Apuntes sobre Estados Unidos
Siendo yo jovencillo la gente, sobre todo la de mi edad, sent¨ªa una admiraci¨®n sin l¨ªmites hacia los Estados Unidos. Si se quer¨ªa ensalzar a alguien se le llamaba americano o yanqui. Era la aplastante influencia del cine, nuestra claraboya al mundo. No s¨¦ si Franco y su ej¨¦rcito de censores se dieron cuenta de que el filme americano m¨¢s inocuo era un mensaje subversivo contra el r¨¦gimen de un pa¨ªs maniatado y hambriento.All¨ª donde estuviera Fred Astaire surg¨ªan escenarios para sus aladas danzas. Al aire libre, en palacio, entre peroles. El demiurgo creaba infatigablemente universos con la varita m¨¢gica de su libertad, de su alegr¨ªa, de su paz interior, de su limpio bienestar. Alas contra grilletes. A los adolescentes se nos despertaba la peor de las nostalgias, la nostalgia de lo que nunca se ha conocido. Las desenvueltas piernas de Ginger Rogers fascinaban por la espontaneidad de su desenvoltura. Se pod¨ªa ser feliz y la felicidad era aquello. Am¨¦rica, Am¨¦rica.
Cuando desert¨¦ de la Espa?a franquista, la imagen del pa¨ªs americano se hab¨ªa enturbiado. No me es dado, en el espacio de un art¨ªculo, seguirle la pista al cambiazo y menos a las razones del mismo. Por supuesto, la mano del r¨¦gimen no le fue ajeno. A guisa de ejemplo recuerdo que se esparci¨® el infundio de que la comida americana era muy buena a la vista, pero totalmente ins¨ªpida. Mentira. Es y sigue siendo asombrosa en la variedad y calidad de sus productos. Concedo que el tomate no resiste tanta industrializaci¨®n de la agricultura, pero poco m¨¢s concedo. Uno echa de menos la gr¨¢cil cebolleta, la sabrosa escarola, el robusto berro, la firme y jugosa manzana, y el gran cangrejo azul y la incomparable almeja cherrystone, grande como el pu?o de un ni?o y, comida cruda, manjar de dioses. Pero me he extendido en esa loa. Pido disculpas. Y concluyo diciendo que existe y se exporta la comida basura americana, pero la nuestra, la dom¨¦stica, causa los mismos estragos entre la poblaci¨®n escolar y en parte de la m¨¢s adulta.
En la actualidad, el antiamericanismo est¨¢ muy extendido entre los intelectuales y entre el pueblo. Eso s¨ª, con la t¨ªpica paradoja de por medio. En su condici¨®n de ciudadano un individuo rechaza el producto USA, pero en su condici¨®n de consumidor lo devora. Nada parece indicar que esta contradicci¨®n vaya a resolverse. En una sociedad de consumo, el consumidor siempre le gana la partida al ciudadano. Por algo la llamamos, con raz¨®n, sociedad de consumo, pues de otro modo, algunos porque no quieren, muchos porque no pueden consumir, la denominaci¨®n no tendr¨ªa sentido. Lo tiene porque apunta a una mentalidad, a un talante, a un sistema de valores.
Hoy podemos hablar de una historia de desamor. Desamor es la palabra exacta. Del amor al odio no hay m¨¢s que un paso, del amor al desamor los pasos son muchos y heterog¨¦neos, el proceso lento. El desamor no es producto de un brusco desenga?o, sino de la acumulaci¨®n paulatina de decepciones. A un gran n¨²mero de espa?oles que vivieron la posguerra, USA les ha decepcionado. Entre los m¨¢s j¨®venes, entre los que nunca sintieron devoci¨®n por aquel gran pa¨ªs, predomina un sentimiento de profunda antipat¨ªa. No hay calamidad mundial que no tenga su origen en Estados Unidos. Conozco a un intelectual airado cuyo sobrino se salv¨® de una leucemia del tipo que casi acab¨® con la vida del tenor Josep Carreras. El tratamiento es oriundo de USA, como m¨¢s de la mitad de toda la medicina ultramoderna. Mi hombre enarbola un barroco y sof¨ªstico razonamiento del que se desprende que ya hace tiempo que no habr¨ªa leucemias en el mundo de no ser por los Estados Unidos. Este pa¨ªs es como aquel ricacho que cre¨® un hospital pero antes hab¨ªa creado a los enfermos. Ahora, los enemigos de la globalizaci¨®n (yo lo soy de sus excesos) identifican este fen¨®meno con los Estados Unidos. A decir verdad, la globalizaci¨®n es un fen¨®meno mal comprendido, hasta el punto de que autores hay para quienes es producto del poder pol¨ªtico hegem¨®nico de los Estados nacionales. En todo caso, la globalizaci¨®n y el pensamiento ¨²nico no son sino la culminaci¨®n de un proceso cuyo origen est¨¢ en Europa: es el triunfo ?irreversible? de la variante del capitalismo abanderada por Adam Smith.
