"CUANTO M?S MAYOR, M?S RADICAL", DICE JOS? SARAMAGO
Cada vez es m¨¢s reacio a hablar de literatura, prefiere hacerlo de la parte menos amable del mundo, que "es un desastre". "Si no lo hago estallo y no quiero estallar", dijo ayer en Santander el premio Nobel de Literatura 1998.
Por Jos¨¦ Saramago (Azinhaga, Portugal, 1922) acab¨® este s¨¢bado su ¨²ltima novela, La caverna, una de las obras que con mayor rapidez ha escrito, en unos ocho meses, si se la compara con los tres a?os que invirti¨® en Alzado del suelo, la que m¨¢s le ha costado. Ayer, el Nobel de Literatura 1998, que dirige un taller literario en la Universidad Men¨¦ndez Pelayo (UIMP) de Santander, no quiso extenderse en contar de qu¨¦ va, a pesar de las preguntas ("si hablo de ella nadie me comprar¨¢ el libro", argument¨® sonriendo). Pero algo se sabe: se inspira en la caverna de Plat¨®n, aunque no es exactamente una recreaci¨®n del mito. Lo que le interesa de la caverna es ponerla en relaci¨®n con el mundo actual. Porque "nunca como hoy se ha confundido m¨¢s la realidad con las sombras que vemos".
Aparecer¨¢ en noviembre en Portugal, pero desconoce la fecha en la que su editorial (Alfaguara) la publicar¨¢ en Espa?a. Sospecha que ser¨¢ el a?o que viene. ?l, por si acaso, le dio una idea: "Me gustar¨ªa que fuera el ¨²ltimo d¨ªa, del ¨²ltimo mes, del ¨²ltimo a?o del ¨²ltimo siglo del milenio", es decir, el 31 de diciembre de 2000. Saramago explic¨® el porqu¨¦: "Esta novela cierra un ciclo que se inici¨® con Ensayo sobre la ceguera (1995) y Todos los nombres (1997). El conjunto de las tres novelas lo llamo la trilog¨ªa involuntaria porque no lo busqu¨¦, pero ha resultado que esta ¨²ltima es un complemento a las anteriores sobre la visi¨®n que tengo del mundo".
Preguntarle c¨®mo es ese mundo es un ejercicio de optimismo. Es profundamente pesimista, cada vez m¨¢s: "Cuanto m¨¢s mayor, m¨¢s radical". "?Que c¨®mo es la percepci¨®n que tengo del mundo? La peor percepci¨®n que cada uno de ustedes tenga del mundo siempre ser¨¢ mejor que la m¨ªa", dijo. "El mundo es un desastre". As¨ª de tajante. Pero recurri¨® a la iron¨ªa para romper un tono que pod¨ªa parecer casi dram¨¢tico: "Claro, que para Villalonga , el mundo no va tan mal".
Luego habl¨® de las ONG ("la conciencia pacificada de la sociedad"), de los derechos humanos y de la globalizaci¨®n... Para Saramago, globalizaci¨®n y derechos humanos son incompatibles. O se elige una cosa u otra. "Y si no tenemos cuidado el rat¨®n de la globalizaci¨®n devorar¨¢ al de los derechos humanos. No quiero decir que haya una conspiraci¨®n. Hemos progresado desde el origen del hombre, pero no hemos llegado a saber c¨®mo se relaciona un ser humano con otro, y ah¨ª est¨¢n la xenofobia y el racismo".
Le lleg¨® al alma una pregunta que le hicieron ayer durante su breve comparecencia ante la prensa. Qu¨¦ pensaba sobre el compromiso del escritor. "Deber¨ªamos acabar para siempre con ese concepto del compromiso social del escritor. El compromiso es del ciudadano. Todos tenemos compromisos. ?y por qu¨¦ siempre se le pregunta a los escritores? Una sociedad acomodada, como la nuestra, preocupada por el coche y la segunda vivienda, el v¨ªdeo... todo espect¨¢culo, como el Gran Hermano, que no quiere problemas. ?Esta sociedad puede generar escritores comprometidos?".
Saramago, que es un asiduo a los talleres literarios de verano en el Palacio de la Magdalena, record¨® el Mayo franc¨¦s del 68, cuando multitudes de dieciochoa?eros ped¨ªan que el mundo cambiara; j¨®venes que ahora est¨¢n en la cincuentena y sobre los que volvi¨® a interrogarse: "?Qu¨¦ es lo que hacen ahora? ?Est¨¢n contentos en este mundo?". Dej¨® claro que cada vez le interesa menos hablar de literatura ("la literatura est¨¢ en los libros, el que quiera saber algo, que los lea"). Prefiere hablar del lado menos amable del mundo. "Y si no lo hago estallo y no quiero estallar".
Una terapia completa
El Nobel tiene con sus lectores una relaci¨®n especial. El escritor, afincado en Lanzarote desde 1993, no s¨®lo lee sus cartas, tambi¨¦n las contesta, incluso a veces le inspiran otros textos. Y sobre todo habla con ellos. ?l dice que es una relaci¨®n que va m¨¢s all¨¢ de la obvia entre autor y lector. "Creo que mis lectores me quieren". Y lo parece, a la vista del ¨¦xito de su taller literario. Curiosamente, se produce, adem¨¢s, una coincidencia entre ellos y un autor cada vez m¨¢s reacio a hablar de literatura ("hoy les he hablado de otras cosas y espero seguir as¨ª hasta el viernes"). La mayor¨ªa de sus alumnos no han ido a buscar al escritor, sino al hombre reflexivo. "S¨ª que le he le¨ªdo, pero a m¨ª me atrae m¨¢s su personalidad, su enorme cultura y c¨®mo habla de cualquier tema provoc¨¢ndote el inter¨¦s", dice Virginia, una contable de 50 a?os, que en mayo ya se apunt¨® al taller. Y no s¨®lo eso. Arrastr¨® a cuatro amigas, como a Virginia, que es fil¨®loga y que de vez en cuando emprende unos pinitos literarios que casi nunca remata. "No busco que Saramago me ense?e a escribir. Que va. Eso te sale o no te sale, a m¨ª me gusta Saramago". Y el escritor les habl¨® ayer de lo divino y lo humano. Entre otras cosas, de la presi¨®n que ejerce una sociedad tan competitiva como ¨¦sta hacia los j¨®venes, "a los que les chupa la sangre, para luego sustituirlos enseguida por otros j¨®venes". "?Ves?", apunta Virginia, "no s¨®lo es escritor, es como una terapia".
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