Oto?o en el fin del mundo
Reservado para pasto
En verano, Pe?alba de la Sierra parece un pueblecito como tantos otros de Guadalajara, con las constantes vitales estacionarias, e incluso tirando a animado. Disfruta de bar, misa quincenal, huertos en saz¨®n y, si algo falta, se le compra a un buhonero alcarre?o que hace el agosto recorriendo con su cami¨®n todos los vericuetos del macizo de Ayll¨®n. Los senderistas llegan buscando la cascada del Ca?amar; los campistas montan sus tinglados a la vera verde del arroyo, y los viejos emigrantes vuelven para hacer su tertulia en la plaza, al arrimo de un olmo seco y un joven nogal, sentados sobre una piedra de molino con fecha inscrita de 1724. Todo muy normal.Pero en oto?o, cuando todos aqu¨¦llos han puesto pies en polvorosa, Pe?alba de la Sierra regresa a su condici¨®n de pueblo moribundo, aldea fantasma de s¨®lo cuatro vecinos ("Cuatro o cinco", dicen ellos, como si esa ambig¨¹edad abriera una puerta m¨¢s a la esperanza); los cuatro varones, solteros y de edad provecta; los cuatro due?os de sendos reba?os de vacas y un hatillo de ovejas que triscan a su libre albedr¨ªo por el vasto monte, salt¨¢ndose las cercas medio derruidas de una forma tan cadenciosa y surreal que invita a so?ar con los tiempos en que 60 familias viv¨ªan de continuo en el pueblo y eran realmente necesarias estas parcelaciones.
El pueblo m¨¢s duro de vivir del macizo de Ayll¨®n se halla a 1.282 metros de altura, escondido en un vallejo lateral del Jaramilla, en las estribaciones surorientales del pico del Lobo, al final de una carretera que nace en Montejo, bien asfaltada al principio, pero que no m¨¢s pasar el famoso hayedo y el Jarama -l¨ªmite entre Madrid y Guadalajara-, depara 21 kil¨®metros de curvas y baches dig-nos del Rally de la Acr¨®polis. Por ella vamos hoy pensando que quiz¨¢ sea esto lo que los pol¨ªticos llaman hechos diferenciales, y pensando tambi¨¦n que los cuatro de Pe?alba s¨ª que son supervivientes y no los que juegan al Gran Hermano en una isla del Caribe.
Otros supervivientes de Pe?alba son los herc¨²leos robles melojos de la dehesa boyal, un predio comunal que est¨¢ a dos pasos al norte del pueblo, en la ladera occidental del cerro del ?guila (1.652 metros), y que durante siglos estuvo reservado para pasto del ganado vacuno de labor, as¨ª como para extracciones moderadas de le?a. A tal efecto, se sorteaba cada a?o un n¨²mero fijo de grandes robles, cinco por familia, y se aprovechaba de ellos s¨®lo cierto ramaje, raz¨®n por la que se ha conservado un impresionante cat¨¢logo de ¨¢rboles seculares con troncos de m¨¢s de cinco metros de per¨ªmetro, m¨¢xime no habiendo ya nadie -sino el rayo- que los pueda da?ar.El camino de la dehesa es tan sencillo como bajar por la prolongaci¨®n de la calle principal -y casi ¨²nica- de Pe?alba hasta la orilla del Ca?amar y luego remontar su curso por la margen contraria hasta alcanzar en cinco minutos la confluencia de un regajo habitualmente seco. Subiendo por esta rambla -y eligiendo, en la primera bifurcaci¨®n que presenta ¨¦sta, el cauce de la derecha-, vemos magnos robles, ¨¢lamos temblones, una espesa acebeda... y, sopresa, varios rodales de hayas, reliquias del gran hayedo que -seg¨²n oye-ron decir a sus mayores nuestros cuatro vecinos- se extend¨ªa anta?o desde la dehesa hasta los actuales de Tejera Negra y La Pedrosa.
Como a una hora del inicio, llegaremos al l¨ªmite superior de la dehesa y, aprovechando que el arbolado ralea, gozaremos de un a¨¦reo panorama del valle que hiende el Ca?amar, desde su nacedero en el Roc¨ªn (2.048 metros) hasta que se pierde poco m¨¢s abajo de Pe?alba en el abrupto Jaramilla, tributario a su vez del Jarama. El regreso, siguiendo la ruinosa cerca de la dehesa hacia la izquierda, por terreno a¨²n m¨¢s despejado, nos permitir¨¢ disfrutar de todos los colores del oto?o en este viejo bosque: el sangre de las hayas, el oro de los robles, el gualdo de los alamillos y el verde de los acebos, que, como los cuatro hombres de Pe?alba, es inmutable.
Esplendor crom¨¢tico
- D¨®nde. Pe?alba de la Sierra (Guadalajara) dista 115 kil¨®metros de Madrid. Se va por la carretera de Burgos (N-I) hasta Buitrago del Lozoya, para seguir a partir de aqu¨ª las se?ales hacia Gandullas, Pr¨¢dena del Rinc¨®n, Montejo de la Sierra, hayedo de Montejo, El Cardoso de la Sierra y Pe?alba. Los ¨²ltimos 21 kil¨®metros de carretera, entre el hayedo de Montejo y Pe?alba, est¨¢n en mal estado. - Cu¨¢ndo. Paseo circular de cinco kil¨®metros y unas dos horas de duraci¨®n, con un desnivel acumulado de 220 metros y una dificultad baja, que se recomienda para oto?o por ser la ¨¦poca en que la dehesa alcanza su mayor esplendor crom¨¢tico. M¨¢s adelante, en tiempo de nieve, puede resultar imposible llegar a Pe?alba en coche.
- Qui¨¦n. Manuel Rinc¨®n es el autor de Andar por el macizo de Ayll¨®n (Editorial La Tienda), gu¨ªa en la que se propone una variante m¨¢s larga de esta excursi¨®n, visitando la cascada del arroyo de Ca?amar, las ruinas de la Hiruelilla y el v¨¦rtice del cerro del ?guila.
- Y qu¨¦ m¨¢s. Cartograf¨ªa: hoja 20-18 (Tamaj¨®n) del Servicio Geogr¨¢fico del Ej¨¦rcito, o la equivalente (459) del Instituto Geogr¨¢fico Nacional; mapa excursionista Sierras de Ayll¨®n y Ocej¨®n, editado por la Tienda Verde (Maudes, 23 y 38; Tel. 91 534 32 57).
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