Walesa, 20 a?os despu¨¦s de Gdansk
Hace 20 a?os, sentar en una misma mesa a la naciente oposici¨®n al r¨¦gimen y al poder comunista parec¨ªa un milagro. Hoy, reunir a los protagonistas de la firma de los hist¨®ricos acuerdos de Gdansk ser¨ªa imposible.A Lech Walesa, los sindicalistas Anna Walentynowicz y Andrzej Gwiazda, sus asesores Tadeusz Mazowiecki y Bronislaw Geremek, y los representantes del desaparecido comunismo, Mieczyslaw Jagielski y Tadeusz Fiszbach, les separan desavenencias pol¨ªticas insalvables y, en algunos casos, el odio personal o la muerte.
Las continuas luchas internas, las calumnias lanzadas por unos l¨ªderes contra otros, combinadas con el desastroso ejercicio del poder durante los ¨²ltimos tres a?os, han hecho que el sindicato Solidaridad -con un mill¨®n de afiliados (diez veces menos que en 1980)- y Walesa -con un 4% de apoyo como candidato a la presidencia- no sean m¨¢s que una triste sombra de lo que fueron en sus tiempos de gloria.
A lo largo de los ¨²ltimos meses, los conflictos entre quienes hace 20 a?os, codo con codo, se enfrentaron al poder, han dado lugar a un triste espect¨¢culo protagonizado por cuatro organismos pol¨ªticos independientes que no acaban de ponerse de acuerdo sobre qui¨¦n ser¨¢ invitado a las ceremonias del vig¨¦simo aniversario, ma?ana martes.
En la lista de invitados oficiales, redactada por la actual c¨²pula dirigente de Solidaridad, brilla por su ausencia el nombre de Adam Michnik, uno de los intelectuales que apoy¨® a los obreros en huelga en 1980 y uno de los l¨ªderes m¨¢s famosos de la antigua oposici¨®n al r¨¦gimen comunista.
Una inc¨®gnita es, asimismo, la participaci¨®n del propio Lech Walesa, que acusa al actual l¨ªder del sindicato, Marian Krzaklewski, de "haberse apropiado" indebidamente de las ceremonias. "No podemos imaginarnos su ausencia durante los actos", asegura el principal organizador de los mismas, Jerzy Langer, de Solidaridad.
No pueden brillar dos soles
Krzaklewski y Walesa han librado una guerra sin cuartel en la actual campa?a para las presidenciales, en la que ambos se presentan como candidatos. Parece que, salvo muy contados colaboradores a sueldo, ya no hay quien quiera a Lech Walesa. ?sta no es la primera guerra que libra Walesa contra sus antiguos amigos. Una de las primeras v¨ªctimas de la insaciable ansia de poder del l¨ªder de Solidaridad fue Anna Walentynowicz, la obrera de los astilleros de Gdansk cuyo despido, el 8 de agosto de 1980, fue la causa directa del estallido de la huelga. Ser¨ªa tambi¨¦n Walentynowicz quien impidi¨® poner fin a la huelga cuando, a los cuatro d¨ªas de protesta, las autoridades polacas hab¨ªan cumplido con las principales demandas de los obreros. Sobre su rivalidad con Walentynowicz en aquel momento, Walesa dijo en una ocasi¨®n: "No pueden brillar dos soles en un mismo cielo".Walentynowicz no tuvo que esperar demasiado para verse expulsada del sindicato por las cr¨ªticas lanzadas contra Walesa. La humilde operadora de gr¨²a vio terminada su carrera pol¨ªtica ya en la primavera de 1981. Todav¨ªa en 1989 intent¨® convocar una huelga en los astilleros, pero al mitin que organiz¨® acudieron s¨®lo un par de obreros. Durante las pasadas dos d¨¦cadas, el rodillo de Walesa no apison¨® s¨®lo a los radicales, como Walentynowicz y Andrzej Gwiazda, otro fervoroso anticomunista y organizador de la hist¨®rica huelga -hoy completamante apartado de la vida p¨²blica-. Llegada la hora de la libertad, en 1990, el entonces dirigente de Solidaridad, reforzado por el Premio Nobel de la Paz (otorgado en 1983), decidi¨® tomar las riendas del poder que, cre¨ªa, se le escapaban de las manos. Lanz¨® una feroz campa?a contra sus m¨¢s allegados asesores, intelectuales que hab¨ªa conocido durante los dif¨ªciles d¨ªas de la huelga de agosto.
