Una reuni¨®n de trabajo, no una celebraci¨®n
La cumbre que se lleva a cabo esta semana en Naciones Unidas es el mayor encuentro de dirigentes nacionales que el mundo haya visto jam¨¢s. Y su orden del d¨ªa -trazar el rumbo de la humanidad al comienzo de un nuevo milenio- es claramente ambicioso.Propuse esta reuni¨®n en 1997, cuando fui nombrado secretario general de la ONU y expuse mis planes de reforma. Yo pensaba que el a?o del milenio, con su fuerte simbolismo, ser¨ªa el momento m¨¢s adecuado para que los l¨ªderes mundiales se reunieran para hacer una valoraci¨®n.
Muchas de las cosas que han sucedido en los ¨²ltimos tres a?os han confirmado mi impresi¨®n de que est¨¢ cambiando algo m¨¢s que el calendario.
La crisis financiera de Asia nos mostr¨® que los efectos del cambio econ¨®mico en cualquier parte del mundo se perciben ahora en todas partes, pero no de una forma homog¨¦nea ni equitativa.
Las protestas por la cumbre de la Organizaci¨®n Mundial del Comercio, que se celebr¨® en Seattle el pasado noviembre, nos demostraron que hay mucha gente descontenta con la mundializaci¨®n o, por lo menos, con la forma en que se est¨¢ llevando a cabo. Esas personas piensan que se presta demasiada atenci¨®n a los intereses comerciales y no la suficiente a los sociales, culturales o de medio ambiente.
Y ha habido algunos sucesos (como los acontecimientos de Kosovo y la detenci¨®n del general Pinochet) que han demostrado que la forma en que un Estado trata a su gente ya no se considera un asunto puramente interno.
Todo esto me confirma que en realidad estamos viviendo una nueva era. La mundializaci¨®n es una realidad. Es muy beneficiosa para algunos y es potencialmente beneficiosa para todos, pero s¨®lo si los Estados trabajan conjuntamente para que estos beneficios lleguen a todo su pueblo.
Sin este esfuerzo mancomunado, miles de millones de personas quedar¨¢n abandonadas en la pobreza y la desnutrici¨®n, e incluso aquellos que han empezado a mejorar estar¨¢n a merced de cualquier cambio econ¨®mico s¨²bito.
Afrontamos desaf¨ªos mundiales que nos obligan a trabajar juntos, y si esto es cierto en la esfera econ¨®mica, lo es a¨²n m¨¢s ante el desaf¨ªo que representan las matanzas y la guerra. El instinto de solidaridad humana -que impulsa a algunos Estados a acudir en ayuda de los ciudadanos de los otros o a presentar cargos contra sus antiguos dictadores- es digno de alabanza. Pero cuando estas acciones las aplican uno o unos pocos Estados en nombre de su propia autoridad, traen consigo el riesgo de la anarqu¨ªa mundial.
El mundo ser¨¢ un lugar m¨¢s seguro y m¨¢s justo s¨®lo cuando exista un Tribunal Penal Internacional que juzgue a los genocidas que los tribunales nacionales no pueden o no quieren juzgar, y cuando la gente de todo el mundo pueda confiar en que, si est¨¢n amenazados de destrucci¨®n masiva, la ONU entrar¨¢ en acci¨®n. (No siempre una acci¨®n militar -¨¦sta ser¨ªa un ¨²ltimo recurso, para casos extremos-, sino una acci¨®n preventiva eficaz, mediante la diplomacia, el asesoramiento y, cuando sea necesario, la ayuda o la presi¨®n econ¨®micas).
Es todav¨ªa m¨¢s evidente que tenemos que trabajar juntos para preservar los recursos naturales de los que depende toda la poblaci¨®n de la Tierra. Seremos culpables de irresponsabilidad ante los ojos de nuestros nietos si les dejamos un planeta que sea en gran parte inhabitable o incapaz de sustentar la vida humana.
?Estoy sugiriendo que todos estos problemas los pueden resolver en tres d¨ªas 150 presidentes y primeros ministros mediante discursos? Desde luego que no. De hecho, ninguno de estos problemas pueden ser resueltos s¨®lo por los Gobiernos. Los Estados necesitar¨¢n de la ayuda de otros "actores", como las empresas y las agrupaciones de ciudadanos, cuyo papel en el sistema internacional est¨¢ creciendo en importancia.
Pero la acci¨®n global tiene que empezar en alg¨²n sitio, y si no es en Naciones Unidas, ?d¨®nde?
Ya estamos creando nuevas relaciones con las empresas, con las asociaciones filantr¨®picas y con los grupos sin ¨¢nimo de lucro en una amplia gama de proyectos, como llevar informaci¨®n m¨¦dica a los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo por medio de Internet; proporcionar equipos de comunicaciones y ayuda t¨¦cnica para su uso en casos de emergencias; aumentar las campa?as de vacunaci¨®n entre todos los ni?os del mundo, y m¨¢s.
Y durante los ¨²ltimos diez d¨ªas, en la preparaci¨®n de la cumbre, hemos tra¨ªdo a una extraordinaria variedad de grupos a la sede de la ONU: organizaciones civiles, presidentes de los Parlamentos mundiales y, por primera vez, l¨ªderes religiosos y espirituales.
La ONU es el foro universal donde est¨¢n representados todos los pueblos del mundo. El simple hecho de que haya tantos l¨ªderes reunidos en Nueva York esta semana para estudiar "el papel de la ONU en el siglo XXI" demuestra que todav¨ªa la consideran, por lo menos potencialmente, el instrumento indispensable para tratar nuestros problemas comunes. Pero tienen que adaptarlo a las tareas que tienen entre manos. ?sta es una cumbre de trabajo, no una celebraci¨®n.
Los l¨ªderes har¨¢n una declaraci¨®n reafirmando nuestros principios comunes y se?alando metas para los pr¨®ximos 15 o 20 a?os.
Una declaraci¨®n en s¨ª misma tiene poco valor, lo s¨¦. Pero una declaraci¨®n que contenga firmes compromisos y metas precisas, aceptada solemnemente por los l¨ªderes de todas las naciones, puede ser de gran valor para los pueblos del mundo, como una vara para medir la actuaci¨®n de sus l¨ªderes.
Conf¨ªo en que no se considere como una mera declaraci¨®n de principios, sino como un plan de acci¨®n. Y espero que el mundo entero observe c¨®mo se lleva a cabo.Kofi Annan es secretario general de Naciones Unidas.
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