EL LE?N DE ANTONIO GAMONEDA
La memoria y la obra del poeta Antonio Gamoneda, Premio Nacional de poes¨ªa en 1988, tienen sus claves profundas en un largo viaje a trav¨¦s de su ciudad, Le¨®n. ?ste es un recorrido por una ciudad y un poeta, guiados ambos por el silencio.
El d¨ªa en Le¨®n es un asunto que se decanta claramente en el cielo. Puede amanecer con niebla o con nubes, pero hay una brocha invisible que trabaja sin descanso hasta que, hacia las tres o cuatro de la tarde, fija en el firmamento un azul perfecto y sedante. Es el momento en que todo, todo lo que cabe dentro del d¨ªa, queda como transfigurado. Uno se pregunta entonces si es esa luz o es el tiempo aposentado, o las dos cosas a la vez, lo que le confiere una belleza di¨¢fana y serena a la milenaria ciudad de Le¨®n.En algunos de sus libros, Antonio Gamoneda ha venido dejando avisos para caminantes: Si de la suave mano de la noche / llegas a este lugar, oh caminante, cuida tu coraz¨®n. Yo te lo aviso / porque el aire peligra de belleza.
Hab¨ªamos llegado de la mano acaso m¨¢s segura de la tarde, pero pronto nos dimos cuenta de que el peligro era mayor, pues el lugar donde m¨¢s acecha la belleza y el silencio puede dejarlo a uno aturdido, es esa inmensidad sagrada de la catedral a las seis de la tarde, cuando el viajero se interna en un bosque g¨®tico con sol propio que estalla en figuras multicolores. Luego, al anochecer, aquella euritmia de arbotantes, hastiales, botareles, ventanales, rosetones y pin¨¢culos se enciende por fuera en toda su plenitud, se eleva sobre la ciudad y se adue?a de la noche.
Vi¨¦ndola as¨ª, con su ingravidez y su palidez lunar, se hace evidente que la catedral es el gran espect¨¢culo arquitect¨®nico, est¨¦tico y espiritual que llena el espacio de Le¨®n y algo m¨¢s: su ¨¢mbito sagrado y su sombra g¨®tica ba?an el esp¨ªritu de todos los leoneses.
Muy cerca, pr¨¢cticamente a sus pies (en una prolongaci¨®n de la Fundaci¨®n Sierra-Pambley), vive Antonio Gamoneda, que se confiesa hechizado, y no s¨®lo en sus versos, por el mejor g¨®tico de Espa?a. Caminante inveterado de Le¨®n, puede decirse que la memoria y la obra del poeta, y aun su misma sensibilidad, tienen sus claves profundas en un largo viaje a trav¨¦s de la ciudad. Un viaje que es multiforme en el tiempo y que le ha ido dejando estratificaciones diversas en su edad: Yo soy la senda y el anciano, soy la ciudad y el viento.
El hombre, la senda y la ciudad empezaron a confundirse en el barrio del Crucero, al otro lado del puente medieval de San Marcos, cuando el poeta ten¨ªa entre cinco y siete a?os. Como su nombre lo indica, el Crucero era un encuentro de caminos, de viajeros y de destinos. As¨ª, el primer atisbo fue una experiencia desgarradora para el ni?o. Apretando el rostro contra las rejas del balc¨®n de su casa ve¨ªa pasar, durante la guerra civil, a los muchachos de Le¨®n y a los mineros de Asturias que eran conducidos en reatas a San Marcos, el hermoso edificio de fachada plateresca (hoy hotel de cinco estrellas) convertido en campo de concentraci¨®n y de tortura por la Legi¨®n C¨®ndor. Pronto aprender¨ªa el ni?o que, detr¨¢s de los hermosos frisos de inocentes personajes mitol¨®gicos, se escond¨ªa en realidad una larga tradici¨®n de ignominia: tambi¨¦n don Francisco de Quevedo y Villegas hab¨ªa estado prisionero all¨ª al final de su vida.
Por suerte, el r¨ªo Bernesga, que, junto al Tor¨ªo, conforma la vaguada donde se asienta Le¨®n, estaba ah¨ª como una invitaci¨®n y una reparaci¨®n. "Vamos a Le¨®n", dec¨ªa su madre desde el Oeste, la zona obrera y ferroviaria, en los l¨ªmites entre la ciudad y el campo. De su mano, el ni?o cruzaba el r¨ªo para asistir al espect¨¢culo de los mercados, de los escaparates, de los monumentos g¨®ticos y rom¨¢nicos y de la solemnidad religiosa. Con todo, el espect¨¢culo m¨¢s sedante y perdurable era contemplar las aguas y los ¨¢lamos del r¨ªo: los mismos que Ortega y Gasset admir¨® y describi¨® en alguno de sus libros. Hoy el Bernesga es un r¨ªo sin ¨¢lamos, encajonado entre bloques de cemento, con sendas para turistas, y los paseos adyacentes est¨¢n poblados de pl¨¢tanos enanos. Durante una de sus frecuentes caminatas, Gamoneda se detiene en la orilla, rememora lo que fue el r¨ªo, la salud de sus aguas y de sus choperas; vuelve la mirada hacia dentro y mueve las manos como quien busca algo en un armario. En realidad, est¨¢ palpando en su almario los ¨¢lamos de otro tiempo, sus v¨¦rtigos de su infancia, que asombraron tambi¨¦n los paseos de Papalaguinda y de la condesa de Sagasta.
