Ense?anzas
Leyendo los peri¨®dicos con cuidado se aprende mucho. Casi todas las noticias tienen una parte evidente y otra latente, como el hielo azulado y oculto de un iceberg. Por ejemplo, tomemos esa historia de los papeles oficiales del Instituto de la Mujer que han sido encontrados en un contenedor de basura. Pues s¨ª, en efecto, est¨¢ muy mal que la Administraci¨®n sea tan descuidada con sus archivos. Pero, m¨¢s que la chapuza de haber tirado los papeles viejos, lo que verdaderamente me inquieta del asunto es que los hayan encontrado. Vamos, que se dir¨ªa que existe un n¨²mero indeterminado de individuos que se dedican a rebuscar por los basureros. Y no se trata de mendigos, desde luego: esa resma de a?ejos documentos se la refanflinflar¨ªa a cualquier mendigo decente. De modo que deben de ser probos ciudadanos, se?ores ataviados con traje y corbata metiendo medio cuerpo en los contenedores. ?Ser¨¢ un nuevo deporte? Tanta televisi¨®n basura ten¨ªa que acabar creando aficiones extra?as.Pero una de las noticias m¨¢s reveladoras de los ¨²ltimos tiempos apareci¨® hace poco en EL PA?S. Resulta que el suplemento dominical sac¨® en agosto un reportaje sobre el tama?o del pene. Inclu¨ªa una regla impresa en donde se pod¨ªa comprobar la medida normal del miembro, que al parecer son 16 cent¨ªmetros. Pues bien, un mes m¨¢s tarde se public¨® la carta de una lectora de trece a?os, Irene Rubio, que hab¨ªa notado algo raro y se hab¨ªa tomado el trabajo de medir la regla, descubriendo que, por error, cada cent¨ªmetro del dibujo equival¨ªa a 1,30 en la realidad, de manera que el pene normal alcanzaba en EL PA?S 21,30. Fue una equivocaci¨®n menor y sin importancia, pero lo interesante es que tardara tanto en descubrirse. Me imagino a cientos de miles de lectores pasando atribulados y veloces por las p¨¢ginas de la regla, por temor a medir y a comparar. Ellos no mirar¨ªan para no sentirse peque?itos; y ellas tal vez miraron y la regla les confirm¨® la despechada impresi¨®n de que todos los hombres que hab¨ªan tratado la ten¨ªan menud¨ªsima. Tuvo que llegar una inocente ni?a de trece a?os para poder ver que el rey estaba desnudo; ya digo que a veces los peri¨®dicos ocultan ense?anzas profundas.
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