Semana Santa y Feria, dos desconocidas
Si los sevillanos pudi¨¦ramos vernos como todav¨ªa nos ven muchos extranjeros, entrar¨ªamos en fase de esquizofrenia colectiva. Una mezcla de exotismo bail¨®n, fanatismo cat¨®lico y otras hierbas montaraces habr¨ªa entrado en grave conflicto con nuestra creencia de que esta ciudad es emblema de cultura, artes refinadas y sana alegr¨ªa popular. Bastante queda todav¨ªa de aquella ¨¦poca en que se nos situaba vagamente entre Gibraltar y Guinea.Mas poco a poco, y con la ayuda de la Expo 92 o el AVE, los viejos t¨®picos van cediendo paso a otros nuevos. As¨ª, la idea que tenemos de que por ah¨ª todo el mundo conoce y admira nuestras insuperables Semana Santa y Feria, el gazpacho, Don Juan Tenorio y Carmen La Cigarrera, o se rinden ante la cuna de Vel¨¢zquez, B¨¦cquer o Machado, sufrir¨ªa un serio menoscabo ante la evidencia de que en el grueso del batall¨®n de extranjer¨ªa casi nadie ha o¨ªdo hablar de semejantes maravillas. Tampoco est¨¢n dispuestos a la barrera del garlic -ajo-, ni las corridas de toros, por mucho que las adorne Merim¨¦e.
Si interrogamos a sevillanos que viven o han pasado alg¨²n tiempo en el extranjero, sacaremos en conclusi¨®n que los m¨¢s burdos prejuicios de la leyenda negra o de la leyenda rom¨¢ntica van cediendo ante nuevas ideas, como por un proceso de simplificaci¨®n y simpat¨ªa. Y mientras antes se limitaban a observar como entom¨®logos nuestras arriscadas costumbres, ahora empieza a quer¨¦rnoslas copiar.
Por ejemplo, lo que ellos llaman flamenco, que en realidad s¨®lo son rumbitas y sevillanas, es decir, flamenquito, el que muchas anglosajonas intentan aprender a trav¨¦s de la televisi¨®n en sus casas. Nos informan que en Tur¨ªn ya empiezan a verse los bares de tapas, y que muchos italianos que han estado entre nosotros a?oran esta costumbre tan sevillana, en especial si es jam¨®n pata negra. Tambi¨¦n alemanes e ingleses han empezado a descubrir las delicias de este manjar que, cortado a la sevillana, adem¨¢s de pata negra es puta madre. La siesta va calando en bastantes pa¨ªses europeos como una aut¨¦ntica filosof¨ªa de la vida. Pero la mayor admiraci¨®n se la llevan nuestra sociabilidad y alegr¨ªa natural contagiosa, principalmente si son nocturnas. O sea, lo que para nosotros es la terrible movida. Ya ven que paradoja. Si yo fuera alcalde de Sevilla, seguir¨ªa intentando ubicar la movida en un solo sitio y venderla como lugar tur¨ªstico, con tapas, flamenquito, siesta y cursillos de corte de jam¨®n patanegra-putamadre. Antes incluso que la Semana Santa o la Feria, que total ya no admiten m¨¢s gente, ni falta que hace.
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