Aunque s¨®lo quedan algunos ejemplares de chopos junto al Tor¨ªo, el poeta los ha invocado como parte esencial del alma leonesa: Le¨®n es esto: lentitud sagrada / con ¨¢lamos al borde del camino.
Ciertamente, al borde del camino que transita Gamoneda en su viaje permanente a Le¨®n est¨¢n todas las cosas y todos los hombres que se extinguieron (Am¨¦ todas las p¨¦rdidas. / A¨²n retumba el ruise?or en el jard¨ªn invisible): los soldados de Roma que levantaron el primer campamento hace dos mil a?os, los clientes de las termas romanas, los incontables peregrinos del Camino de Santiago, los caballeros medievales, los s¨²bditos de Ordo?o II, Guzm¨¢n el Bueno y su anecd¨®tico pu?al, los siglos y las generaciones que edificaron la catedral, la bas¨ªlica de San Isidoro y el convento de San Marcos, Gaud¨ª en su casa de Botines, los arquitectos modernistas, el tren de Matallana, las v¨ªctimas de la Legi¨®n C¨®ndor, la calle Particular, Jenar¨ªn, los viejos bohemios del barrio H¨²medo y los amantes perdidos del barrio Rom¨¢ntico, las noches de Sobarriba, las cuevas y los eremitas de la Candamia.
Sin embargo, el poeta no es el habitante egoc¨¦ntrico de un Aleph; ¨¦l sabe que caminar y viajar por Le¨®n es cruzar en el tiempo un palimpsesto de m¨²ltiples capas, donde algo esencial lo gu¨ªa: el silencio, esa presencia de lo ignorado u olvidado, de lo que no se nombra. Y es ese silencio lo que alimenta el milagro de sus versos, su vida compartida con Mar¨ªa Angeles, su memoria y hasta su mirada. Salgo al silencio / y penetro la vida de las cosas / y no s¨¦ si el centeno es la hermosura o es la sed la verdad.
Tal vez esa traves¨ªa del silencio se hace m¨¢s intensa en Gamoneda durante las tardes en que realiza sus largas caminatas por las lomas y los pinares de La Candamia, donde se deleita con la mejor vista panor¨¢mica de Le¨®n. Tal vez: al fin de cuentas, lo que tiene ante sus ojos son dos mil a?os de hombres y de mujeres, de sue?os y de derrotas, de vida y de muerte. Dos mil a?os de historia bajo ese azul perfecto que trabaja el d¨ªa.
Dasso Sald¨ªvar (San Juli¨¢n de Antioquia, Colombia, 1951) es autor de la biograf¨ªa del escritor Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez El viaje a la semilla (Alfaguara).
Conjunto monumental
Hito clave en el Camino de Santiago, Le¨®n despliega ante sus visitantes un conjunto monumental que se encuentra entre los mejores de Espa?a -la colegiata rom¨¢nica de San Isidoro, las espl¨¦ndidas vidrieras g¨®ticas de su catedral y la fachada plateresca de San Marcos- junto a rincones de gran sabor, como la plaza del Grano y las calles del barrio H¨²medo.Informaci¨®n: Oficina de Turismo (987 23 70 82).
Dormir.
Hostal de San Marcos (987 23 73 00). Plaza de San Marcos, 7; en un edificio renacentista que fue hospital de peregrinos y c¨¢rcel (en ¨¦l estuvo preso Quevedo por escribir unos versos sat¨ªricos); 23.000 pesetas la habitaci¨®n doble en temporada alta.
Alfonso V (987 22 09 00). Padre Isla, 1; interiores de dise?o en un edificio cl¨¢sico frente al palacio de Botines; 18.500 pesetas.
Hotel Par¨ªs (987 23 86 00). Calle Ancha, 18; peque?o hotel cerca de la catedral y del barrio H¨²medo; 10.700 pesetas.
Quind¨®s (987 23 62 00). Gran V¨ªa San Marcos, 38; cerca del Hostal de San Marcos; 10.900 pesetas.
Comer.
Adon¨ªas (987 20 67 68). Santa Nonia, 16; carnes a la brasa, cecinas y pescados; un cl¨¢sico de la ciudad; 5.000 pesetas. Bodega Regia (987 21 31 73). Regidores, 9; cecina de vaca, morcillo de a?ojo y congrio al ajoarriero; 3.000 pesetas.
Casa Pozo (987 22 30 39). Plaza de San Marcelo, 15; menestras, congrio y especialidades leonesas; unas 5.000 pesetas.
En los bares del barrio H¨²medo (La Bicha, en la plaza de las Tiendas, es uno de los m¨¢s emblem¨¢ticos) se puede comer a base de tapas y raciones.ISIDORO MERINO
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