Ni Capuletti ni Montescos
El s¨¢bado 22 de julio me sent¨¦ ante el televisor y escuch¨¦, como asistente virtual al 35? Congreso Federal del PSOE, los discursos de los candidatos. El de Rosa D¨ªez no era sino una promesa de lealtad a quien ganara y los de Matilde Fern¨¢ndez y Bono se movieron entre la pura melancol¨ªa y la infinita confianza en la Providencia, o sea, en esas coordenadas en las que siempre se han buscado o llorado los Para¨ªsos perdidos.Sin embargo, las palabras de Rodr¨ªguez Zapatero -de quien, debo confesarlo, ten¨ªa mis prejuicios- me interesaron. Me interesaron como ciudadano porque por primera vez, desde la p¨¦rdida del Gobierno en las elecciones de 1996, se hac¨ªa en el socialismo una reflexi¨®n sobre la importancia de ejercer de oposici¨®n e, incluso, sobre la posibilidad de influir a partir de ah¨ª en un cambio. La victoria vendr¨ªa despu¨¦s.
Terminaba la ilusi¨®n de creer que lo del PP era una pel¨ªcula y que, en cualquier momento, por arte de birlibirloque, se volver¨ªa a ocupar la Moncloa; el partido socialista dejaba de pensar en ganar caminando indefinidamente hacia un centro-derecha sin fronteras (d¨ªas despu¨¦s una agrupaci¨®n socialista no se hab¨ªa enterado a¨²n y premiaba a uno de los ganadores del Gran Hermano) y delimitaba las posiciones de una izquierda moderna y abierta, asumiendo cuestiones como el reconocimiento del cuarto supuesto del aborto, un pacto de progreso para el gran problema de la inmigraci¨®n, la defensa abierta de la estructuraci¨®n federal de Espa?a (la del PSOE de toda la vida) y la tarea de encaminar la globalizaci¨®n producida por la inform¨¢tica hacia el beneficio de todos y no s¨®lo del mercado...
Las medidas democratizadoras hab¨ªan sido ya premisas ejemplarizantes que, aunque forzadas por la existencia de cuatro candidatos, acabar¨¢n siendo las de todas las fuerzas pol¨ªticas; las de renovaci¨®n interna, una consecuencia l¨®gica que el nuevo secretario general pas¨® a cumplir inmediatamente con el sorpresivo pero coherente nombramiento de la nueva ejecutiva sin cuotas ni territoriales ni de familias.
Sin embargo ahora, cuando se trata de continuar ese proceso en las distintas organizaciones y, en concreto, en la de Andaluc¨ªa, tengo la impresi¨®n de que -como si nada hubiera sucedido en el Congreso federal- se est¨¢ usando la moviola y la cuesti¨®n vuelve a centrarse en las personas, o sea, en una renovaci¨®n que en Madrid s¨®lo fue consecuencia de otra, la de las ideas.
Esta opini¨®n se argumenta, con frecuencia, diciendo que en Andaluc¨ªa el partido socialista no es oposici¨®n sino la fuerza mayoritaria de un Ejecutivo de coalici¨®n que gobierna con tranquilidad. Con esta premisa que, reducida al absurdo, dar¨ªa como conclusi¨®n la necesidad de perder para iniciar cualquier innovaci¨®n, el cambio tranquilo de Zapatero podr¨ªa convertirse en zigzag lent¨ªsimo, resucitar, incluso, aquella indolencia proverbial que serv¨ªa de pretexto a Ortega y Gasset para teorizar sobre los andaluces.
Desde mi punto de vista, es innegable que en las dos ¨²ltimas d¨¦cadas Andaluc¨ªa ha cambiado sustancialmente y que la "marginaci¨®n" o el "atraso" hist¨®ricos han quedado, en efecto, en la Historia. El cambio se ha producido por el m¨¦todo, aparentemente simple pero eficaz, de ir adecuando la potencialidad a la demanda, es decir, adaptando Andaluc¨ªa a lo que, realmente, pod¨ªa ser y rellenando carencias seculares de centros docentes, de hospitales, de carreteras, de hoteles, de protecci¨®n al medio ambiente, de planes de ordenaci¨®n urbana...
