?D¨¦ficit cero? Depende
Un Gobierno ordenancista aprob¨® en el ¨²ltimo Consejo de Ministros un anteproyecto de ley de estabilidad presupuestaria por el cual, a partir del a?o 2002, las administraciones p¨²blicas no podr¨¢n gastar m¨¢s que lo que se recauda. Adem¨¢s, ha introducido el equilibrio de las cuentas p¨²blicas en los Presupuestos Generales del Estado de 2001. Ambas medidas conforman el marco de la pol¨ªtica econ¨®mica para el futuro inmediato.La obsesi¨®n cuasireligiosa de los responsables econ¨®micos del Gobierno con el d¨¦ficit cero no deja de ser sorprendente: no tiene que ver con la realidad. ?D¨¦ficit cero? Depende en qu¨¦ condiciones, Depende de la coyuntura; depende de factores que en el momento en que se decidi¨® implantarlo de modo mec¨¢nico no estaban planteados. La mayor¨ªa de las crisis que afectan a la econom¨ªa son imprevisibles. Sacralizar un objetivo que es un saldo parece cosa de brujos, no de economistas. ?Quieren decir que un d¨¦ficit de uno o dos puntos del PIB pone en cuesti¨®n el crecimiento, el empleo, el futuro de las pr¨®ximas generaciones como, a sensu contrario, dijo hace unos d¨ªas el ministro de Hacienda Cristobal Montoro? Y por el lado opuesto, si aparece un nuevo man¨¢, como el que recientemente ha desaprovechado el Ejecutivo con las licencias de la telefon¨ªa m¨®vil de tercera generaci¨®n y hay super¨¢vit de las cuentas p¨²blicas, ?se contar¨¢ como un desequilibrio nocivo?
?C¨®mo se combatir¨¢ una recesi¨®n? ?C¨®mo se va a cubrir el d¨¦ficit de convergencia real con los pa¨ªses de nuestro entorno? Para los espa?oles, Europa no era s¨®lo la tierra de las libertades, sino tambi¨¦n los niveles de bienestar (pensiones, educaci¨®n, salud, etc¨¦tera) y de infraestructuras p¨²blicas (carreteras, aeropuertos,...) de los pa¨ªses de nuestro entorno. En este contexto, el Gobierno adquiere un compromiso muy restrictivo en el gasto que no poseen esos mismos pa¨ªses. Son m¨¢s papistas que el Papa. Un pa¨ªs como Espa?a, que a¨²n tiene muchas necesidades de welfare y de infraestructuras, ?puede permitirse el lujo de legalizar el d¨¦ficit cero?; ?tiene el mismo sentido el equilibrio presupuestario en un pa¨ªs pobre que en uno rico?; ?est¨¢ verdaderamene equilibrado el presupuesto presentado para 2001, cuando se han sacado de ¨¦l partidas de p¨¦rdidas y endeudamiento, como las de Radio Televisi¨®n Espa?ola, incluidas a partir de ahora en la SEPI? ?En qu¨¦ partidas se van a incluir los compromisos adoptados con agricultores, pescadores y transportistas?
Conceptos fundamentalistas como el del d¨¦ficit cero por ley tienen distintas virtudes para el Gobierno. Puede dejar en segundo t¨¦rmino el debate sobre otros elementos muy significativos de los presupuestos. Por ejemplo, la composici¨®n del gasto. En qu¨¦ y c¨®mo se gastan los ingresos p¨²blico; ad¨®nde van las subvenciones. En este sentido fue admirable el debate televisado que mantuvieron los candidatos a la presidencia de EEUU. Habiendo anunciado Clinton un super¨¢vit excepcional en el presupuesto federal, el dem¨®crata Al Gore y el republicano George Bush explicitaron dos concepciones ideol¨®gicas muy distanciadas. ?Incrementar la inversi¨®n? ?aumentar las prestaciones sociales, con especial ¨¦nfasis en la educaci¨®n y en la cobertura sanitaria de ni?os y ancianos? ?Recorte generalizado de impuestos? Ojal¨¢ en Espa?a el debate parlamentario aclarase esas concepciones en el PP y en el PSOE.
Otra virtud es la de la vanidad. Con el anteproyecto de ley de estabilidad presupuestaria, el Ejecutivo cumple sobredamente con las normas de la ortodoxia macroecon¨®mica. Aznar podr¨¢ presumir en las cumbres de jefes de Estado y de Gobierno de la UE, y Rato en el Ecofin. Pero ?cu¨¢l es el precio de utilizar un instrumento obligatorio pase lo que pase? Como dec¨ªa el poeta andaluz, pero ?d¨®nde los hombres?
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