En junio de 1990, Walesa decidi¨® luchar por la presidencia de Polonia y todos los que se opusieron a esta meta se convirtieron en sus enemigos de muerte. Fue el caso de Tadeusz Mazowiecki y Bronislaw Geremek, contrarios a la lucha radical contra los antiguos comunistas -anunciada por Walesa como su lema electoral-, y que pertenecen actualmente a la c¨²pula directiva de la liberal Uni¨®n de la Libertad.
Mazowiecki, algo fundido tras haber dirigido el primer Gobierno no comunista, ocupa una posici¨®n ya algo m¨¢s retirada, mientras que Geremek fue hasta el pasado mes de junio ministro de Asuntos Exteriores de Polonia. Y, nunca mejor dicho, s¨®lo de diplom¨¢ticas pueden calificarse las actuales relaciones entre Walesa y los dos intelectuales.
La victoria de Walesa en las presidenciales de 1990, entre otros sobre Mazowiecki, fue el principio del fin pol¨ªtico del l¨ªder obrero. Los radicales que le hab¨ªan apoyado durante la campa?a se dieron cuenta r¨¢pidamente de que su l¨ªder no pensaba cumplir con las promesas de acabar con el poder¨ªo econ¨®mico de los ex comunistas e iniciar la caza de los antiguos colaboradores de los servicios secretos comunistas, en el marco de la denominada verificaci¨®n de la clase pol¨ªtica. La ruptura definitiva con los radicales se produjo el 4 de junio de 1992. Walesa derrib¨® todo un Gobierno para impedir la publicaci¨®n de una lista de supuestos traidores, o sea, miembros de la antigua oposici¨®n, quienes -seg¨²n las actas de la polic¨ªa pol¨ªtica- hab¨ªan colaborado con el poder comunista. El motivo de la furia del entonces presidente era claro. Walesa aparec¨ªa como agente Bolek en la lista negra, divulgada por el entonces ministro del Interior, Antoni Macierewicz. Hace unos d¨ªas, un tribunal especial creado para verificar a los pol¨ªticos determin¨® que no hay pruebas contra el ex l¨ªder de Solidaridad y que, adem¨¢s, los documentos contra ¨¦l hab¨ªan sido falseados.
Un desayuno y una misa
Tras el 4 de junio de 1992, Walesa se qued¨® solo, rodeado de un grupo cada vez m¨¢s reducido de fieles seguidores y cada vez m¨¢s nutrido de arribistas y aduladores. Entre estos ¨²ltimos se encontraba incluso Tadeusz Fiszbach, uno de los principales miembros del partido comunista que, en 1980, hab¨ªan firmado con Walesa los Acuerdos. En 1993, Walesa envi¨® a Fiszbach, que hab¨ªa intentado en vano crear su propio partido socialdem¨®crata, como diplom¨¢tico a Noruega. Sucedi¨®, seg¨²n anunci¨® la prensa ese d¨ªa, tras "un desayuno y una misa com¨²n".Walesa nunca ocult¨® su simpat¨ªa por los comunistas con quienes negoci¨® en los astilleros. Cuando, en 1997, muri¨® Mieczyslaw Jagielski, el principal signatario del documento por parte de las autoridades, Walesa no dud¨® en elogiar su "capacidad de negociaci¨®n".
Estos d¨ªas, a poco m¨¢s de un mes de las presidenciales, Walesa espera que se repita el mismo milagro que hace cinco a?os le convirti¨® en el principal rival del actual presidente, el socialdem¨®crata Aleksander Kwasniewski. En 1995, Walesa -cuya popularidad estaba por los suelos- logr¨® efectivamente casi el 50% de los votos. Pero en el a?o 2000 ya nadie, salvo muy pocos nost¨¢lgicos de la antigua Solidaridad, est¨¢ dispuesto a votar al hist¨®rico l¨ªder, un hombre que supo destruir a amigos, enemigos y hasta su propia leyenda.
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