Compa?ero sentimental
En los ¨²ltimos tiempos los medios de comunicaci¨®n para referirse a una relaci¨®n ¨ªntima, entre una pareja no casada, hablan de compa?ero o compa?era sentimental. Confieso que no s¨¦ por qu¨¦ esta denominaci¨®n ha tenido fortuna. Puede que se deba a que en democracia ha habido que inventar modos nuevos de nombrar situaciones antes inconfesables. Las instituciones pol¨ªticas, por ejemplo, cursan ahora sus invitaciones dirigidas al se?or o la se?ora X y acompa?ante y no, y esposa, como ocurri¨® en otro tiempo. Pero a¨²n con ello no deja de resultarme sorprendente la referencia a los sentimientos para referirse a determinadas relaciones ¨ªntimas, si se piensa que en nuestro vocabulario existen suficientes denominaciones para nombrar todo tipo de relaciones de pareja y que las gentes de la calle no hablan de su compa?ero o compa?era sentimental para referirse a la otra parte de la relaci¨®n, sino de la novia, el marido o la amante, etc.Esta chocante f¨®rmula me desagrada profundamente cuando se usa para definir la relaci¨®n que una mujer maltratada ten¨ªa con el causante de sus males, es decir cuando leo que una mujer ha sido violada o, peor, asesinada por su compa?ero sentimental. ?No les parece extra?o que se denomine compa?ero sentimental a quien ha matado a una mujer con la que comparte sentimientos? ?No les parece dif¨ªcil de concordar la imagen de la violencia entre gentes de las que se dice que compart¨ªan sentimientos? Sobre todo, trat¨¢ndose de un sistema de valores como el nuestro, que considera positivos los sentimientos mutuos, en el que las relaciones basadas en ellos gozan hoy de un prestigio mayor que las relaciones basadas en la necesidad o en el inter¨¦s, supuestamente menos emotivas. Por otro lado me pregunto a qu¨¦ viene que la referencia a los sentimientos, se use normalmente para referirse a personas no casadas y no a las parejas que lo est¨¢n. ?Es que a estas ¨²ltimas no les unen los sentimientos? Cuando como veremos el matrimonio por amor es un deseo com¨²n de nuestras sociedades, que lo perciben como una conquista respecto del pasado en donde las razones del matrimonio eran otras.
Seg¨²n han contado los historiadores, el matrimonio de otros tiempos sol¨ªa basarse en razones de poder, prestigio o dinero, al menos entre las ¨¦lites sociales, mientras se nos dice que los sentimientos amorosos, magnificados en la literatura de creaci¨®n, eran puestos bajo sospecha por la moral religiosa de la ¨¦poca que los refer¨ªa como pasiones. El amor cort¨¦s, por ejemplo, que por fuera de la representaci¨®n literaria no era otra cosa que un adulterio m¨¢s o menos enscubierto, ha sido destacado como una relaci¨®n sentimental, distinta de la relaci¨®n matrimonial supuestamente m¨¢s fr¨ªa. Para Lucien Febvre, por ejemplo, este amor gozaba de gran prestigio, seg¨²n dice pod¨ªa ser vivido como un adulterio honorable, justificado por el amor, cuando por razones de orden familiar o moral, el amor no pod¨ªa realizarse en el matrimonio. Pero ¨¦ste era s¨®lo un fen¨®meno de ¨¦lites. Hubo que esperar hasta el siglo XVIII, para que el sentimiento amoroso ampliase su prestigio y se convirtiera en un fen¨®meno de masas, constituy¨¦ndose as¨ª si no en la raz¨®n del matrimonio, s¨ª en una raz¨®n importante de su realizaci¨®n.
Esta revoluci¨®n sentimental acabar¨ªa impregnando las relaciones de las parejas, matrimoniales o no. De tal modo que el matrimonio moderno se supone siempre como una relaci¨®n sentimental del mismo modo que los sentimientos se suponen en las parejas llamadas de hecho. As¨ª pues, en nuestra visi¨®n de las cosas, en la que los sentimientos, cargados de prestigio, se representan como base y fundamento de las relaciones habituales entre personas casadas o no, el amor se constituye as¨ª como deseo com¨²n de las gentes, que lo perciben como una garantia en la permanencia de la pareja. Del mismo modo la falta de amor se vive como carencia de las parejas que, a menudo, ocultan sus distanciamientos emocionales de manera vergonzante. Cosa que como hemos dicho no ocurr¨ªa del mismo modo entre nuestros antepasados, que ciertamente no carec¨ªan de sentimientos, pero que antes de esta revoluci¨®n rom¨¢ntica pensaban abiertamente que la relaci¨®n matrimonial no se basaba exclusivamente en sentimientos amorosos y que la continuidad de la pareja no depend¨ªa de la fuerza de sus emociones. Estas gentes no sol¨ªan unir necesariamente amor y matrimonio, lo cual no quiere decir que no tuviesen sentimientos hacia sus parejas, sino que estos eran distintos a los nuestros y se viv¨ªan de manera distinta. As¨ª, nuestros antepasados, no pudi¨¦ndose pasar sin emociones amorosas, las valoraban cuando se daban en las parejas que les hab¨ªan sido destinadas o las buscaban en otras ileg¨ªtimas, comport¨¢ndose, como sabemos, con menos respeto que nosotros con las leyes de la fidelidad conyugal. El adulterio consentido, dicho sea de paso, era menos conflictivo para los hombres que para las mujeres. Eran otras gentes, otros tiempos y otros valores. Sus experiencias no siempre concuerdan con las nuestras, pero sin duda nos permiten iluminar nuestra realidad actual, nuestros problemas m¨¢s ¨ªntimos, contribuyendo a desarraigar creencias y valores culturales que nos parecen inamovibles. Y que en cambio son recientes y movibles. Como ocurre en el caso de los valores y los sentimientos que son propios de las relaciones entre las parejas.
En general las relaciones privadas entre las gentes no se basan exclusivamente en los sentimientos amorosos. Lo que nos une no son ¨²nicamente los sentimientos sino las relaciones cargadas de emotividad de muy diversa ¨ªndole. Si hoy las gentes aspiran a que el amor sea la causa y la raz¨®n de las relaciones, matrimoniales y no matrimoniales, no quiere decir, como sab¨ªan bien nuestros antepasados, que ¨¦sta sea la ¨²nica causa y raz¨®n de las relaciones entre las parejas. Las parejas mantienen relaciones por razones muy distintas, por necesidad, por inter¨¦s, por tantas y tantas razones. Por otro lado, los sentimientos que acompa?aban estas relaciones son de ¨ªndole muy distinta y no son siempre sentimientos de amor positivos. Como ha explicado Castilla del Pino, los sentimientos son instrumentos de que el sujeto se vale para la vinculaci¨®n interesada con los objetos del mundo exterior, y estos no son buenos ni malos (ni positivos ni negativos) en s¨ª. Sino que simplemente se tienen y se usan bien o mal en sentido positivo o negativo hacia las otras personas.
En fin, que lo que nos une son relaciones cargadas de deseos y de valores. Relaciones sentimentalizadas. Compromisos de distinta ¨ªndole que en mi opini¨®n se pueden definir mejor a la antigua usanza, como noviazgos, matrimonios, amistades, etc., dejando aparte la especulaci¨®n sobre el sentimiento que le corresponde. Entendiendo el sentimiento como lo que es un sentir ¨ªntimo que debe pertenecer a la intimidad.
Isabel Morant es profesora de la Universidad de Valencia.
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