Insomnio y control
?Por qu¨¦ los insomnios nunca sirven para nada bueno? Mi ¨²ltima noche en blanco pod¨ªa haberme resultado ¨²til para inventar la toalla secapelos con c¨¢nulas laterales para meter las patillas de las gafas, y as¨ª librar a la humanidad, miope pero limpia, del azote que supone tener que salir de la ducha con s¨®lo dos opciones por delante: a) con el pelo envuelto en el primoroso pa?o, pero sin ver un pijo; y b) salir viendo a la perfecci¨®n pero sin ese aire a lo artista de cine que a una le gusta lucir en la intimidad. Lamentablemente, mis insomnios son de ¨ªndole negativa, y en cuanto empec¨¦ a reflexionar sobre el invento me obsesion¨¦ con la idea de que no existen sin¨®nimos para la palabra toalla, aunque creo recordar que, de peque?a, en casa la llamaban tambi¨¦n rizo e incluso ruso, pero en los libros no est¨¢.Me dieron las tantas y a eso de las cuatro me encontraba tan desequilibrada como Nixon cuando bombarde¨® Camboya, que eso fue en el 70, y a su mujer le peg¨® en el 62, seg¨²n dicen, as¨ª que me pregunto para qu¨¦ le sirvi¨® tomar el regulador de car¨¢cter marca Dilantin, que espero que lo hayan retirado de las farmacias, porque lo ¨²nico que hace es que pases de minorista a mayorista, como si dij¨¦ramos, en el cap¨ªtulo tendencias agresivas.
De toalla a rizo y de rizo a ruso, ca¨ª en la peor de las cuentas: si arde la torre de comunicaciones de Mosc¨², ?por qu¨¦ no puede arder mi hotel, ya puestos? Porque estoy en un hotel, al que he venido huyendo de los abominables hombres de las obras que se dedican a la demolici¨®n del piso de debajo de mi casa. Estoy en un hotel, y en la s¨¦ptima planta, pens¨¦. Claro que hay mecanismos de seguridad, me consol¨¦. Seguro que en la torre de Mosc¨² tambi¨¦n los hab¨ªa, susurr¨® la asquerosa voz de mi paranoia nixoniana. S¨ª, pero ten en cuenta que lo que all¨ª pasa es todo culpa de Putin, que es gafe. Ah¨ª me entretuve un poco, haciendo deducciones: primero s¨®lo lo fue para los chechenos, pero ahora empieza a serlo para los propios suyos, que van de una cat¨¢strofe a otra. En cambio, Yeltsin s¨ª que ten¨ªa baraka; de lo contrario, con la de vodka que llevaba dentro, se hubiera convertido en una antorcha humana con eructar a cien metros de un samovar.
Seguro que en este hotel tambi¨¦n disponen de mecanismos de seguridad, quise tranquilizarme. Y, acto seguido, rec¨¦ para que no fueran digitales: un paisano de Algerri, en la Noguera catalana, instal¨® un sistema digital de riego e inutiliz¨® los mandos a distancia de la zona, el encendido electr¨®nico de los autom¨®viles aparcados cerca, y qui¨¦n sabe qu¨¦ m¨¢s. Es para tener insomnio, ?no les parece? Resignada a que mi hotel ardiera en cualquier momento, decid¨ª invertir la noche que me quedaba por delante pensando en cosas que me podr¨ªan resultar adecuadas en caso de que el incendio acabara por declararse. Primero, elegir qu¨¦ salvar¨¢s antes: ?ordenador o perrito? Perrito y disquetes, por supuesto, que pesan menos. Y segundo: ?qu¨¦ me pongo? No es lo mismo que se le declare un incendio a Elle MacPherson que a m¨ª, ella puede arrojarse en pelotas en brazos del bombero que trepa por la escalerilla sin miedo a ser rechazada; pero c¨®mo me lanzo yo en camiseta sobre el pobre hombre, lo m¨¢s probable ser¨¢ que retroceda y se precipite al vac¨ªo, de la impresi¨®n, y yo toda la vida insomne, por el remordimiento.
En un momento de la madrugada escuch¨¦ por la radio una voz que me devolvi¨® la fe y la confianza, incluso en m¨ª misma. Era el presidente del Gobierno, diciendo m¨¢s o menos que iba a poner a todos los ministros mirando a Portugal y que se iban a enterar del trabajo que les iba a caer de septiembre a diciembre. Si algo he aprendido en la vida es a callarme cuando habla Un Hombre. La fil¨ªpica me dej¨® plenamente despatarrada y consciente de que nada malo nos puede pasar ni al hotel ni a m¨ª mientras estemos en manos del Alt¨ªsimo.
En efecto, hemos despertado indemnes. Y hoy han vuelto los amigos, ha abierto mi bar predilecto del barrio, uno de los amigos me ha tra¨ªdo de Chicago la ¨²ltima biograf¨ªa de Burt Lancaster y, adem¨¢s, me ha llegado por correo transoce¨¢nico el DVD de C'eravamo tanto amati, un precioso filme de Ettore Scola que hace a?os que quiero volver a ver. No me digan que Aznar no lo tiene todo bajo control.
No me lo digan, que no quiero o¨ªrlo.Elle MacPherson
Puede arrojarse en pelotas en brazos del bombero
que trepa por la escalerilla sin miedo a ser rechazada
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