La victoria del miedo
Soberan¨ªa
"Nos quieren subir a un avi¨®n a todos juntos, pero aqu¨ª sabemos muchos, la mayor¨ªa al parecer, que no saben d¨®nde pueden aterrizar. Y yo, desde luego, no me monto voluntariamente". Quien as¨ª habla en la plaza interior del Folketing, del Parlamento dan¨¦s en Copenhague, es Klaus Michaelsen, un taxista que observaba el jueves divertido y satisfecho el fren¨¦tico ir y venir, escaleras arriba y abajo, de pol¨ªticos y periodistas daneses y extranjeros. Ya se hab¨ªa consumado lo que tantos tem¨ªan en Europa y en la propia Dinamarca: los daneses hab¨ªan rechazado por una muy s¨®lida mayor¨ªa la propuesta de su Gobierno socialdem¨®crata-liberal de adherirse al euro, la moneda com¨²n europea. Michaelsen ya se hab¨ªa sentido bien por la ma?ana cuando vio al primer ministro, Poul Nyrup Rasmussen, llegar al colegio electoral y declarar "que estaba preocupado" por los primeros sondeos a pie de urna que se inclinaban hacia el no.Pues esas encuestas no fueron nada comparadas con los resultados reales que despu¨¦s habr¨ªa de digerir el primer ministro. All¨ª, en el Parlamento, Rasmussen, con un tono que intentaba ser en¨¦rgico, pidi¨® una silla y se subi¨® a ella como el inolvidado Bor¨ªs Yeltsin sol¨ªa hacer con los carros de combate. Pero con otro discurso. Dijo que hab¨ªa fracasado, que asum¨ªa la responsabilidad, que los daneses son buena gente y que lo har¨ªa saber en Europa. Despu¨¦s se puso a cantar el himno socialdem¨®crata dan¨¦s y se le llenaron los ojos de l¨¢grimas.
Prejuicios
Michaelsen no pudo verlo en directo, pero no se habr¨ªa conmovido a pesar de que es votante socialdem¨®crata. Porque, como la mitad de los votantes de ese partido, se hab¨ªa decidido por darle el disgusto al correligionario mayor y ya hab¨ªa votado en contra del euro. ?Por qu¨¦? Entonces es cuando surgen uno tras otro todos los t¨®picos que declamar¨ªa un arist¨®crata brit¨¢nico afectado en sus fincas por alguna directriz medioambiental de la Uni¨®n Europea. "No queremos un macroestado europeo. Queremos seguir siendo soberanos, existir como naci¨®n y que nos gobierne quien nosotros elijamos, no una sarta de bur¨®cratas en Bruselas". El internacionalismo no est¨¢ de moda. Ni entre los tories ni en el taxi de Klaus.Unas horas m¨¢s tarde se congregan ante el mismo edificio unos 200 j¨®venes con banderas al viento y botellas bien sujetas. Celebran "no ser vasallos de Bruselas". Por el entusiasmo y el griter¨ªo cualquiera dir¨ªa que los acaban de hacer hombres libres. Pero no es eso. Son, dicen, "comunistas libertarios". "Mierda la Uni¨®n Europea", grita uno con aspecto de ser de los te¨®ricos del grupo. Otro saca, nadie sabe de d¨®nde, una bandera de la Uni¨®n Europea y comienza a quemarla por una esquina. No arde bien. Como no son expertos se les hab¨ªa olvidado la gasolina. Eso en Teher¨¢n no pasa. Al final llegan m¨¢s mecheros y consiguen que arda un poco y, lo que es m¨¢s importante, llegan las c¨¢maras de las televisiones extranjeras y los fot¨®grafos. Ya es famoso el memo pelirrojo con la banderita.
Si el Ministerio del Interior decidi¨® que se pod¨ªan publicar sondeos a pie de urna durante toda la jornada, hecho ins¨®lito, no debe extra?ar que los militantes de ambos bandos siguieran haciendo campa?a. De ah¨ª que, hacia el mediod¨ªa, Mari Oleson, una chica guapa de Mors, predicaba el no junto a la catedral de Copenhague, ese sobrio edificio luterano al que los ingleses volaron la torre en 1807 cuando los sentimientos de afinidad en el odio a Bruselas no hab¨ªan cuajado a¨²n entre ambas naciones. Mari estudia Sociolog¨ªa y sus dos hermanos, Martin y Arni, Ciencias Pol¨ªticas. Es un dato. Los tres llevan varias semanas recorriendo toda la geograf¨ªa danesa llamando a la resistencia contra el monstruo de Bruselas que quiere doblegar y despu¨¦s engullir a los valerosos resistentes del Norte.
Cambio de escenario: Club Kakad¨², calle de Colbjornsens, 6, v¨ªsperas del refer¨¦ndum. Un lupanar con la solera de m¨¢s de medio siglo. Todas las chicas fuera de la barra consultadas se declaran a favor del s¨ª. Da igual porque no votan. Son rusas, dominicanas, extranjeras. La encargada, no. Ella es danesa. Anuncia su voto en contra. "Bruselas nos quiere imponer su pol¨ªtica. Los daneses tenemos nuestras costumbres y car¨¢cter que nada tienen que ver con esa Europa". Las extranjeras se encogen de hombros. Da la impresi¨®n de que a lo ¨²nico que no tienen miedo ellas es a lo que aqu¨ª temen tanto, a Bruselas.
En Cristiania, la legendaria comuna que se instaur¨® hace ahora 29 a?os, para cambiar el mundo, las relaciones humanas y la percepci¨®n de la realidad no hay celebraciones el jueves por la derrota del euro. Aunque hay ambiente. Las tiendas abiertas por la noche ofrecen todas lo mismo. El hach¨ªs afgano a 70 coronas el gramo, la marihuana colombiana algo m¨¢s y el hach¨ªs marroqu¨ª, seg¨²n ¨ªndice de tetrahidrocannabinol (THC). El euro les trae al pairo, pero si hay que tomar posici¨®n, tendr¨¢ que ser en contra. "Contra la Europa de los mercaderes, cualquier cosa", dice uno mientras manosea su mercanc¨ªa.Por desgracia para los partidarios del s¨ª como Annita Bundegaard, redactora jefa del diario Politiken, la mayor¨ªa de los adversarios al euro y a la integraci¨®n europea no proceden de estos ¨¢mbitos caricaturescos. Son daneses muy normales que tienen miedo a perder lo que tienen y no conf¨ªan en ganar nada. Hay un problema de identidad en esta org¨ªa de miedos y prejuicios, pero tambi¨¦n de ego¨ªsmo y mucha falta de honestidad por parte de pol¨ªticos y sociedad en debatir realmente lo que supone la hist¨®rica empresa de hacer de Europa un continente unido en el que la guerra sea imposible. Dinamarca ha dicho no y los daneses han demostrado sin quererlo que ellos, que tan estupendos se ven, son vasallos no de Bruselas, sino de las supersticiones.
Pero no es un drama. Como dec¨ªa Klaus Michaelsen, el socialdem¨®crata antieurope¨ªsta, esto "no es una tragedia. Peores cosas pasan en Kosovo".
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