Un ed¨¦n ex¨®tico con sus juegos de ni?os
No escog¨ª Sevilla. Pero cuando supe que me mudaba aqu¨ª, me llen¨¦ autom¨¢ticamente de alegr¨ªa: ?el Sur! A los ingleses nos encanta el rev¨¦s de lo nuestro. Y pens¨¦ en el calor, la est¨¦tica taurina o musical, el relax... todo lo cual se confirm¨® con creces. Nunca me imagin¨¦ huyendo as¨ª del sol, o cans¨¢ndome de escuchar a los j¨®venes con su flamenco en la plaza a la hora de la siesta. Todo tiene su mesura, y Sevilla es una ciudad exagerada, de rasgos fuertes y sint¨¦ticos, tanto que a veces una se siente atrapada en un hermoso dibujo inalterable.Dibujo que tampoco quisiera alterar, cuando por estas calles de c¨¢lidos colores toda faena cotidiana se transforma en paseo. La belleza arquitect¨®nica de Sevilla est¨¢ en el punto perfecto. No nos hace desmayarnos a cada rato con un s¨ªndrome de Florencia, pero nos regala ensue?os constantes... desde la calle. Los patios son extra?amente adustos, los interiores tenebrosos. Por eso nadie se queda en casa.
Y es cierto lo que dicen del buen trato. Algunos espa?oles norte?os advert¨ªan con ce?o fruncido que no hab¨ªa que fiarse de esa simpat¨ªa andaluza. Yo mantengo que s¨®lo se les pide confianza a los amigos; en los dem¨¢s busco la amabilidad, y aqu¨ª la tienen.
Lo que no me esperaba, a sabiendas de la gravedad de Lorca, Falla o Machado, era descubrir a un pueblo un¨¢nimemente volcado en juegos de disfraces y de mu?ecas.
?C¨®mo explicarme que personas adultas hagan cola para ver un bel¨¦n, o se apasionen comparando la estructura interna de dos v¨ªrgenes de palo; que profesionales serios abandonen todo para asarse durante una semana en el interior de casas en miniatura con mo?os, o que al programa A?oranzas llamen hombres curtidos -cuando se supone que las beatas son mujeres- con tono de empoll¨®n? Al cabo de dos a?os, yo tambi¨¦n tengo un juego: veo a cualquiera y pienso: parece normal... pero a lo mejor pertenece a una hermandad, como quien dijera a una especie diferente, de pulsiones insondables para el extranjero.
Sin embargo, disfruto de la diferencia mientras no me excluya, ni le moleste la m¨ªa. Es que Sevilla es sin duda tan diferente a todo y al tiempo tan f¨¢cil de vivir que, en un mundo de creciente uniformidad, resulta un est¨ªmulo. Est¨¢ tan inocentemente complacida consigo misma que apenas se percata de cuan aut¨¦nticamente ex¨®tica es, con su ambiente ed¨¦nico de pre-revoluci¨®n industrial. Ahora, conoci¨¦ndola un poco y abrazada a su tolerancia, excentricidad y dulzura de vivir, escojo Sevilla.
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