El salario de los pol¨ªticos
Muchos de los fen¨®menos a los que hoy asistimos se escapan a las coordenadas con las que est¨¢bamos acostumbrados a manejarnos. Uno de ellos es el salario o, m¨¢s bien, los criterios a partir de los cuales se rige la distribuci¨®n de beneficios monetarios. Nadie -salvo los propios beneficiarios, claro est¨¢- supo entender en su d¨ªa el disparatado montante de las stock options de Telef¨®nica. Ni nadie se acaba de explicar por qu¨¦ Ra¨²l o Rivaldo han alcanzado el mareante sueldo de los mil millones anuales. O por qu¨¦, seg¨²n nos ilustra The Economist, el presidente del Banco Mundial debe ganar casi el doble que el mismo presidente de los Estados Unidos y un tercio m¨¢s que Kofi Annan. Los economistas seguro que tienen una respuesta para explicar cada uno de estos casos, que ser¨¢ tremendamente racional dentro de la l¨®gica de la econom¨ªa de mercado, pero que se me antoja poco razonable. Una de las explicaciones m¨¢s convincentes es que determinados individuos, ya sea en el deporte o en las empresas, introducen una "diferencia marginal" que es esencial para los beneficios o el ¨¦xito buscados. Y esa diferencia tiene su traducci¨®n salarial inmediata. Por no hablar de los constre?imientos impuestos por la competencia, que tiende a favorecer esa continua subasta al alza del precio de los ejecutivos o deportistas estrellas.Tengo para m¨ª, sin embargo, que esto de la diferencia marginal es cierto hasta que se llega a un determinado nivel. Pero que a partir de ah¨ª es el salario lo que determina el valor y no el valor al salario. Me explico. Casualmente tuve la ocasi¨®n de contemplar un partido de la selecci¨®n espa?ola en la ¨²ltima Eurocopa a trav¨¦s de un canal extranjero. Ante la excepcionalmente pobre actuaci¨®n de Ra¨²l, el comentarista for¨¢neo se ve¨ªa obligado a decir que, a pesar de las apariencias, era "muy bueno" porque era "el futbolista mejor pagado del continente". Y lo mismo podr¨ªa decirse de cantidad de ejecutivos estrellas. A esto Marx lo denomin¨® la "excepci¨®n parad¨®jica", la curiosa situaci¨®n en la que el precio determina el valor en vez de expresarlo.
Nuestros pol¨ªticos se encuentran sujetos tambi¨¦n a una curiosa paradoja, que ya es de otra ¨ªndole. Ejercen la actividad que, sin duda, introduce una mayor "diferencia" en la realidad social, pero sus sueldos muy probablemente muevan a risa a cualquier representante de la nueva "burgues¨ªa asalariada" (J. C. Milner). Si hemos de valorar su trabajo por lo que ganan en el ejercicio de su actividad, no creo que la pol¨ªtica salga particularmente bien parada. Y no vale decir que de ¨¦sta se obtengan otro tipo de retribuciones "intangibles" en la forma de prestigio, influencia, "despojos" o una magn¨ªfica rampa de lanzamiento para despu¨¦s aterrizar en una envidiable posici¨®n en el mercado. Esto es sin duda cierto, v¨¦ase si no el caso de Arias Salgado, pero afecta a un n¨²mero muy reducido de la clase pol¨ªtica. Este problema hay que plantearlo como una cuesti¨®n de principios: tiene que ver con la dignidad de la labor pol¨ªtica. Mal empezamos si presuponemos que quienes se dedican a ella lo hacen exclusivamente para beneficiarse por todas esas otras v¨ªas. Adem¨¢s, una cosa es que, "subjetivamente", los pol¨ªticos sean cuasipatol¨®gicos buscadores de cargos o se parapeten en ellos cuando los han alcanzado; y otra es que esto sea lo que la pol¨ªtica "objetivamente" representa.
Los incentivos que hoy ofrece la pol¨ªtica no son particularmente atractivos. La mayor¨ªa de los profesionales con un m¨ªnimo de cualificaci¨®n se enfrentan ante el problema de que su potencial acceso a un cargo, incluso el de diputado de las Cortes Generales, les supone un perjuicio econ¨®mico. La p¨¦rdida que eso supone para la colectividad es dif¨ªcil de medir y lo razonable es que se trate de minimizar ese perjuicio. Desde luego, el ¨¢mbito de lo p¨²blico no podr¨¢ competir nunca con los salarios del sector privado, pero debe reivindicar su propia dignidad. No hay razones que justifiquen el triste espect¨¢culo de la clase pol¨ªtica pactando una pacata subida de sueldo casi a escondidas y con nocturnidad.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.