Don Juan en el laberinto de T¨¢vora
Espect¨¢culo irregular
Don Juan en los ruedos
?pera popular de caballos y cantes, de Salvador T¨¢vora, en el marco de una corrida andaluza a la usanza del siglo XIX.Matador: Javier Conde. Rejoneador: ?lvaro Montes. Caballero: D. ?ngel Peralta Sevilla, plaza de Toros de la Maestranza, 8 de septiembre.
Toros, caballos, cante, cornetas y tambores, saetas, marchas procesionales... Todo est¨¢ aqu¨ª, todo ese mundo abigarrado y racial que parece imprescindible en el teatro de Salvador T¨¢vora. Y ahora m¨¢s que nunca quiz¨¢, porque el ruedo de La Maestranza es un escenario impagable para una imaginaci¨®n tan fuera de toda medida como la suya. Y por si era poco, Don Juan, otro mito espa?ol de f¨¢cil recurrencia. Con esta baraja en las manos, T¨¢vora se ha sentido como el pez en el agua. Pero me temo que en esta ocasi¨®n las cosas no le han salido como ¨¦l hubiera deseado. Demasiados elementos en juego, que tienen que contar con los dem¨¢s para coordinarse entre s¨ª a la b¨²squeda de un todo homog¨¦neo y con una cierta coherencia.
En esto es donde encontramos lo menos logrado del empe?o de T¨¢vora. Parace como si cada part¨ªcipe tuviera vida propia a su aire, sin tener demasiado en cuenta a los dem¨¢s. Con lo que el espect¨¢culo se pierde en una serie de acciones, a algunas de las cuales no encontramos demasiado sentido.
Ese don Juan que en una de sus encarnaciones aparece con zancos, la esencia letal del toro primero, la esencia letal del toro segundo..., son algunas de las partes que quisiera me explicaran de manera que yo las entendiera razonablemente.
Y hay m¨¢s. Recursos, por ejemplo, que se me antoja T¨¢vora los utiliza gratuitamente, s¨®lo para dar paso a una escena necesaria para ¨¦l; pero recursos injustificables en s¨ª mismos y, desde luego, no brillantes. Echo de menos la formidable visi¨®n del espect¨¢culo frecuente en T¨¢vora, aunque haya testimonio de ella en espor¨¢dicas secuencias.
Espect¨¢culo irregular, en definitiva. Probablemente falto de un serio trabajo de afinaci¨®n y rodaje, que podr¨ªa mejorarlo considerablemente. Lo que m¨¢s juego da son las evoluciones de los espl¨¦ndidos caballos de alta escuela. Las muertes de los dos toros, uno por el torero Conde y otro por el rejoneador Montes, al estar condicionadas por las incidencias de las lidias correspondientes, que ocupan quiz¨¢ el cincuenta por ciento del tiempo del espect¨¢culo, distorsionan ¨¦ste y originan tiempos muertos a priori inevitables.El cante y el baile tienen poca presencia y son convencionales. Lo que m¨¢s ha motivado el inter¨¦s est¨¦tico de T¨¢vora es la disposici¨®n escenogr¨¢fica de los distintos elementos, su distribuci¨®n sobre el albero, sus evoluciones. El p¨²blico aplaudi¨® generosamente a los actuantes y al autor, quien es, desde luego, a mi juicio, el ¨²nico capaz de adentrarse con posibilidades de ¨¦xito en una empresa tan compleja como ¨¦sta.
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