Fue Europa la primera en poner en pr¨¢ctica una globalizaci¨®n rudimentaria y mucho m¨¢s funesta de lo que pueda ser la actual, de la que dicho sea y no de paso, tambi¨¦n participa. (?Acaso no globaliza, enti¨¦ndase como se entienda el fen¨®meno, BP y tantas otras multinacionales europeas?). Europa se lanz¨® sobre ?frica el pasado siglo. Entr¨® a sangre y fuego, se reparti¨® el continente, destroz¨® culturas, hizo esclavos, se llev¨® las materias primas que necesitaba su econom¨ªa industrial, depauper¨® el medio ambiente y no se cuid¨® de implantar industrias ni a¨²n al precio de salarios de hambre. (En parte, porque la "raza" negra no sabr¨ªa manejar las complejas m¨¢quinas producto del genio europeo). Aquellos vientos trajeron los mort¨ªferos lodos que hoy arrasan ?frica.
Demonizar a un pa¨ªs occidental por todo lo que ha hecho y hace Occidente es una turbia injusticia: la ira que produce el poder... ajeno. Estados Unidos no es m¨¢s que la cabeza visible de un orden socioecon¨®mico que se ha venido gestando desde antes que Estados Unidos fuera siquiera una naci¨®n. No hay pueblos perversos, en todo caso, los perversos son los sistemas. Y el capitalismo, por cierto, ha alcanzado tal grado de desarrollo que se ha convertido en un sistema aut¨®nomo impulsado por fuerzas asimismo impersonales: concretamente, la T¨¦cnica, padre y madre de la ciencia y de la tecnolog¨ªa. Hoy podemos hablar del automatismo de un sistema, una fuerza ciega que s¨®lo permite desviaciones si ¨¦stas no arrojan arena al gran engranaje.
As¨ª, a¨²n podemos hablar de la americanizaci¨®n del mundo. Pero este fen¨®meno nada tiene que ver con el mesianismo de una naci¨®n. Nada que se parezca al pangermanismo de las ¨¦lites pensantes alemanas del pasado siglo. Estados Unidos es capaz de traficar con su mismo idioma. Las cadenas de televisi¨®n norteamericanas son las mejores aliadas del idioma castellano. Adquieren medios audiovisuales hispanos implantados en el pa¨ªs y los potencian. Las grandes cadenas incluyen en su programaci¨®n espacios en castellano, cuando ven que son rentables. O traducen del ingl¨¦s los propios. Adquieren o lo intentan los peri¨®dicos Spanish m¨¢s rentables del pa¨ªs. Y otra cosa: el gran d¨¦ficit comercial norteamericano se debe, en parte, al apetito insaciable de bienes extranjeros de la ciudadan¨ªa. Desde quesos a autom¨®viles. Conducir un Mercedes confiere prestigio. (Este coche es codiciado por los jud¨ªos americanos que escaparon al holocausto y por sus hijos. Qu¨¦ corazones tan divididos). En suma, la sociedad USA se distingue por su enorme porosidad. Si americanizan con su cine y su televisi¨®n no lo hacen por af¨¢n expansivo de su cultura, sino por af¨¢n de beneficio econ¨®mico. "The business of America is business", dijo un presidente. Este esbozo, a fuer necesariamente sucinto, tal vez resulte impertinente por superficial e incompleto. Pido entonces disculpas.
Manuel Lloris es doctor en Filosof¨ªa y Letras.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.