Despu¨¦s de los abogados, la imaginaci¨®n
La industria audiovisual siempre ha reaccionado igual ante la emergencia de nuevas tecnolog¨ªas. Primero env¨ªa a sus abogados, y luego, ante la evidencia de lo imparable, busca un modelo de negocio que aproveche los nuevos soportes. Pas¨® con los editores de partituras que quisieron tumbar las pianolas con tarjetas perforadas. Y pas¨® con Hollywood, que intent¨® la condena judicial de las grabadoras de v¨ªdeo. Las discogr¨¢ficas se han querellado con Napster.com pero, al mismo tiempo, han empezado a pensar en sus propias alternativas de comercio para distribuir por Internet sus archivos musicales.
Universal y Warner han suscrito un acuerdo con Loudeye para digitalizar sus archivos. Sony proyecta aprovechar su consola Play Station 2 para ofrecer descarga de temas musicales. Universal ha hecho este mes una prueba piloto con 5.000 usuarios que pod¨ªan descargar 20.000 t¨ªtulos de su cat¨¢logo para rodar una pr¨®xima f¨®rmula de suscripci¨®n. Muchas discogr¨¢ficas, en sus propios sitios o en escogidos portales, han puesto a la venta la descarga de algunos ¨¢lbumes o canciones. EMI, por ejemplo, lo ha hecho con el ¨²ltimo trabajo de Radiohead. AOL lanza un servicio de pago para descargar canciones tras ver que Napster.com consegu¨ªa nueve millones de usuarios en seis meses, algo que al potente portal norteamericano le cost¨® un decenio. Universal, BMG, Warner y Sony apoyan el nacimiento de Musicbank, que permitir¨¢ la audici¨®n de una canci¨®n v¨ªa streaming (un sistema que impide la grabaci¨®n del archivo) cuando el usuario demuestre que ha comprado el CD; es decir, como MyMP3.com, pero con las licencias en regla.
Reto dif¨ªcil
La b¨²squeda de nuevas f¨®rmulas no es sencilla. El fen¨®meno de la descarga gratuita de archivos musicales de un ordenador particular a otro ordenador particular se ha multiplicado con nuevas f¨®rmulas, mucho m¨¢s horizontales que Napster. Mientras ¨¦ste centraliza en su sitio la b¨²squeda, otros servicios, como la extensa familia Gnutella, ni tan siquiera centralizan la lista (un ordenador llama a otro, y si ¨¦ste no encuentra el archivo deseado, busca en otros hasta dar con la m¨¢quina particular que tiene disponible la canci¨®n deseada). Y todo ello sin que medie pago alguno porque, seg¨²n sus defensores, se trata de un intercambio desinteresado de temas musicales y no de una venta. Es lo que se llama el P2P (de amigo a amigo), una tecnolog¨ªa que algunas compa?¨ªas quieren aprovechar en otros sectores del comercio digital. Otras dificultades en el horizonte: introducir la cultura de suscripci¨®n a un cat¨¢logo y no a la compra de un ¨¢lbum concreto o negociar con los artistas los derechos, porque las discogr¨¢ficas ostentan los derechos sobre la grabaci¨®n (el CD), pero no sobre la composici¨®n.
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