Un vigoroso relato de amor y un endeble 'thriller' se estorban dentro de 'Plenilunio'
Concursan un interesante filme del franc¨¦s Ozon y el primer largometraje del irland¨¦s Liddy
Plenilunio, basada en la novela de Mu?oz Molina, con gui¨®n escrito por Elvira Lindo e Imanol Uribe y dirigida por ¨¦ste, no obtuvo buena acogida. En la sesi¨®n nocturna, exclusiva para periodistas, se oyeron s¨®lo silencios y rechazos; y en la sesi¨®n ma?anera, para p¨²blico de pago, el rechazo se atenu¨® y se produjo una tibia, sin entusiasmos, divisi¨®n de opiniones que explica el mal de fondo que padece esta obra, bella a ratos pero en conjunto fallida, en la que quieren convivir, y no lo logran, porque su colisi¨®n rompe el equilibrio interior, una vigorosa historia de amor y un endeble relato policiaco.
La grieta formal por donde hace agua el armaz¨®n de esta ambiciosa, a ratos hermosa y en conjunto quebrada, desequilibrada y fallida pel¨ªcula, hay que buscarla en su zona oculta, en un aspecto de la l¨®gica de su escritura y concretamente en el exceso de sumisi¨®n de los guionistas Lindo y Uribe a algunos elementos de la arquitectura novelesca de Mu?oz Molina que debieran hacer transformado y no lo han hecho.La conversi¨®n en cine de una novela exige (si, como Plenilunio, es una verdadera novela y no un mal gui¨®n cinematogr¨¢fico travestido de novela, impostura hoy bastante frecuente) emprender mutaciones muy profundas en el enfoque del relato, en la estructura temporal de los sucesos relatados y en las composiciones de los personajes que dan cauce y vida a esa estructura. El test m¨¢s sencillo, la prueba m¨¢s veloz y fiable de si en un filme se ha producido o no la conversi¨®n de un personaje o una situaci¨®n novelesca en personaje o situaci¨®n cinematogr¨¢fica, hay que buscarlo en algunos rincones de los ritmos del di¨¢logo y de los comportamientos verbales de los tipos. Y aqu¨ª, este recurso anal¨ªtico es, una vez m¨¢s, esclarecedor.
Son los sonidos llaves que nos abren de par en par las puertas de las im¨¢genes y se convierten en una misteriosa m¨²sica que nos deja medir si hay o no hay autenticidad y consistencia f¨ªlmicas en las interioridades de esas im¨¢genes. El di¨¢logo, el habla del filme es, con sorprendente frecuencia, un bistur¨ª que abre en canal las tripas de los comportamientos y los sucesos visuales. Plenilunio no es una excepci¨®n. Una quiebra ¨ªntima en la construcci¨®n del filme aflora en el chirrido de las disonancias de unos leves mon¨®logos del personaje del asesino que (heroicamente, porque es casi una misi¨®n imposible) interpreta Juan Diego Botto. Y es as¨ª, porque esa forma verbal, que es engranaje del lenguaje natural y pan diario del flujo verbal de la novela de Mu?oz Molina, en la pantalla de Uribe se convierte en un desprop¨®sito, que pone en estado de evidencia a un grueso error de composici¨®n existente en la zona del gui¨®n destinada a convertir en cine el oscuro y tr¨¢gico enigma policiaco, el thriller de fondo, que se mueve dentro de las p¨¢ginas del libro desencadenante.
De ah¨ª que la conversi¨®n en cine del libro est¨¦ en Plenilunio herida por una deficiencia de escritura, de la que esos mon¨®logos son un indicio seguro, pero no el ¨²nico. Hay muchos otros que, como los referidos, son absorbidos y transformados en verdadero cine por el talento de un reparto que es el verdadero sujeto de las hermosuras del filme y que est¨¢ compuesto, adem¨¢s de por Juan Diego Botto, por otros, m¨¢s veteranos, arist¨®cratas de su oficio, como Chete Lera, Mar¨ªa Galiana, Fern¨¢n-G¨®mez y, sobre todo, Adriana Ozores y Miguel Angel Sol¨¢, gente sabia, cautivadora y magn¨ªfica que, con una fugaz y conmovedora triangulaci¨®n de Charo L¨®pez, nos dan el magistral idilio de rostros que saca a Imanol Uribe las casta?as del fuego y proporcionan a su pel¨ªcula momentos de extroaordinaria verdad y hermosura.
Y otro en¨¦simo caso de un int¨¦rprete de genio que arregla los embrollos en que le meten sus directores. Como sus colegas espa?oles, la eminente actriz inglesa Charlotte Rampling saca las casta?as del fuego a Fran?ois Ozon en el filme franc¨¦s Bajo la arena, que es interesante, pero que ser¨ªa mucho menos cine sin el sereno y explosivo empuje que la actriz da a sus im¨¢genes. Es el relato de un dolor que se hace poema tr¨¢gico gracias a la mirada sesgada de los ojos de esta gran artista, que siguen siendo el mismo asombroso misterio de hondura y transparencia que fueron cuando se abrieron a las pantallas hace m¨¢s de tres d¨¦cadas
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