En la buena direcci¨®n JOAN B. CULLA I CLAR?
Aun descontando las evidentes dosis de tacticismo y de circunstancialidad que la han alimentado, la resoluci¨®n en forma de dec¨¢logo que las izquierdas catalanas consensuaron y votaron en el debate parlamentario de pol¨ªtica general de la pasada semana no constituye una an¨¦cdota epis¨®dica. Bien al contrario, para Pasqual Maragall y para el partido-movimiento que encabeza se ha tratado de un paso significativo -tal vez el m¨¢s apreciable despu¨¦s de un a?o de liderazgo opositor- en orden a la adquisici¨®n de la credibilidad y de la centralidad catalanistas sin las cuales resulta imposible conquistar el Gobierno de la Generalitat.Qu¨¦ duda cabe de que el acuerdo entre el PSC, Esquerra e Iniciativa se vio favorecido por una serie de factores coyunturales cuya continuidad no est¨¢ asegurada. Por ejemplo, la ins¨®lita torpeza de Jordi Pujol al menospreciar a ERC con un desd¨¦n incomprensible en quien aguanta estoicamente las pat¨¦ticas admoniciones de Alberto Fern¨¢ndez D¨ªaz. Tambi¨¦n ayud¨® al ¨¦xito pol¨ªtico de la jugada lo incipiente del liderazgo de Rodr¨ªguez Zapatero en el PSOE, su excelente sinton¨ªa con el socialismo catal¨¢n y la ausencia de convocatorias electorales a la vista, cosa que siempre estimula la generosidad en las promesas y los compromisos. Todo ello, sin olvidar el temporal mutismo de figuras como Bono o Rodr¨ªguez Ibarra, convalecientes todav¨ªa de su derrota en el congreso del pasado mes de julio.
De cualquier modo, nada ser¨ªa m¨¢s injusto que minimizar lo ocurrido. En estos tiempos de fundamentalismo constitucional, de sacralizaci¨®n del statu quo, el Partit dels Socialistes, flanqueado por Esquerra Republicana y por Iniciativa-Verds, ha adquirido un solemne compromiso parlamentario con la reforma del Estatuto y, si preciso fuere, de la Constituci¨®n al objeto de alcanzar el reconocimiento jur¨ªdico del car¨¢cter plurinacional de Espa?a; reivindica un nuevo modelo de financiaci¨®n auton¨®mica que dote a Catalu?a de recursos cercanos a los del sistema foral, reclama m¨¢s autogobierno en la l¨ªnea de los Estados federales, hace suya la demanda de un espacio social y laboral catal¨¢n... Lo que es m¨¢s importante: una vez suscritas esas reivindicaciones, la nueva c¨²pula del PSOE ha aguantado a pie firme la salida en tromba de los portavoces del PP para descalificar el discurso socialista por "contradictorio" e "incoherente". Que los populares traten de explotar esa veta, como ya hicieron durante la campa?a electoral del invierno pasado, forma parte del gui¨®n; la novedad est¨¢ en el decidido respaldo de Ferraz a las tesis de Maragall, sin las reticencias ni las voces disonantes de otros tiempos.
Pero las buenas noticias, como las malas, siempre se acumulan, y el ¨²ltimo fin de semana nos ha proporcionado otra dosis de informaciones alentadoras, procedentes esta vez de Galicia. All¨ª, en Santiago de Compostela, ante el IX congreso de un PSG-PSOE aparentemente converso al m¨¢s fervoroso maragallismo, su reelegido l¨ªder Emilio P¨¦rez Touri?o asum¨ªa una concepci¨®n "plurinacional" de Espa?a, el mism¨ªsimo Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero espoleaba a los militantes a "ser m¨¢s galleguistas que nadie" y la facci¨®n capitaneada por el alcalde coru?¨¦s Francisco V¨¢zquez era barrida de los ¨®rganos directivos del partido.
M¨¢s all¨¢ de los agravios y los antagonismos personales que son el ali?o inevitable de cualquier encrucijada partidaria, la defenestraci¨®n org¨¢nica de Paco V¨¢zquez es un suceso de hondo calado pol¨ªtico, cuya significaci¨®n desborda los ¨¢mbitos local o auton¨®mico; no en vano V¨¢zquez ha ejercido y ejerce a¨²n como paradigma y hasta como te¨®rico de un combativo socialespa?olismo con ¨ªnfulas estatales. Guerrista de derechas -esto es, antiabortista militante y admirador confeso del Opus Dei-, cultivador de un coru?esismo de ciudad-Estado, visceralmente hostil al nacionalismo gallego no s¨®lo en t¨¦rminos pol¨ªticos, sino culturales, el alcalde V¨¢zquez ha llevado su fobia hacia el top¨®nimo genuino y oficial de la ciudad que gobierna (A Coru?a) hasta bordear el desacato a la reciente sentencia del Tribunal Supremo que le obliga a usarlo. Por el contrario, y en una entrevista al diario La Voz de Galicia del pasado 1 de octubre, afirmaba que "Espa?a es una realidad anterior y superior" a Galicia, el Pa¨ªs Vasco o Catalu?a, defend¨ªa que "es mucho m¨¢s lo que nos une al PP que al Bloque" y, en una estricta coherencia con lo anterior, confesaba su admiraci¨®n por Manuel Fraga: "Creo que lo est¨¢ haciendo bien. Fraga ha aportado a Galicia algo importante: su propio prestigio. Fraga lo tiene y est¨¢ reconocido a nivel nacional e internacional". Tales son el hombre y el discurso que, despu¨¦s de largas contemporizaciones, los socialistas gallegos han decidido echar a un lado.
Maragall, aliado de Carod Rovira, el PSC coqueteando con la reforma del Estatuto y hasta ?de la Constituci¨®n!, el PSOE gallego dispuesto a competir en galleguismo con el BNG, Francisco V¨¢zquez, apartado a causa de su espa?olismo contumaz... Para unos, se trata de s¨ªntomas, de presagios del desastre apocal¨ªptico que amenaza al socialismo, a la izquierda espa?ola, a Espa?a misma, asediadas por ideolog¨ªas disgregadoras e insolidarias... Para otros, entre los que me cuento, son hitos en el largo camino que conduce hacia la ¨²nica Espa?a que nos resultar¨ªa incluyente y habitable.
Joan B. Culla es profesor de Historia Contempor¨¢nea de la UAB.
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