Protecci¨®n para un palacio de Sabatini
El club de edificios intocables de Madrid incorpora un nuevo miembro. Es llamado palacio de Godoy. Su principal fachada mira hacia la plaza de la Marina Espa?ola y tiene vuelta a la calle de Bail¨¦n. Hoy alberga el Centro de Estudios Pol¨ªticos y Constitucionales, una instituci¨®n del Estado dirigida por la acad¨¦mica y catedr¨¢tica madrile?a Carmen Iglesias. A sus ¨®rdenes trabajan m¨¢s de 60 personas. El recinto, pulcramente cuidado, cobija una biblioteca de 63.000 vol¨²menes, se?aladamente de derecho constitucional y ciencias sociales, as¨ª como 2.800 revistas; edita 600 t¨ªtulos propios e imparte cursos para polit¨®logos.
El Gobierno regional acaba de declarar este palacio bien de inter¨¦s cultural. ?Por qu¨¦?
Porque el reci¨¦n protegido es un edificio en extremo singular. No por su aspecto exterior: s¨®lo hay sillares de piedra, ladrillo y un balc¨®n en saledizo en su fachada. Es sobrio, mitigado su ornato y su porte de dos plantas, digno; tiene los ventanales rematados por tri¨¢ngulos ¨¢ureos, pero cabe verlos con dificultad semiocultos tras el follaje de las acacias, hoy frondosas, que golpea suavemente sus cristales, batidos por el viento de oto?o. ?Por qu¨¦ tanta sobriedad?
Su austeridad era obligada. Distaba apenas unos centenares de metros en l¨ªnea recta del Palacio Real. Quede para ¨¦ste todo el esplendor. Tal debi¨® ser la consigna dada por Carlos III a su arquitecto, Francesco Sabatini, antes de encomendarle su traza y alzado.
Corr¨ªa el a?o 1775. El monarca-alcalde vio llegada la hora de sacar del recinto real las tareas de administraci¨®n y gobernaci¨®n del Reino. Por ello decidi¨® desplazarlas muy cerca, pero fuera del per¨ªmetro regio. Orden¨® entonces a Sabatini localizar un paraje. El italiano se fij¨® en el colegio de do?a Mar¨ªa de Arag¨®n, convento con huerta pr¨®ximo a la Costanilla de la Encarnaci¨®n. All¨ª decidi¨® levantar un palacete para albergar la residencia del primer secretario de Estado, una suerte de primer ministro, entonces el marqu¨¦s de Grimaldi. ?ste, antes de ver culminado el caser¨®n, fue sustituido. Tom¨® su puesto el conde de Floridablanca.
Era el a?o de gracia de 1782. Culminada la construcci¨®n del palacio, a partir de esa fecha sufrir¨ªa numerosas modificaciones. En sus aposentos comenzar¨ªan a residir o trabajar el conde de Aranda y despu¨¦s de ¨¦ste, durante dos d¨¦cadas, Manuel Godoy, duque de Alcudia, valido del rey Carlos IV y favorito de la reina Mar¨ªa Luisa de Parma.
Coleccionista de 100 relojes y de 1.000 cuadros -concretamente 1.022 colg¨® en los muros de este palacio-, Godoy acab¨® por dar su nombre al edificio. Con el pr¨ªncipe de la Paz habit¨® esta casona su esposa, la condesa de Chinch¨®n, inmortalizada por Goya.
Bajo sus techos, ornados de grutescos o de motivos orientales, se adoptaron decisiones de alcance hist¨®rico: fueron nombrados virreyes, generales, dignatarios del Estado, embajadores... Toda la vida pol¨ªtica espa?ola comenz¨® a girar en torno suyo; a ascender por su soberbia escalera; a cruzar por sus salones, mimados por el franc¨¦s Dugourc y Josep Castillo; a contemplar sus cuadros, pintados por Maella, Mata, Zacar¨ªas Gonz¨¢lez y Goya, quien colg¨®, en el denominado sal¨®n de Desnudos de Godoy, sus majas, junto con la Venus del espejo, de Vel¨¢zquez, entre otras joyas. Ca¨ªdo en desgracia Godoy, la historicidad del palacio sigui¨® creciendo: el mariscal Murat se instal¨® en ¨¦l como preboste de los ocupantes franceses, en 1808. Por ello, el primer grito de los patriotas madrile?os contra la ocupaci¨®n surgi¨® a pocos metros de su fachada, seg¨²n reza una l¨¢pida sobre la barandilla del cercano Palacio Real. Expulsados los franceses, fue sede del Ministerio de Marina, del Museo del Pueblo Espa?ol, del Instituto de Estudios Pol¨ªticos y ocasional hogar de los redactores constitucionales de 1978... El m¨¢s reciente bien de inter¨¦s cultural deber¨ªa haber figurado siempre entre los palacios m¨¢s protegidos de Madrid: sus riqu¨ªsimas colecciones quedaron desperdigadas por otros palacios.
Enigmas y pasadizos
El palacio de Godoy se alza sobre un solar tributario de un terreno en declive. Su pendiente va a morir en el murall¨®n geol¨®gico que escolta al Manzanares por su margen izquierda y taja la ciudad por el oeste. Por el subsuelo discurren aguas subterr¨¢neas que en su d¨ªa alcanzaron caudaloso flujo. Nadie ha encontrado, hasta ahora, explicaci¨®n al enigma arquitect¨®nico que implica la falta de correspondencia entre el arranque de la espl¨¦ndida escalera interior de palacio y la fachada de entrada, que se hallan muy alejadas. Quiz¨¢ obedezca a que Godoy alberg¨® en su recinto atestadas caballerizas, cuyo trasiego quiso separar del tr¨¢nsito de sus visitantes, personas principales. Bajo la cimentaci¨®n del palacete, trabada con vigas de enebro, los relatos sobre el Madrid de Habsburgos y Borbones sepultan distintos pasadizos. Uno llevaba hacia el antiguo cuartel de San Gil; otro, hacia la cercana calle de Torija; dos m¨¢s, herencia del reinado de Felipe III, lo un¨ªan al cercano monasterio de la Encarnaci¨®n y, por galer¨ªas entre manzanas de casas, al mism¨ªsimo Alc¨¢zar de los Austrias, sobre cuya planta se alzar¨¢ luego el Palacio Real. La leyenda relata que a trav¨¦s de estos t¨²neles, uno de los cuales pod¨ªa ser transitado en barca por las escorrent¨ªas subterr¨¢neas, Godoy buscaba ¨ªntimo entretenimiento con Mar¨ªa Luisa de Parma. Esta misma semana, en la cercana calle del Reloj, 4, unos alba?iles realizaban obras en un s¨®tano: mostraba trazas n¨ªtidas de un t¨²nel abovedado, a?oso al menos tres siglos, guiado hacia el contiguo convento de las Reparadoras, sede del Santo Oficio.
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