Capacidad imaginativa
JOS? LUIS MERINOFrancisco Ruiz de Infante naci¨® en Vitoria en 1966. Vive y trabaja en Francia desde 1991. Le recordamos como el ¨²nico de los seis incipientes artistas vascos que acredit¨® val¨ªa en la poco afortunada e intrascendente exposici¨®n celebrada en los primeros meses del 2000 en el Guggenheim, bajo el t¨ªtulo La torre herida por el rayo.
El artista vitoriano muestra su ¨²ltimo trabajo en la galer¨ªa Windsor de Bilbao. Es una instalaci¨®n audiovisual en torno a sus reflexiones sobre la situaci¨®n pol¨ªtica y social del Pa¨ªs Vasco. Antes de entrar a atisbar su montaje, Ruiz de Infante ha escrito una hoja volandera - y m¨¢s tarde ha ratificado ese texto en su comparecencia ante los medios de comunicaci¨®n bilba¨ªnos-, donde aparecen expresiones relacionadas con el tema central de la exposici¨®n. Van en tropel enfilado y hablan de "verdad", "pacto", "v¨ªctima", "naci¨®n". Esas escuetas expresiones llevan enhebradas otras nuevas incisiones conceptuales, en las que se alude al miedo, la par¨¢lisis, las necesarias concesiones, el di¨¢logo de sordos, la acumulaci¨®n de errores por todos los lados, la desconfianza total, la decepci¨®n, la enorme tristeza que se mezcla con la rabia, al seguir deseando una paz que parece alejarse...
Como cabecera de sus reflexiones, Ruiz de Infante imposta una cita de Eric Albert, del Instituto Franc¨¦s de la Ansiedad y el Estr¨¦s, cuya transcripci¨®n dice as¨ª: "Cuando damos a una rata su recompensa, aprende m¨¢s r¨¢pido, se adapta mejor, se vuelve m¨¢s inteligente que los otros animales de la jaula".
Cuando el espectador se introduce en la exposici¨®n, lo que encuentra son secuencias alusivas a los presupuestos te¨®ricos descritos con anterioridad. Repartidos en espacios individualizados, la cita de Eric Albert se ofrece con letras rojas en un panel al modo de prueba oftalmol¨®gica. Casi seguido, una mesa con hojas en blanco, dos sillas, dos l¨¢mparas con bombillas de colores -los colores posibles para un pacto- parecen reclamar la necesidad de un di¨¢logo. Frente por frente, cuatro fotos, dos a dos iguales, juegan a la alternancia de la serpiente, en una ocasi¨®n mostrando sus ovezuelos y en otra guard¨¢ndolos. Abarcando un espacio muy amplio, la imagen de un gato comi¨¦ndose una rata permanece en pantalla en una secuencia continua de 18 minutos. Se come al roedor a muchas velocidades: r¨¢pida, lenta, normalizada, sobre una manipulaci¨®n que el artista ha realizado previamente. Mientras la imagen sigue su curso, de una habitaci¨®n surge una voz que va emitiendo la enumeraci¨®n del uno al diez, con errores y torpezas, por lo que una y otra vez vuelve a querer contar con acierto, sin conseguirlo, salvo algunas frases asertivas: "lo voy a conseguir", "todo bien", "todo debe ser perfecto", "lo voy a conseguir", "todo bien", "todo debe ser perfecto"... En la habitaci¨®n donde se emiten estos sonidos, dos fotos de la misma cabeza rapada, bajo la variante de una leve luz en una de esas cabezas, dan presencia humana. Al lado, una mesa corriente da cobijo a tres sillas liliputienses. El espectador puede relacionar estos muebles con la serpiente y sus cr¨ªas, o como un lugar de protecci¨®n y hasta como una jaula.
Otras son las im¨¢genes ofrecidas. En conjunto, la instalaci¨®n de Ruiz de Infante posee un enorme inter¨¦s. Es un artista con gran capacidad imaginativa. Domina los medios audiovisuales. Sabe alternar las luces fr¨ªas y las c¨¢lidas, adem¨¢s dar valor a lo m¨ªnimo para conseguir lo m¨¢ximo. Se maneja excelentemente en la escenograf¨ªa provisional, siempre a base de construcciones de madera ef¨ªmera -como la memoria que olvida cuanto ve-. A esto se pod¨ªa matizar que si las ideas quieren imponerse, sin embargo la fragilidad inherente en sus instalaciones acaba por suscitar no pocas dudas. Aqu¨ª puede darse un enfrentamiento entre lo que sus ambig¨¹edades ofrecen, o sea la no emisi¨®n de opiniones expl¨ªcitas, y lo que los espectadores necesitan saber para entender su arte.
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