En la pista de la inmortalidad La teor¨ªa de la evoluci¨®n, la gen¨¦tica y la biolog¨ªa intentan explicar el envejecimiento en el ser humano
Para explicar por qu¨¦ envejecemos y morimos, se barajan hip¨®tesis relacionadas con la teor¨ªa de la evoluci¨®n y con el avance de los conocimientos en gen¨¦tica y en biolog¨ªa. El papel de los radicales libres de ox¨ªgeno, subproductos del metabolismo muy agresivos con el material gen¨¦tico, se ha confirmado en trabajos con un gusano, pero este resultado es dif¨ªcil de extrapolar al hombre. Un estudio realizado con un millar de centenarios no ha permitido desvelar el secreto de su longevidad pero s¨ª que el cerebro es el ¨®rgano humano que mejor resiste el paso de los a?os. Y la mera mejora de las condiciones de vida y de salud ha permitido aumentar espectacularmente a lo largo de un siglo la esperanza de vida de los habitantes de los pa¨ªses desarrollados.
Vida breve
?Por qu¨¦ raz¨®n no permanecemos eternamente j¨®venes y vigorosos? La teor¨ªa de la evoluci¨®n aporta varias respuestas a esta pregunta. En un principio, se basan en la separaci¨®n entre el germen, o l¨ªnea germinal -el conjunto de c¨¦lulas sexuales que permanecen sanas y en perfecto estado de funcionamiento-, y el soma, el cuerpo que alberga esas mismas c¨¦lulas reproductoras. Los organismos en que no existe diferenciaci¨®n entre el germen y el soma, como las amebas, se reproducen por simple duplicaci¨®n y son, de hecho, inmortales. En los dem¨¢s, como en el hombre, se puede decir que una vez hecho el esfuerzo de la reproducci¨®n el cuerpo declina lentamente hasta la muerte.Tres teor¨ªas gen¨¦ticas contribuyen a explicar en mayor profundidad el mecanismo del envejecimiento y de la muerte. La primera es la acumulaci¨®n de las mutaciones del linaje germinal que aparecen con la edad, cuando la mayor¨ªa de los organismos restantes han perecido por accidente o por ser v¨ªctimas de los depredadores (el caso habitual en los animales salvajes) y la selecci¨®n natural no es suficientemente fuerte para oponerse a estas mutaciones. La segunda hip¨®tesis, relacionada con la primera, es que los genes que tienen efectos perjudiciales a una edad avanzada son conservados por una poblaci¨®n debido a las ventajas que proporcionan durante la juventud. Este compromiso entre p¨¦rdidas y beneficios est¨¢ relacionado con la tercera teor¨ªa, seg¨²n la cual las reservas de energ¨ªa son escasas y deben ser repartidas entre supervivencia y reproducci¨®n.
En cambio, nada explica las enormes disparidades en la duraci¨®n de vida de los organismos. Su h¨¢mster favorito vivir¨¢ poco m¨¢s de dos a?os, aunque conf¨ªe sus cuidados al mejor veterinario y lo ponga a salvo de su gato. Este ¨²ltimo vive 10 veces m¨¢s tiempo que el m¨¢s viejo de los h¨¢msters; pero los gatos est¨¢n ya decr¨¦pitos cuando los humanos apenas salen de la adolescencia. Y el hombre rara vez supera el siglo, que corresponde a la flor de la edad para las tortugas gigantes.
Se sabe desde hace tiempo que los animales con un metabolismo r¨¢pido suelen tener una vida breve. Esta hip¨®tesis de que quien vive r¨¢pido muere joven se comprueba de una forma muy general, pero no resiste un examen en profundidad. Numerosos primates y p¨¢jaros tienen un metabolismo m¨¢s r¨¢pido que lo que su longevidad permite pensar. En especial, es el caso del hombre -uno de los animales que viven m¨¢s tiempo- y del loro.El metabolismo proporciona un dato importante. Segrega unos subproductos sumamente reactivos, los radicales libres de ox¨ªgeno. Estos oxidantes son sumamente peligrosos para las c¨¦lulas, los tejidos y el ADN. Hay cada vez m¨¢s pruebas de su implicaci¨®n en las manifestaciones f¨ªsicas atribuidas al metabolismo. Tambi¨¦n se sabe que su producci¨®n se establece en funci¨®n del ritmo del metabolismo. La relaci¨®n entre los oxidantes y el envejecimiento permite suponer que los antioxidantes -sustancias que protegen de los radicales libres- podr¨ªan ser utilizados para retrasar los efectos de la edad. Pero el problema no es tan sencillo. Los radicales libres tal vez desempe?an una funci¨®n beneficiosa. ?ste parece ser el caso del ani¨®n superoxidante del que se sirven los gl¨®bulos blancos para luchar contra los agentes infecciosos. Otro compuesto oxidante -el mon¨®xido de nitr¨®geno (NO)- interviene en la regulaci¨®n del tono de los m¨²sculos lisos (y, por lo tanto, de la tensi¨®n arterial) as¨ª como en la neurotransmisi¨®n.
Por otro lado, existen mecanismos que reparan los da?os provocados por los oxidantes. Pero, parad¨®jicamente, estos da?os tambi¨¦n pueden presentar ventajas. Forman parte de un fen¨®meno conocido con el nombre de estr¨¦s oxidativo. Parece que el envejecimiento est¨¢ menos relacionado con los radicales libres que con una aptitud reducida del organismo para reaccionar al estr¨¦s oxidativo. De poco sirve que se haya podido encontrar una multitud de genes y prote¨ªnas que relacionan el alargamiento de la vida con la aptitud a resistir al estr¨¦s oxidativo. Lo que ocurre, en especial, con el gusano de laboratorio Caenorhabditis elegans. Pero los gusanos est¨¢n muy lejos de los humanos. Sin embargo, en un informe publicado en 1999, Pier Giuseppe Pelicci y su equipo del Instituto Europeo de Oncolog¨ªa de Mil¨¢n demostraron que los ratones que carecen de una determinada prote¨ªna resisten al estr¨¦s oxidativo y viven m¨¢s tiempo que los dem¨¢s, lo que parece estar relacionado tambi¨¦n con la reacci¨®n a los compuestos oxidantes. Los investigadores consideran hoy que los radicales libres, el estr¨¦s oxidativo y la reacci¨®n bioqu¨ªmica a este estr¨¦s son elementos clave en la longevidad natural o prolongada. Pero hay otros elementos y muchas preguntas quedan en el aire, como saber en qu¨¦ medida se pueden aplicar todos estos descubrimientos al ser humano.
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