Putin acapara
Despu¨¦s de a?os de desgobierno, Rusia est¨¢ en camino de ser controlada desde el Kremlin. Vlad¨ªmir Putin parece dispuesto a someter a cualquier persona o instituci¨®n que desaf¨ªe la autoridad que le confiri¨® su triunfo en las elecciones presidenciales y la popularidad que le ha dado la irresuelta guerra de Chechenia -recordada sangrientamente esta semana a los moscovitas-, pese a que en su momento prometi¨® liquidarla en una campa?a rel¨¢mpago. La cuesti¨®n es si la cascada de iniciativas presidenciales contribuye a democratizar al gigante euroasi¨¢tico o a lo contrario.En el transcurso de un par de meses, y con la ayuda de una Duma predispuesta, el l¨ªder ruso -un oscuro ex esp¨ªa que ahora hace un a?o fue designado por Yeltsin primer ministro y sucesor in pectore- ha sacado adelante una reforma fiscal te¨®ricamente prometedora, ha humillado a algunos de los magnates m¨¢s poderosos del pa¨ªs (m¨¢s como advertencia que liquidando efectivamente sus privilegios) y ha reducido a comparsas a los gobernadores regionales que controlaban la C¨¢mara alta y eran due?os en sus 89 territorios; el grueso de sus funciones las desempe?ar¨¢n siete proc¨®nsules designados por el Kremlin.
La ¨²ltima andanada de Putin -que mantiene una holgada confianza de sus conciudadanos seg¨²n los sondeos- ha ido contra los militares: ha echado a seis generales del m¨¢s alto rango que presionaban, junto con el ministro de Defensa, ?gor Sergu¨¦yev, para mantener la coheter¨ªa estrat¨¦gica como la cuarta pata de la capacidad ofensiva rusa, separada de los ej¨¦rcitos de tierra, mar y aire. El presidente debati¨® ayer con su Consejo de Seguridad unir esta fuerza con la aviaci¨®n y reducir el n¨²mero de misiles intercontinentales para dedicar un poco m¨¢s de dinero a modernizar las fuerzas convencionales.
Reformar Rusia es tarea para c¨ªclopes, y las medidas de Putin son por el momento tan oportunistas como discrecionales. El presidente proclama la necesidad de extender el imperio de la ley, pero ese principio sigue sin aplic¨¢rsele al Estado. Si uno de sus objetivos es la democratizaci¨®n del pa¨ªs, se echan de menos decisiones como la reforma del aparato judicial, ahora un instrumento pol¨ªtico, o la protecci¨®n de la libertad e independencia de los medios informativos. En terrenos tan inequ¨ªvocos, el Kremlin va en contradirecci¨®n. Se asiste, en cambio, a un claro fortalecimiento del servicio de seguridad, antiguo KGB, donde Putin ha hecho su carrera.
Rusia nunca ha sido una democracia y las verdaderas batallas pol¨ªticas se siguen librando entre bastidores. La experiencia se?ala que el deseo de reformas es inversamente proporcional a la acumulaci¨®n de poder. Por eso el l¨ªder ruso har¨ªa bien en resistirse a la tentaci¨®n de acaparar tanto y tan r¨¢pidamente.
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