LO VIRTUAL Y LO REAL La droga de la ilusi¨®nISABEL USOBIAGA
Muchas veces o¨ªmos a las personas que est¨¢n pasando por un momento depresivo: "No encuentro el sentido a la vida". A lo que habr¨ªa que responder: ?es que lo tiene? ?es que hay que encontr¨¢rselo? O, por el contrario, ?no se tratar¨ªa m¨¢s bien de d¨¢rselo? Para cada uno de nosotros, la vida tiene el sentido que queramos darle, es un movimiento de dentro hacia fuera y en ning¨²n caso de fuera hacia adentro. No es el sentido de la vida el que se nos va a imponer, sino que somos nosotros quienes daremos a nuestra propia existencia el significado que queramos o le podamos dar.El antidepresivo m¨¢s natural para la persona es la ilusi¨®n. Por eso los seres humanos somos capaces de comprar todo aquello que nos vendan, siempre y cuando nos aporte un grano de ilusi¨®n. Nos ilusionan los cambios pol¨ªticos, nos ilusiona la paz, nos ilusiona algo tan banal como la llegada del verano, nos ilusiona la moda, nos ilusiona lo nuevo que uno va a encontrarse en un viaje. S¨ª, ilusiona todo aquello que abre la puerta a las fantas¨ªas, a los sue?os, y so?ar no cuesta dinero, como dice la frase popular.
Desde ah¨ª es donde podemos comprender el enganche al mundo virtual, ese mundo intermedio entre el real y el imaginario. Un mundo sin l¨ªmites, en el que pueden establecerse relaciones sin limitaci¨®n de espacio ni de tiempo. Un mundo en el que todo es posible, en el que no existen diferencias de sexos ni de generaciones, en el que cualquiera puede relacionarse con cualquiera sin verle, sin conocerle y sin llegarle ni siquiera nunca a conocer. La ¨²nica condici¨®n es escontrarse en un momento determinado junto a un teclado de ordenador conectado a Internet, poder conectarse desde el anonimato con aquel o aquella que uno imagina, dotarle del f¨ªsico, edad, condici¨®n social y cultural deseados. No existen l¨ªmites ni cortapisas. Quien est¨¢ al otro lado de la barrera virtual puede ser tanto un adolescente como un anciano, un ser bello o monstruoso. Todo es posible. Todo depende de la fantas¨ªa o de la necesidad del que se conecta buscando una ilusi¨®n.
Y la ilusi¨®n del mundo virtual es una una ilusi¨®n que tiene en s¨ª el aliciente de permitir escaparse de la soledad y de la realidad cotidiana hacia esa otra realidad en la que todo es posible, donde cada uno es capaz de vivir lo que imagina con la apariencia de que es real.
El problema es que tras la idealizaci¨®n viene la desidealizaci¨®n, la decepci¨®n, la desilusi¨®n. Todo aquello que se ha imaginado, las caracter¨ªsticas y cualidades de las que se ha dotado a la persona o personas idealizadas desaparecen en cuanto ¨¦stas no cumplen con las expectativas que se depositan en ellas. A mayores expectativas, mayores decepciones. ?Qu¨¦ puede ocurrir cuando las expectativas son ilimitadas? Porque tambi¨¦n ese mundo virtual aparentemente sin l¨ªmites los tiene, y tarde o temprano van a aparecer.
El mundo virtual lo ofrece todo, siempre y cuando no se intente salir de ¨¦l, porque si intentamos traspasar la barrera de lo virtual, las limitaciones del mundo real, las cortapisas ligadas a la diferencia de sexos y de generaciones van a aparecer con toda su crudeza; tarde o temprano, el individuo necesita ver, tocar, oler a su interlocutor, por lo que forzosamente ha de desear encontrarse con ¨¦l en el mundo real.
La decepci¨®n ante tales espectativas forzosamente ha de ser la depresi¨®n. Y el sentimiento de que la vida no tiene sentido, al que antes hice referencia, reaparece. Es la p¨¦rdida de la ilusi¨®n la que hace que el individuo vea la vida sin alicientes, se enfrente a la vida con la insoportable carga de la depresi¨®n sobre sus hombros.
Si algo es necesario para vivir, es el mundo de la imaginaci¨®n, de la fantas¨ªa. La ilusi¨®n es necesaria para subsistir, para imaginar los logros que uno desea conseguir en la vida y que son capaces de darle un sentido, pero siendo conscientes de que es algo que sale desde dentro del individuo para depositarse en distintas actividades, personas o cosas, pero que nunca ser¨¢ algo que nos dar¨¢ nada ni nadie desde afuera, por maravilloso que sea. La ilusi¨®n no puede recibirse, est¨¢ en cada persona, y solamente la persona puede en alg¨²n momento despertarse.
Mediante la ilusi¨®n, la calabaza de cenicienta se convierte en carroza y los ratones en lacayos. Es la chispa que convierte la vida en interesante, que nos hace enfrentar el d¨ªa a d¨ªa con optimismo, es el aliciente que nos hace levantar de la cama cada ma?ana para emprender el quehacer cotidiano. En determinados momentos, todos necesitamos de ese grano de locura que nos hace capaces de ver una carroza ah¨ª donde solamente existe una calabaza.
Isabel Usobiaga es m¨¦dico y psicoanalista.
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