Ha sido un proceso "nacionalista sin nacionalismo" que la derecha andaluza no hubiera llevado a cabo por falta de ganas y, sobre todo, de imaginaci¨®n, porque hace veinte a?os, a lo mejor, ni siquiera pensaba que hubiera que impulsar nada salvo aquello que dejara dinero a los impulsores. Ese papel vertebrador lo ha hecho la izquierda y, en particular, el enorme contingente de mujeres y hombres que el PSOE fue capaz de hacer girar en su entorno desde los primeros gobiernos auton¨®micos.
Pero ese proceso no es infinito, llega el momento en el que toda la labor de infraestructuras y equipamiento alcanza, en t¨¦rminos relativos claro est¨¢, su punto ¨®ptimo; aparece otra realidad cuando los enclaves rurales pasan a ser ciudades medias, la vieja agricultura se transforma, el turismo se consolida industrialmente, las universidades colocan a Andaluc¨ªa en el primer puesto de titulados superiores en Espa?a...
Comienza otra etapa -m¨¢s complicada- en la que la sociedad andaluza tendr¨¢ que decidir qu¨¦ rumbo tomar¨¢ el uso y aprovechamiento de todo eso, si se someter¨¢ a las reglas del mercado puro, o sea, a las del beneficio privado, o si prevalecer¨¢ el sentido de lo p¨²blico con beneficio social sin excluidos a priori.
Ante esta cuesti¨®n, lo mismo que es justo afirmar el dinamismo demostrado en la modernizaci¨®n (algo de lo que todav¨ªa no se ha dado cuenta Izquierda Unida, aunque s¨ª muchos de sus alcaldes) y valorar altamente su beneficio social, tambi¨¦n hay que decir que en la izquierda andaluza no se ha abordado con profundidad una reflexi¨®n sobre la nueva realidad de manera similar a como lo han hecho -quiz¨¢s porque aquel territorio estaba vertebrado desde mucho antes que ¨¦ste- los socialistas catalanes.
Esta tarea, te¨®rica y pr¨¢ctica a la vez, en la que tendr¨¢n que revisarse desde la Historia o la cultura hasta las aplicaciones t¨¦cnicas m¨¢s sofisticadas es, desde mi punto de vista, imprescindible. Si no se aborda o se aborda mal, lo har¨¢ la derecha ideol¨®gica y pol¨ªtica -lo est¨¢ haciendo ya- desde su punto de vista, esto es, pregonando que no hay progreso, bienestar y buena gesti¨®n si no se da prioridad a lo privado y que es imposible una Andaluc¨ªa que no est¨¦ dirigida desde el centro. La pol¨ªtica es, al fin y al cabo, percepci¨®n, y los ciudadanos se decidir¨¢n por aquella opci¨®n en la que perciban coherencia y posibilidades de futuro.
Puesto que en una sociedad con las necesidades primarias resueltas ser conservador es m¨¢s f¨¢cil y c¨®modo que ser progresista, la renovaci¨®n del socialismo tendr¨¢ que hacerse aqu¨ª con m¨¢s fuerza y m¨¢s esfuerzo, si cabe, que en otras latitudes: por un lado porque, aunque no se haya pregonado demasiado, Andaluc¨ªa es una comunidad aut¨®noma de rango hist¨®rico (?qu¨¦ significa aqu¨ª y desde aqu¨ª ir hacia esa estructura federal de Espa?a?) y, por otro, porque en un territorio m¨¢s poblado de d¨ªa en d¨ªa la transformaci¨®n cultural, social y t¨¦cnica no tiene vuelta atr¨¢s so peligro de un hundimiento general de lo conseguido.
No ser¨ªa nada malo, a mi entender, que se abriera un tranquilo pero ininterrumpido debate ni que aparecieran propuestas desde diversas posiciones. El hecho de que, desde hace bastante m¨¢s de 100 a?os, el partido socialista haya tenido siempre tendencias y, a la vez, siempre haya cumplido un papel de importancia en la Historia de Espa?a lo califican como uno de los elementos fundamentales para la incorporaci¨®n de este pa¨ªs al mundo democr¨¢tico y muestran, adem¨¢s, que esas corrientes han sido un ant¨ªdoto muy activo contra la fosilizaci¨®n
Pero ser¨ªa p¨¦simo que en ese debate s¨®lo estuvieran los de siempre y que esas posiciones distintas las abanderaran ¨²nicamente los viejos Capuletti y Montescos.
Antonio Zoido es escritor.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.