte legitimar de modo indirecto, pero tambi¨¦n inequ¨ªvoco, la actuaci¨®n de ETA, am¨¦n de exculparla. Si Otegi juzga compa?eros suyos a unos etarras cargados de explosivos y ratifica la necesidad de proseguir la lucha, nos encontramos estrictamente ante un discurso terrorista, y como tal debe ser tratado. Parece que s¨®lo el juez Garz¨®n sabe leer entre nosostros determinadas cosas. En Espa?a, por iniciativa de Violeta Friedmann frente a Leon Degrelle, es delito poner en tela de juicio el Holocausto; parece absurdo que la asociaci¨®n expl¨ªcita con ETA no merezca igual tratamiento.
En suma, ante una crisis como la presente, resulta necesario insistir en la reflexi¨®n y en el rigor, evitando que impere el sentimiento de impotencia. Resulta peligroso olvidar la advertencia de Tocqueville: la democracia sirve antes para un gobierno apacible o para exigir del pueblo un esfuerzo vigoroso que para afrontar una prolongada tormenta.
Antonio Elorza es catedr¨¢tico de Pensamiento Pol¨ªtico de la Universidad Complutense.
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