Desmond Arthur Bristow, el esp¨ªa amigo
El cementerio ingl¨¦s de M¨¢laga seguir¨¢ alimentando su leyenda, ahora tumba para el jefe de esp¨ªas Desmond Bristow, jefe de la secci¨®n espa?ola del MI6 entre 1947 y 1953. Crecido en Punta Umbr¨ªa, segundo hijo de un ingeniero de minas ingl¨¦s, Bristow tuvo como primera lengua el castellano de Andaluc¨ªa, lo que no evit¨® que el escritor malague?o Jos¨¦ Antonio Mu?oz Rojas, su profesor de espa?ol en Cambridge en los a?os de la Guerra Civil, le otorgara un ampuloso t¨ªtulo: el peor alumno. El propio Bristow recuerda a su amigo Mu?oz Rojas en un libro de memorias, Juego de topos (Ediciones B, 1993). Su formaci¨®n de esp¨ªa la hizo con Kim Philby, en cervecer¨ªas y despachos donde sonaban discos de Gershwin y Duke Ellington.Bristow lo recordaba en Periana, al oeste de M¨¢laga, en esa zona de Andaluc¨ªa que parece m¨ªtico refugio de agentes secretos: Periana tiene menos de 4.000 almas, a 547 metros de altitud, en la comarca de la Axarqu¨ªa, en cuyo hospital muri¨® Bristow el martes. Vivi¨® la II Guerra Mundial en Gibraltar, capit¨¢n de los servicios de inteligencia brit¨¢nicos, vigilando la colaboraci¨®n entre Franco y Hitler: observaba a los viajeros italianos y alemanes e intentaba evitar sabotajes contra naves aliadas en la Roca. Su misi¨®n tambi¨¦n fue recobrar su infancia y adolescencia andaluzas. Su red de esp¨ªas contaba con la ayuda de los contrabandistas espa?oles de tabaco, y, en los bares de Algeciras, ingl¨¦s disfrazado de ingl¨¦s, Bristow citaba a sus contactos en bares de prostitutas y bandidos y polic¨ªas secretas fuera de servicio.
Bristow, que hab¨ªa nacido en 1917, uni¨® espionaje y amistad. Tras servir en Gibraltar, Argel y Lisboa, fue nombrado despu¨¦s de la Guerra Mundial jefe del espionaje brit¨¢nico en Madrid. Entonces Franco no era ya el posible enemigo, sino un elemento de estabilidad. El nuevo peligro mundial era la Uni¨®n Sovi¨¦tica, y los nuevos amigos de Inglaterra eran militares que simpatizaron con los nazis. Bristow prepar¨® la llegada del primer embajador brit¨¢nico a Madrid despu¨¦s del triunfo de Franco, y, mientras asesoraba sobre futuras operaciones comerciales hispano-brit¨¢nicas, participaba en cacer¨ªas en las sierras castellanas. El espionaje hab¨ªa dejado de ser arma de guerra para convertirse en herramienta de la paz.
Pero nunca reneg¨® de sus amigos: ni de Kim Philby, el m¨ªtico desertor a la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Bristow dej¨® su cargo en 1953 y, desaparecido del servicio secreto, se refugi¨® en el sur de Espa?a. Dedic¨® sus recuerdos a la memoria de los amigos espa?oles que lo ayudaron a combatir el fascismo, h¨¦roes sin laureles: "A todos aquellos colaboradores espa?oles y portugueses que, en silencio, y a menudo poni¨¦ndose en peligro, apoyaron sin reservas la causa aliada".
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