La vuelta del nazismo
Este verano, en los medios alemanes ha primado un tema cada vez m¨¢s preocupante: el aumento de la violencia proveniente de una derecha radical que no disimula su fascinaci¨®n por el nazismo. El fen¨®meno no es exclusivo de Alemania, pero all¨ª el pasado lo convierte en especialmente insoportable. Hasta hace poco, el fantasma del nazismo nos parec¨ªa a muchos, m¨¢s que una amenaza real, la comprensible obsesi¨®n de los pa¨ªses vecinos, que siguen con especial atenci¨®n los devaneos de la derecha neonazi. Optimismo que se sustenta en la consideraci¨®n de que si el nazismo triunf¨® en los treinta, ello fue debido a que la clase empresarial lo apoy¨® como ant¨ªdoto a una revoluci¨®n social. Hoy, no s¨®lo no se percibe el menor peligro a la izquierda, es que la ¨²nica que cuestiona los intereses fundamentales del orden social establecido es la derecha radical. Cada desm¨¢n del racismo influye negativamente en la imagen de una Alemania que, como pa¨ªs exportador, depende de la que se difunda fuera de sus fronteras. Adem¨¢s, sin mano de obra extranjera ni siquiera podr¨ªa mantenerse el actual nivel de producci¨®n. El racismo xen¨®fobo ataca de tal modo la l¨ªnea de flotaci¨®n de la econom¨ªa alemana que hay buenas razones para creer que la violencia racista se mantendr¨¢ bajo control. Ahora bien, medio siglo de convivencia con el fen¨®meno proporciona una confianza que podr¨ªa resultar enga?osa. Una crisis social de cierta envergadura podr¨ªa cambiar el panorama en poco tiempo. Se entiende que este verano Gobierno y oposici¨®n lo hayan dedicado a debatir la pol¨ªtica para frenar el crecimiento de la violencia neonazi.En la antigua Rep¨²blica Federal ha sido constante la presencia -sin descender del 4% del electorado ni sobrepasar rara vez el 10%- de una derecha nacionalista, incapaz de asimilar la derrota, m¨¢s o menos simpatizante del nazismo. Lo nuevo, y hasta cierto punto sorprendente, es que los nuevos Estados, precisamente aquellas zonas de Alemania en las que se practic¨® una pol¨ªtica de desnazificaci¨®n m¨¢s contundente, se muestran hoy el terreno mejor abonado para la expansi¨®n del neonazismo. Diez a?os despu¨¦s de la unificaci¨®n, la violencia nazi est¨¢ expandi¨¦ndose entre los j¨®venes de la Alemania Oriental. ?C¨®mo se explica que deslumbre a una juventud educada en un socialismo que consideraba al nazismo su enemigo principal y que no se cans¨® de denunciar a la Alemania Occidental como el ¨²ltimo reducto de la vieja sociedad capitalista que hab¨ªa apoyado al nazismo con el mayor entusiasmo? Que el nazismo fue la expresi¨®n ¨²ltima de un capitalismo ag¨®nico era dogma incuestionable en la antigua RDA.
Ahora tenemos que enfrentarnos al hecho de que resurja entre los rescoldos que ha dejado una sociedad socialista. Cierto que es un fen¨®meno harto complejo en el que convergen multitud de causas: desde la simpat¨ªa que provocan las ideolog¨ªas que se combaten oficialmente -en la Espa?a de Franco, el comunismo; en la Alemania Oriental, el fascismo- hasta la educaci¨®n autoritaria que, en vez de apelar a la responsabilidad individual, lleva a glorificar al Estado como protector universal. Despu¨¦s de 40 a?os de comunismo, la ilusi¨®n de los d¨¦biles de ser acogidos en una comunidad que los mantenga resucita hoy en un socialismo nacional, que se supone ampara a los propios y discrimina a los extra?os. El renacer del nacionalismo, al desplomarse las sociedades comunistas, ha puesto de manifiesto que es mayor el arraigo de la naci¨®n que el de la clase social. Si en el pasado la izquierda aproxim¨® el nazismo al capitalismo y la derecha al bolchevismo, hoy se recalcan m¨¢s bien las coincidencias entre los dos sistemas totalitarios que invent¨® el siglo XX. Con todo, nada m¨¢s peligroso que explicar el resurgir del nazismo como una secuela m¨¢s de los 40 a?os de dictadura comunista, olvidando que el paro juvenil, y sobre todo la falta de un horizonte atractivo para una buena parte de la juventud germano-oriental, explica el fen¨®meno de manera bastante satisfactoria. No parece lo m¨¢s atinado mirar s¨®lo al pasado para descubrir las causas, ni contentarse con prohibir al NPD, empujando a la juventud ultraderechista a la clandestinidad.
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