Locuras de verano
Es la ¨²ltima locura del verano. Trepar por una gr¨²a oxidada abandonada para despu¨¦s lanzarse al mar desde una altura de 15 metros, el equivalente a un tercer piso. Quienes practican este arriesgado salto del ¨¢ngel son j¨®venes que acuden al viejo puerto cementero de Vallcarca, en el municipio de Sitges, en busca de emociones fuertes. El pasado 12 de agosto, un joven de 21 a?os muri¨® en este lugar, aunque siguen sin estar claras las causas del accidente. La v¨ªctima ten¨ªa 21 a?os y era vecino de Cornell¨¤ de Llobregat. El Ayuntamiento de Sitges ha informado de que el joven "salt¨® desde una gr¨²a al agua y choc¨® contra una roca". El portavoz de la empresa cementera Uniland, que explota el puerto, sostiene, en cambio, que el chico viajaba en una barca y que fue lanzado contra unas rocas por un golpe de mar.En cualquier caso, la gr¨²a est¨¢ en el puerto y cada d¨ªa, j¨®venes temerarios se lanzan al mar desde ella. El peque?o puerto de Vallcarca fue construido hace a?os para los barcos de transporte de cemento. Es una propiedad privada, pero al no haber vallas, decenas de ba?istas pasan por los espigones cada d¨ªa para acceder a las peque?as calas.
Entre los ba?istas hay jubilados que toman el sol, buceadores que buscan mejillones y muchachos que se lanzan al mar desde la vieja gr¨²a, seg¨²n ha podido comprobar este peri¨®dico. Los j¨®venes saltan con las zapatillas de deporte puestas. De esta manera, explican, los pies no les doler¨¢n al impactar contra el agua.
"Mientras est¨¢s en el aire, cayendo, se te hace un nudo tremendo en la garganta. Da m¨¢s miedo que una monta?a rusa. Al saltar debes tomar un gran impulso, porque si no ir¨ªas a parar al muelle, contra el cemento, pero luego debes juntar los brazos al cuerpo, para caer en el agua como si fueras una aguja. As¨ª no te haces da?o", explica uno de los chicos que participa en la aventura.
La cementera de Vallcarca advierte del riesgo de saltar desde la gr¨²a
El grupo de amigos que aprovecha la calurosa ma?ana para ba?arse en Vallcarca ha venido en motocicleta desde el Baix Llobregat. Se han tra¨ªdo bocadillos y un radiocasete, en el que suena m¨²sica m¨¢quina. Tienen entre 17 y 18 a?os. Algunos estudian bachillerato y otros ya trabajan. Algunos de ellos como alba?iles. No les falta el sentido del humor. Al ver llegar al puerto una peque?a barca de vela latina, gritan al marinero: "?Eeeeh! ?Chanquete ha muerto!".Ellos tambi¨¦n han o¨ªdo hablar del joven fallecido hace unos d¨ªas en este mismo sitio. Aun as¨ª, siguen saltando desde la gr¨²a. Creen que el chico de Cornell¨¤ pudo morir "porque no calcular¨ªa bien las distancias y se lanz¨® por el lado equivocado del espig¨®n, donde hay rocas".
Los muchachos parecen saber lo que hacen. Trepan por la vieja gr¨²a con agilidad. Una vez arriba observan con atenci¨®n hacia abajo. "Es una vista que impresiona", afirman. Se concentran. Respiran hondo y dan un gran salto. Todos gritan de emoci¨®n mientras caen. "Los segundos se te hacen eternos", dicen.
Al impactar contra el agua, sus cuerpos se llegan a sumergir un par de metros. En esta parte del muelle de carga, la profundidad supera los 10 metros para permitir el atraque de los barcos. Es arriesgado, s¨ª, reconocen, "pero es mejor que quedarse en casa, aburri¨¦ndose". Adem¨¢s, a?aden, el salto que hacen ellos "no es nada" comparado con el que vieron hace unas semanas en este mismo puerto. Un hombre con traje de buceo de neopreno, aseguran, salt¨® desde lo alto de los silos de cemento, a una altura de 30 metros.
Por la tarde, son una veintena los chicos que saltan desde la gr¨²a. Esta vez, un empleado de la cementera les advierte del peligro, pero ellos no le hacen caso. Siguen saltando.
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