Ciudad cerrada
El alcalde de Madrid -y su equipo, esas cosas no puede hacerlas un hombre solo- quiere dejar huella de sus largos pasos por la plaza de la Villa y dispone de la ciudad de forma insistentemente err¨®nea. Dejando aparte la evaluaci¨®n deportiva que merezca la Vuelta Ciclista a Espa?a, que se termin¨® la semana pasada, parece que intenta crear una urbe apacible, donde los vecinos, si quieren, puedan hacer docenas de kil¨®metros para ir de un sitio a otro, sin poder franquear v¨ªas m¨¢s que por determinados lugares.De lo que fue la capital el famoso D¨ªa sin Coches estamos puntualmente informados, aunque ya se alzaron muchas voces convocando a la desobediencia civil. ?se es otro asunto que no me concierne directamente, pues milito entre la supuesta minor¨ªa de los que no tienen autom¨®vil, incomprensiblemente desde?ada.
Querr¨ªa hoy echar un cuarto a espadas sobre lo que sucedi¨® el ¨²ltimo domingo del verano. Cuarenta y ocho kil¨®metros, entre los que se encuentran las v¨ªas m¨¢s c¨¦ntricas, fueron confiscados; los veh¨ªculos de los residentes conminados a desaparecer de los lugares donde pagan un impuesto por permanecer a toda hora, levantando la franquicia para que los forasteros aparquen en d¨ªa festivo.
Un ej¨¦rcito de guardias urbanos, de a moto y de a pie, custodi¨® las prohibidas calzadas desde muchas horas antes de avistarse el primer pedalista. Es de imaginar que la retribuci¨®n por el trabajo extra haya sido generosa.
Los autobuses de la Empresa Municipal de Transportes EMT -quiz¨¢ m¨¢s de un tercio de las l¨ªneas-, modificaron el trayecto, convirti¨¦ndose en fantasmag¨®ricos servicios que surcaban calles nunca frecuentadas, deteni¨¦ndose en paradas que corresponden a otros itinerarios. Un despilfarro que -lo vimos por televisi¨®n en su conjunto- no se corresponde con el espect¨¢culo y su imaginado inter¨¦s general.
?Qu¨¦ quieren que les diga, pero me quit¨® treinta o cuarenta a?os de encima! Durante alg¨²n tiempo resid¨ª en una calle por la que pasaba a menudo la caravana del general Francisco Franco y era preciso retirar el autom¨®vil -entonces, s¨ª lo ten¨ªa- y permitir que avezados tiradores se apostaran en las azoteas. Sin hablar de los exitosos, admit¨¢moslo- y fervorosos desfiles de la Victoria. Por ahora, no han tocado el Metro.
El otro domingo hubo un magro fest¨®n de p¨²blico, muchos ni?os y j¨®venes, en el paseo de la Castellana. Querer competir con los Campos El¨ªseos y con la tradici¨®n del Tour es, a mi modesto juicio, una catetada. Llevamos s¨®lo 55 a?os de Vuelta y, aunque haya habido notables intelectuales que la han cantado, no podemos homologarnos con los entusiastas glosadores y practicantes del pa¨ªs vecino, aunque s¨®lo cit¨¢ramos a Tristan Bernard, que fue fabricante de bicicletas y director del Vel¨®dromo de Par¨ªs. Gloria a los Trueba, Bahamontes, Indur¨¢in, Olano y el triunfador Roberto Heras, pero aceptemos que haya varios millones de madrile?os a quienes esta competici¨®n les deja fr¨ªos.
Es de celebrar el entusiasmo de los comentaristas deportivos, que hablan -lo he o¨ªdo- de la "cultura de la bicicleta", como si supieran lo que dicen. Luego, las entrevistas que hacen a los jadeantes vencedores: "Laverdasque...".
El f¨²tbol colapsa el espacio vecino de los estadios, sin que nadie se haya atrevido a pensar, 45 segundos seguidos, en lo que ocurrir¨ªa de declararse un incendio en las inmediaciones del Santiago Bernab¨¦u, o lo que habr¨¢ sucedido alguna vez, de dificultar el acceso de una ambulancia.
Soy un modesto aficionado a la fiesta de los toros, por televisi¨®n, y recuerdo, sin dificultad, las hondas ra¨ªces que tiene en Madrid, por lo que lanzo a nuestros ediles la idea de homologarla con el ciclismo.
Que sea bloqueada y cubierta la carrera, por lo menos en el tramo que va desde el hotel de los toreros hasta la plaza de Las Ventas.
Y en lugar de lanzar a los triunfadores en la furgoneta que espera tras la apertura de la puerta grande, sean escoltados por los gallardos motoristas municipales hasta donde los apoderados designen de antemano.
?Qu¨¦ menos!
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