V¨ªctimas
Una inmigrante portuguesa que andaba por San Sebasti¨¢n cuando le sorprendi¨® el estallido de la bomba. Un parado que durante seis meses trabaj¨® en la cafeter¨ªa de un cuartel; cuando le amenazaron se le dijo que "como t¨² hay miles", y luego el atentado le cost¨® cinco operaciones y un hijo con tratamiento psicol¨®gico. Un polic¨ªa auton¨®mico al que le quemaron una cuarta parte de su cuerpo y sabe que uno de los que lo hizo tiene un hermano ertzaina. Un chico que perdi¨® la vista y que, luego, al recuperarla, vio por vez primera -lo recuerda con entusiasmo- un yogur. Una mujer que ve a trav¨¦s de los visillos a su hijo jugando en el parque, pero no puede ir con ¨¦l porque es cargo del PP y debe autoprotegerse.Estas son las v¨ªctimas de ETA. Cristina Cuesta les ha dedicado un libro a veces mal escrito y con alg¨²n error, pero que es probablemente, al margen de cualquier sensibler¨ªa, el m¨¢s impresionante que se pueda editar nunca sobre el terrorismo. No trata sobre estrategias revolucionarias, ni sobre Estatutos, ni sobre autodeterminaci¨®n. Trata sobre vidas rotas y, sobre todo, maltratadas por el olvido.
Cristina Cuesta sonr¨ªe casi siempre y, sin embargo, ha asumido la tarea complicada, casi insoportable, de no renunciar a la memoria. Es hija de un delegado de Telef¨®nica al que ETA asesin¨® por ese ¨²nico delito. No debe extra?ar: tambi¨¦n ha condenado a muerte por motivos parecidos. Escribir una carta a un peri¨®dico protestando por el asesinato de un amigo o tomar unos vinos con unos conocidos polic¨ªas te puede costar la vida. Vender bicicletas puede ser para ETA indicio de delaci¨®n y fumar un porro te puede convertir en narcotraficante, y eso basta para que la Organizaci¨®n te arranque un brazo y una pierna.
Pero el m¨¦rito del libro de Cristina Cuesta es que revela que ¨¦so no es lo peor. Lo insoportable viene a continuaci¨®n. Ni siquiera depende de los terroristas o de su entorno. "Mocillo, j¨®dete" pintaron en la casa de un asesinado. Aquellos a quienes se les ha arrebatado un ser querido a veces tienen que convivir en el mismo pueblo o en el mismo edificio con quienes participaron en la perversidad.
Lo insufrible, sin embargo, es aquello de lo que somos culpables todos luego. Durante un par de d¨ªas los diarios nos hablar¨¢n de c¨®mo era y qu¨¦ hac¨ªa Jos¨¦ Luis Ruiz Casado. ?Estamos seguros de que dentro de dos meses, un a?o, le tendremos presente, a ¨¦l y a los suyos? En el Pa¨ªs Vasco hubo un momento en que se ten¨ªa con los asesinados el gesto de matarlos de nuevo por la calumnia, como si su muerte revelara tambi¨¦n su perversidad.
En otro periodo m¨¢s largo, hasta el momento actual, se ha juzgado el terrorismo como una fatalidad, algo as¨ª como un fen¨®meno meteorol¨®gico o geol¨®gico, tan inevitable que no puede haber queja de ¨¦l. Sobre las familias del asesinado ha ca¨ªdo una espesa capa de silencio y de marginaci¨®n. "Nadie se ha puesto en contacto conmigo", dicen. Ni los partidos, ni la Iglesia, ni la polic¨ªa, ni los jueces. Nadie. ?Qu¨¦ es peor, ser asesinado o ser enterrado en vida en un ata¨²d de indiferencia?
Y, sin embargo, como Cristina Cuesta rese?a, existen casos de personas alcanzadas por el terrorismo verdaderamente ejemplares. Hay quien se arrepiente de haber odiado, quien dice preferir ser viuda de un asesinado que madre de un etarra o quien asegura sentir pena por el asesino m¨¢s que por s¨ª misma a pesar de que le hayan partido el alma. Grandeza de esp¨ªritu merece llamarse esta actitud. Cuando haya un nuevo asesinato habr¨¢ que releer este libro en vez de atender a las declaraciones desnortadas, cuando no descabelladas, de los pol¨ªticos. Sobre todo porque sus p¨¢ginas remiten al futuro, y no s¨®lo al presente.
Pero tambi¨¦n en este instante tenemos que pensar en las v¨ªctimas. Los culpables tambi¨¦n aparecen en el libro de Cristina Cuesta. "Estos bestias", dec¨ªa Pertur; "pureza demoniaca", les achacaba Yoyes. A ambos los asesinaron sus antiguos correligionarios para quienes s¨®lo cabe pensar en el tratamiento policial. ?Y la manifestaci¨®n de hoy en San Sebasti¨¢n? Si pienso en lo que dice Fernando Savater - "en defensa del Estatuto y la Constituci¨®n"- sin duda hay que ir; si recuerdo lo escrito por Jon Juaristi -"en contra del nacionalismo vasco"- me parece lo contrario. Cuando me acuerdo de las v¨ªctimas me decido por lo primero, pero pienso que ¨¦sta debiera ser la ¨²ltima manifestaci¨®n no unitaria.
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