El anillo de Kierkegaard
,Soren Kierkegaard, el c¨¦lebre te¨®logo y fil¨®sofo dan¨¦s, no entr¨® en la posteridad precisamente por sus juergas y excesos. Y sin embargo, tuvo una ¨¦poca alocada en su juventud, aunque, eso s¨ª, por muy elevados motivos. Su ef¨ªmera ruptura con la virtud ten¨ªa por objeto romper su compromiso matrimonial con Regine Olsen. Se quer¨ªa dedicar por completo al conocimiento de Dios y de su presencia en el mundo. Una y otra vez intent¨® acabar el noviazgo, pero siempre se echaba atr¨¢s. Y despu¨¦s pas¨® muchos meses intentando espantarla para que fuera ella quien lo hiciera. Pero la joven Regina no estaba dispuesta a dejarse abandonar y aguantaba estoicamente todo hasta que Kierkegaard, cansado de que ella no se cansara de ¨¦l, exigi¨® finalmente a la ni?a el anillo de compromiso. Ocurri¨® en octubre de 1841 y fue, por supuesto, un drama adem¨¢s de un esc¨¢ndalo en la rigurosa sociedad protestante de Copenhague. Kierkegaard llevar¨ªa el resto de su vida el anillo -que enriqueci¨® con cuatro buenas piedras en forma de cruz-, y el recuerdo infeliz de aquel noviazgo.La relaci¨®n de los daneses con la Uni¨®n Europea tiene sus paralelismos con aquella tormentosa relaci¨®n entre Kierkegaard y Regina. La novia, la Uni¨®n Europea, quiere; el novio (Dinamarca) dice querer (con su adhesi¨®n a la CE en 1972), pero en realidad no quiere tanto (con su rechazo al Tratado de Maastricht en 1992), vuelve a intentar querer pero a su manera (acuerdos de Edimburgo con las cuatro exenciones para Dinamarca y posterior aprobaci¨®n del tratado), pero, despu¨¦s, se da cuenta de que Regina -perd¨®n, la Uni¨®n Europea- irrumpir¨ªa en su vida para arrebatarle sus virtudes y su tranquilidad. La novia, por su parte, lo aguanta todo, hasta el esc¨¢ndalo final. Con el estoicismo que demuestran ahora los miembros de la Comisi¨®n y los Gobiernos de los otros 14 miembros de la UE. "No pasa nada", dicen, cuando es evidente que s¨ª ha pasado.
Lo de Kierkegaard pudo ser miedo o sentido com¨²n, tambi¨¦n su vocaci¨®n religiosa. En la mayor¨ªa de los daneses, su rechazo a la Uni¨®n es miedo, en parte disfrazado de sentido com¨²n y esa soberbia que desarrollan los sectores menos formados y sofisticados de las sociedades ricas. Como en Estados Unidos o en Inglaterra, en Dinamarca, obreros y campesinos, los jubilados y hasta los sin techo creen vivir en el mejor de los pa¨ªses posibles. Es, por tanto, tambi¨¦n una fe, aunque sea la del carbonero.
El primer ministro socialdem¨®crata, Poul Nyrup Rasmussen, crey¨® esta pasada primavera que las cosas ya hab¨ªan cambiado y los daneses hab¨ªan comprendido que la adopci¨®n de la moneda com¨²n no cambiar¨ªa porque la corona est¨¢ ya, y desde hace casi dos d¨¦cadas, vinculada en su cotizaci¨®n al marco alem¨¢n y, por tanto, al euro. Se equivoc¨®. Se tir¨® a la piscina convocando el refer¨¦ndum y no hab¨ªa agua, al menos la suficiente para que no se abrieran la cabeza ¨¦l y los dem¨¢s l¨ªderes de una clase pol¨ªtica en su inmensa mayor¨ªa favorable al euro.
La mayor¨ªa surgida el jueves no votaba contra la p¨¦rdida de una autonom¨ªa monetaria de la corona que, por lo dem¨¢s, no tiene. Ni contra el euro por mucho que lo ridiculizaran y satanizaran a un tiempo en su campa?a. Los sectores pobres, menos ricos y formados, m¨¢s dependientes a la postre, tienen miedo a un matrimonio forzoso con pa¨ªses que consideran, con o sin raz¨®n, m¨¢s pobres, menos formados y m¨¢s dependientes. Y este miedo los ha llevado a dar la espalda a los partidos que han votado tradicionalmente. Bastante m¨¢s de la mitad del electorado socialdem¨®crata de Rasmussen ha votado contra ¨¦l. Una s¨®lida mayor¨ªa absoluta de los daneses ha rechazado una propuesta que apoyaba nada menos que el 80% de los parlamentarios del Folketing.
El desastre del Gobierno y la oposici¨®n conservadora ha sido may¨²sculo. Partidos populistas minoritarios se aprestan a cosechar. Han triunfado generando miedo. Han impedido la uni¨®n. Y con la tranquilidad que da saber que la Uni¨®n Europea no va a exigir la devoluci¨®n del anillo, como hizo Kierkegaard.
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