Hay una edad para cada cosa
Los tiempos del hombre est¨¢n calcados del ciclo estacional de las plantas. Hay una edad para cada cosa, pero Anto?ete quiere subvertir este principio; rebeld¨ªa cargada de recuerdos. La funci¨®n comenz¨® con cerca de 10 minutos de retraso, pues hubo que comprobar el estado del ruedo tras las lluvias que cayeron hasta una hora antes del comienzo.Sali¨® la primera res, anovillada, y comenz¨® a resbalarse. Anto?ete la par¨® con un cierto aire y una cierta falta de estabilidad y se le recet¨® un puyazo largo que motiv¨® que el toro se quedara corto. Se repiti¨® la suerte para mayor seguridad y vimos un segundo tercio con banderillas singulares, que rebotaban en los cueros del animal y pasaban a adornar la arena. Tras estas maravillas, no hubo nada: breve tanteo por la cara y paso a la cifra siguiente.
Marca / Anto?ete, Ponce, Garc¨ªa
Toros de Jos¨¦ Luis Marca, blandos, desiguales de presentaci¨®n y desmochados, bravo el 5? y manso el 6?.Anto?ete: dos pinchazos y dos descabellos (silencio); pinchazo, media perpendicular atravesada y tres descabellos (palmas, pitos y saludos desde el tercio). Enrique Ponce: estocada trasera (oreja); estocada ca¨ªda (dos orejas). Sali¨® a hombros. Juan Carlos Garc¨ªa: estocada trasera desprendida -dos avisos- (oreja); metisaca y estocada ca¨ªda -aviso- (oreja). Sali¨® a hombros. Plaza de Ja¨¦n, 21 de octubre. 7? corrida de abono. Media entrada.
El p¨²blico no se tom¨® a bien que la cuadrilla de Chenel parase al cuarto. Anto?ete so?¨® una ver¨®nica por el izquierdo y, a la vuelta, por el otro pit¨®n, se le col¨® el toro, al que en la suerte de varas picaron a m¨¢s y mejor por todo el ruedo, provocando la ira.
Pero mira por donde, vimos la noche cerrada iluminada por el amanecer y se destap¨® el Chenel n? 5: dos series de naturales y otras dos por la derecha, rematadas con variedad y gusto. Un cambio de manos por la cara y, en el girar de la muleta, se le perdi¨® el palillo, lo que vino a depositarnos en el d¨ªa de hoy. Las zarzas son guardianas de frutas apetitosas y es natural que se dude antes de meter la mano, y que se renuncie a las m¨¢s profundas.
El quinto fue el ¨²ltimo que Ponce ha lidiado esta temporada. Tuvo su aquel, ya que se comport¨® bravamente en dos puyazos y lleg¨® a la muleta con cierta dosis de picante. Ponce dio m¨¢s a derechas que a izquierdas, por donde el toro necesitaba mando y poder, adem¨¢s de una suerte cargada que le diera oportunidades de ganar la batalla, remedios necesarios para combatir un peligro manifestado, precisamente, por ese lado. Los derechazos encontraron mejor su objetivo. No traicion¨® Ponce su labor de la temporada, exponiendo virtudes lidiadoras y defectos conocidos que lo mantienen en lo alto del escalaf¨®n. En su favor, hay que decir que, por esta vez, no hizo uso de su derecho de gracia: no hubo indulto.
En el anterior, vimos una res que sali¨® con prisas y se par¨® de golpe. Lleg¨® a la muleta unas veces de pie y otras de rodillas, enganchando el enga?o. El matador tir¨® de voz y patada para provocar la embestida pero la inspiraci¨®n de Gayarre y la de Sarasate no valieron para sacar partido.
Juan Carlos Garc¨ªa administr¨® unos lances de recibo serios y enjundiosos, que atesoraban las virtudes toreras del buen gusto y del ritmo. Al picar se perdi¨® la parte met¨¢lica de la puya, pero el toro cay¨® igual. La faena de muleta comenz¨® algo r¨ªgida, mejor por la derecha, lado por donde alcanz¨® su punto culminante en una buena serie en la que el hocico del toro surcaba la arena.
El ¨²ltimo sali¨® en plan de manso de libro y se troc¨® en manso toreable. Garc¨ªa plante¨® una labor larga en vez de la breve e intensa que se impon¨ªa y acab¨® comprometido por los amagos del manso.
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