Europa prefiere a Gore
Los ciudadanos europeos no tienen derecho de voto en la elecci¨®n del presidente de EE UU, pese a que el ganador en los comicios del 7 de noviembre, Gore o Bush, tomar¨¢ numerosas decisiones que nos afectar¨¢n. Pero hay pocas dudas de que la mayor¨ªa de los Gobiernos europeos preferir¨ªan a Gore, un valor conocido que defiende una actuaci¨®n conjunta de EE UU con sus aliados. Bush, por el contrario, tiene una visi¨®n m¨¢s unilateralista y se ha comprometido a rebajar la presencia militar estadounidense en Europa, en particular en los Balcanes. Pide a los europeos que tomen el relevo en este esfuerzo, lo que provoca algunos escalofr¨ªos en las canciller¨ªas del Viejo Continente.Pero en esas urnas se juegan muchas m¨¢s cuestiones que las de pol¨ªtica exterior. Con el impulso de Clinton, y coincidiendo con una etapa de dominio del centro-izquierda en los Gobiernos de la UE, sobre cuyas pol¨ªticas el presidente saliente ha ejercido una importante influencia, se ha venido tejiendo una complicidad que dif¨ªcilmente tendr¨¢ continuidad si Al Gore es derrotado. El factor ideol¨®gico, aunque sea una ideolog¨ªa ligera, todav¨ªa cuenta.
La pol¨ªtica exterior ha entrado con fuerza inesperada en una campa?a electoral l¨®gicamente dominada por cuestiones internas: impuestos, reforma de la sanidad p¨²blica y la educaci¨®n. Pero la agenda internacional ha obligado a ambos candidatos a definirse sobre lo que acabar¨¢ siendo su principal dedicaci¨®n: el mundo. Aunque, una vez en la Casa Blanca, la realidad se imponga sobre cualquiera que sea el ganador, Gore y Bush son herederos de tradiciones distintas. Concuerdan en lo esencial en su deseo de mantener la primac¨ªa de Estados Unidos; pero los debates, sus declaraciones y las de sus asesores proyectan visiones diferentes. Gore tiene un discurso m¨¢s multilateralista, m¨¢s partidario de la ONU y sus instituciones y de alianzas como la OTAN. Insiste m¨¢s en los valores, en los derechos humanos, en el "sentido de misi¨®n" de la pol¨ªtica exterior de EE UU para contribuir a poner en pie naciones democr¨¢ticas.
Es una orientaci¨®n que rechaza Bush, que ha ganado seguridad en estas materias a lo largo de estos meses, tras sus meteduras de pata iniciales. El gobernador de Tejas, m¨¢s esc¨¦ptico, se presenta como menos intervencionista -no se hubiera lanzado a las operaciones en L¨ªbano, Hait¨ª o Somalia-, menos partidario de la ONU y de organizaciones como el Fondo Monetario Internacional. Es decir, que parece creer menos en la gobernabilidad mundial y prefiere, por ejemplo, que los europeos se saquen sus casta?as del fuego ellos solos.
Bush defiende con m¨¢s crudeza que Gore una defensa contra misiles que levanta sarpullidos en Europa y un aumento de los gastos militares estadounidenses, que mientras disminuyen los europeos podr¨ªa aumentar el foso entre ambos lados del Atl¨¢ntico. Respecto a China -y a diferencia de Gore, que, en la estela de Clinton, la considera un "socio estrat¨¦gico"-, Bush la ve como un "competidor". Por otra parte, aunque el voto latino en EE UU vaya mayoritariamente hacia el candidato dem¨®crata, es el republicano quien ha dedicado m¨¢s atenci¨®n a Am¨¦rica Latina. Respecto a Oriente Pr¨®ximo, cualquiera de ellos deber¨¢ hacer un enorme esfuerzo para superar sus condicionamientos proisrael¨ªes.
Ante estas perspectivas, Bush preocupa a los europeos m¨¢s que su rival. Si llega a la Casa Blanca y cumple su palabra, forzar¨¢ a los europeos a hacer justamente lo que siempre dicen que quieren hacer y no hacen: m¨¢s esfuerzos militares y diplom¨¢ticos para lograr m¨¢s autonom¨ªa. Por eso, y aunque prefieren a Gore, quiz¨¢s a los europeos no les viniera mal un correctivo como Bush. Claro que una vez instalado podr¨ªa llegar a descubrir que a su pa¨ªs le conviene una cierta autonom¨ªa europea, aunque no demasiada.
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