Los 'tories', m¨¢s cerca de Haider que de Bush
Pocas experiencias hay m¨¢s deprimentes que encontrarse con un antiguo conocido y descubrir que se ha echado a perder. Lleva el cuello de la camisa deshilachado. Est¨¢ claro que bebe demasiado. Aquellas fuertes pero rotundas opiniones que sol¨ªa expresar con tanta gracia durante la cena han degenerado en una tediosa perorata torpemente pronunciada.As¨ª me siento cuando leo el populista manifiesto preelectoral de los conservadores, titulado Believing in Britain . Sigue habiendo en ¨¦l muchas cosas buenas, pero en conjunto est¨¢ deformado por una visi¨®n casi ilusoria del lugar que ocupa el pa¨ªs en Europa y en el mundo.
En esta visi¨®n de los tories, estamos en el a?o 2000, pero de alg¨²n modo es como si estuvi¨¦semos en 1939. La supervivencia misma de Gran Breta?a como naci¨®n est¨¢ amenazada desde el otro lado del Canal de la Mancha por un monstruo llamado "Europa". "Una vez m¨¢s", entona nuestro viejo conocido en la secci¨®n de su manifiesto dedicada a Europa, "este pa¨ªs est¨¢ a la deriva". "Y", a?ade tomando un r¨¢pido trago de la botella, "puede que se est¨¦ deslizando hacia su propia destrucci¨®n". ?Qu¨¦? ?Destrucci¨®n! Ah, quiere decir: destruida por formar parte de Europa. ?Destruida como lo est¨¢n hoy Francia y Alemania? Pobrecitas.
El manifiesto proclama la confianza en nuestra naci¨®n; y revela una dolorosa falta de esa confianza. "Gran Breta?a puede ser una naci¨®n influyente y admirada", dice. ?Qu¨¦ quiere decir con puede ser? Gran Breta?a es un pa¨ªs influyente y admirado, excepto cuando produce documentos como ¨¦ste.
Como era predecible, saca a relucir ese antiguo testaferro que es el "superestado federal europeo", para el cual la ¨²nica alternativa -seg¨²n se supone que debemos de creer- es una Gran Breta?a que se gobierne a s¨ª misma en "una Europa de naciones que se integren en diferentes combinaciones para diferentes prop¨®sitos y en diferente medida". Esto, explica utilizando curiosamente una expresi¨®n del Nuevo Laborismo, ser¨ªa una "Europa red". Casi todas sus propuestas concretas son negativas: tratan de lo que Gran Breta?a deber¨ªa impedir que Europa siguiera haci¨¦ndonos, no de lo positivo que nosotros podr¨ªamos hacer en Europa. (Una excepci¨®n importante es que es firmemente partidario de la ampliaci¨®n de la Uni¨®n Europea).
Pero tambi¨¦n sugiere que podemos tener nuestro pastel y com¨¦rnoslo. "S¨®lo el ceder nuestro poder de gobernarnos a nosotros mismos", afirma, "nos empujar¨ªa al borde de Europa y al margen de los asuntos mundiales". Esto, en mi libro, o bien carece de honradez intelectual o es una clara estupidez. Respeto a cualquiera que diga que "conservar nuestras antiguas libertades y la soberan¨ªa del Parlamento de Westminster es m¨¢s importante para m¨ª que el objetivo del Foreign Office de sacar el m¨¢ximo partido a nuestra influencia en Europa". Pero sostener que la forma de alejarse del borde de Europa es ponerse al borde de Europa no ser¨ªa aceptado ni siquiera en el m¨¢s degradado examen de l¨®gica de una clase de repetidores.
Sugiere que Gran Breta?a se desliza hacia el desastre porque "estamos siendo guiados por las creencias de una elite peque?a pero poderosa" que nos ha introducido m¨¢s en "Europa". Bien, hasta ahora los tres grandes pasos que hemos dado hacia Europa han sido la adhesi¨®n a las Comunidades Europeas, con el primer ministro conservador Edward Heath; el Acta ?nica Europea, con la primera ministra conservadora Margaret Thatcher, y el Tratado de Maastricht, con el primer ministro conservador John Major. Por tanto, esta "peque?a pero poderosa elite" a la que ataca el Partido Conservador actual debe de ser -o al menos incluye- al Partido Conservador de ayer.
Pero la cuesti¨®n es, por supuesto, el populismo. Es el llamamiento al pueblo ("el sentido com¨²n de la corriente general mayoritaria") contra "una peque?a minor¨ªa pol¨ªticamente correcta" y un gobierno que "no tiene otro objetivo claro que ganar las elecciones". ?Y cu¨¢l es el objetivo de este llamamiento? Ciertamente, no el de influir en el desarrollo de Europa, donde ser¨¢ contraproducente, sino, en efecto, el de ganar unas elecciones. Por tanto, puede que nuestro antiguo conocido no est¨¦ borracho, despu¨¦s de todo. Simplemente es un c¨ªnico. (Y el cuello de la camisa deshilachado no es un signo de dejadez, sino una simple muestra de lo que pasa cuando se beben siete litros de cerveza al d¨ªa).
Nada de esto, por si se lo preguntaban, pretende en ning¨²n momento dar a entender que el Gobierno sepa qu¨¦ est¨¢ haciendo en Europa. Desde luego no lo sabe. Gran Breta?a -nuestra elite, la naci¨®n pol¨ªtica al completo- no sabe lo que est¨¢ haciendo all¨ª. (?O es "aqu¨ª"? ?sa es una de las cosas que no sabemos). Y tampoco pretendo sugerir que no haya nada malo en la Europa que Francia y Alemania han construido. Tiene muchas cosas malas. Por eso se ha planteado un gran debate en toda Europa para intentar encontrar una v¨ªa hacia delante que no conduzca ni a un superestado napole¨®nico ni a una mera mezcolanza de naciones.
Podr¨ªan decir que soy ingenuo. Uno no deber¨ªa esperar una seria contribuci¨®n a ese debate en un manifiesto preelectoral: "Despu¨¦s de todo, as¨ª es la pol¨ªtica". S¨ª, pero esto es un tipo de pol¨ªtica especial. Creer en Gran Breta?a acent¨²a la importancia de nuestros v¨ªnculos con Estados Unidos. Absolutamente cierto: Norteam¨¦rica es tan vital para nosotros como Europa. ?Pero por qu¨¦, entonces, nos apartan tanto nuestros conservadores del tipo de conservadurismo incluyente e internacionalista que sus hom¨®logos estadounidenses propugnan en su actual campa?a electoral?
La ¨²ltima iron¨ªa es que -quiz¨¢ no tanto en su contenido, pero s¨ª ciertamente en su m¨²sica ambiental y en su populismo ret¨®rico- este folleto farfullero est¨¢ m¨¢s cercano al esp¨ªritu de la Austria de J?rg Haider que al Estados Unidos de George Bush.
Thimoty Garton Ash es periodista e historiador brit¨¢nico, autor de Historia del presente.
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