?ACABAR?N LOS ROBOTS CON LOS M?DICOS?
Uno de julio de 2030. Igual que todo el mundo que conoce, ?ngela Jefferson, de 36 a?os, se despierta con el insistente pitido de un modelo de "reloj despertador sanitario" 9000. "Hoy es lunes y son las seis de la ma?ana", dice el peque?o aparato. ?ngela mira fijamente su pantalla lisa y azul el tiempo suficiente como para que el microl¨¢ser integrado examine el fondo de su ojo. "Presi¨®n ocular, presi¨®n sangu¨ªnea y niveles de di¨®xido de carbono normales", informa el reloj despertador. "Pero est¨¢s deshidratada. Le dir¨¦ al frigor¨ªfico que te prepare un c¨®ctel electr¨®lito".?ngela se dirige hacia la cocina para recoger su bebida y luego va al cuarto de ba?o. Antes de que la cisterna acabe de vaciarse, los sensores instalados en el inodoro realizan un an¨¢lisis de orina y examinan el asiento. La informaci¨®n se env¨ªa autom¨¢ticamente a un sitio web seguro que contiene todo su historial cl¨ªnico. Si se detecta algo extra?o, como una gota de sangre o un ADN defectuoso, tanto ella como su m¨¦dico recibir¨¢n un mensaje de alerta sanitaria. Con esa misma muestra, si se pone enferma en un viaje, los m¨¦dicos pueden conseguir inmediatamente su historial, utilizando su tarjeta de identificaci¨®n m¨¦dica para acceder a ¨¦l. De vuelta en el cuarto de ba?o, ?ngela extiende sus manos bajo el aparato esterilizador. Despu¨¦s coge su cepillo de dientes protector, que detecta cualquier signo de enfermedad de las enc¨ªas, y mide la masa ¨®sea mientras ella se cepilla los dientes. A lo largo de toda su rutina matutina, un total de 85 sensores microsc¨®picos, situados en sitios tan dispares como su peine o su botiqu¨ªn m¨¦dico, controlar¨¢n su salud. La mayor¨ªa de los d¨ªas, ella ni siquiera se da cuenta de que est¨¢n ah¨ª.
Si los inodoros parlantes y los cepillos de dientes conectados le suenan m¨¢s a pesadilla de George Orwell que a sue?o hecho realidad, quiz¨¢ prefiera saltarse el resto del art¨ªculo. Pero, ?de verdad puede permitirse el lujo de no seguir leyendo?
Predecir el futuro es f¨¢cil. Hacerlo con exactitud es algo muy diferente. Pero las tendencias actuales apuntan a que los cambios m¨¢s dr¨¢sticos en la asistencia m¨¦dica de los pr¨®ximos 20 ¨® 30 a?os se deber¨¢n a una confianza cada vez mayor en la tecnolog¨ªa "inteligente". Los microprocesadores ser¨¢n m¨¢s r¨¢pidos, peque?os y baratos que nunca. El instrumental m¨¦dico y los sensores seguir¨¢n menguando. Uno que ya lo ha hecho es el antiguo trasto que se necesitaba para el tratamiento por radiaciones. Ahora, los aceleradores de electrones m¨®viles se pueden transportar para usarse en algunas operaciones de c¨¢ncer, y as¨ª reducir el n¨²mero de c¨¦lulas da?adas.
Estamos asistiendo a los primeros d¨ªas de una revoluci¨®n en la medicina. Internet ha hecho a?icos el monopolio de la informaci¨®n que tan celosamente guardaban los m¨¦dicos. Los especialistas est¨¢n empezando a pasar consulta a trav¨¦s de Internet. Algunos m¨¦dicos est¨¢n experimentando con programas inform¨¢ticos que controlan con cu¨¢nta frecuencia solicita un asm¨¢tico una nueva receta, y les avisan cuando el modelo indica que necesitan medicamentos m¨¢s fuertes para evitar un ataque de asma m¨¢s grave.
Todos estos chequeos automatizados ser¨ªan la f¨®rmula perfecta para llegar a un bloqueo de la informaci¨®n si los humanos intent¨¢ramos controlarlo todo. Pero lo m¨¢s probable es que dejemos el grueso de la recopilaci¨®n de datos y las tareas de procesamiento en manos de programas inform¨¢ticos cada vez m¨¢s sofisticados.
As¨ª las cosas, ?acabar¨¢n los robots sustituyendo a los m¨¦dicos? Seguramente, no. Los ordenadores que hoy d¨ªa pueden describir cualquiera de las enfermedades conocidas por el hombre no son capaces todav¨ªa de guiarse por el pasillo de un hospital. E incluso la inteligencia artificial tiene sus l¨ªmites. Lo m¨¢s probable es que todos ustedes prefieran que sea un m¨¦dico de carne y hueso -y no un ordenador- el que les diagnostique sus males, por lo menos durante una d¨¦cada o dos m¨¢s.
A pesar de ello, la tecnolog¨ªa inform¨¢tica puede mejorar de forma significativa la capacidad del m¨¦dico para tratar las enfermedades, y la mejor prueba de ello la tenemos en el quir¨®fano. Actualmente, los esc¨¢neres asistidos por ordenador se utilizan habitualmente para reproducir vistas detalladas de la anatom¨ªa humana en tres dimensiones. Dentro de poco, los ingenieros perfeccionar¨¢n las herramientas que permiten que los cirujanos simulen una operaci¨®n de forma realista, sintiendo incluso la resistencia de la piel contra el bistur¨ª met¨¢lico.
Pero la tecnolog¨ªa nunca ser¨¢ la salvaci¨®n. Los accidentes y las plagas no desaparecer¨¢n. La epidemia de sida est¨¢ tan arraigada en ?frica y en determinadas zonas de Asia que ensombrecer¨¢ gran parte del siglo XXI. Y los ¨²ltimos tratamientos contra el c¨¢ncer o el Alzheimer tampoco est¨¢n al alcance de todo el mundo.
No obstante, para millones de personas vivas hoy d¨ªa, la capacidad de poder controlar su salud m¨¢s de cerca y comenzar los tratamientos en la primera fase de la enfermedad significar¨¢ que muchos de ellos vivir¨¢n lo suficiente como para celebrar la llegada del siglo XXII.
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