La mujer m¨¢s antip¨¢tica, incluso entre sus seguidores
Es el problema que tiene Hillary Clinton: cae mal, incluso entre los suyos
"Cuando Hillary Clinton lleg¨® a este Estado hace 16 meses, los neoyorquinos ten¨ªan muchos motivos para ser esc¨¦pticos. Nunca hab¨ªa vivido, trabajado o votado en Nueva York; nunca hab¨ªa sido elegida a un puesto p¨²blico y sin embargo, irradiaba una ambici¨®n y una impresi¨®n de tener derecho al Senado norteamericano como si fuera un paseo hacia la fama". As¨ª empezaba el editorial con el que la semana pasada The New York Times decidi¨® hacer p¨²blico su apoyo a la candidatura de la primera dama. Es el problema que tiene Hillary Clinton: cae mal, incluso entre los suyos.
Es un h¨¢ndicap con el que ha tenido que luchar desde que decidi¨® alejarse de la sombra de su marido e iniciar su propia carrera pol¨ªtica, una impresi¨®n muy visible que reaparece una y otra vez en los sondeos: los neoyorquinos no dudan de las capacidades intelectuales de Hillary ni de sus ganas de trabajar, pero no consiguen olvidar esa antipat¨ªa natural que irradia pese a sus sonrisas y sus esfuerzos.
"Si trae sus viejas costumbres al Senado -segu¨ªa el editorial de The New York Times-, su carrera puede ser tan accidentada, frustrante, y finalmente tan investigada como la de sus a?os en la Casa Blanca".
La sombra de Monica
Hillary ha tenido que recurrir a su trayectoria con Bill Clinton para demostrar su experiencia pol¨ªtica y con ello ha vuelto a recrear el aura de esc¨¢ndalo que siempre ha rodeado su matrimonio: el asunto Whitewater de especulaci¨®n de terrenos, el suicidio de uno de sus pr¨®ximos colaboradores, Vincent Foster, el empleo recaudatorio de la habitaci¨®n de invitados de la residencia presidencial, el c¨¦lebre Lincoln Bedroom, y por supuesto el culebr¨®n Monica Lewinsky. La candidata tambi¨¦n ha tenido que navegar entre sus distintos personajes, no siempre con ¨¦xito. Los norteamericanos se enamoraron de la esposa abnegada y fiel durante el terremoto de la becaria, cuando Hillary culmin¨® el a?o 1998, en pleno impeachment, con una portada en Vogue. Pero lo tuvieron algo m¨¢s dif¨ªcil al redescubrir en una campa?a electoral particularmente dura, a la abogada agresiva y ambiciosa que tan impopular se hizo al inicio del mandato de su marido. Incluso el electorado femenino no ha seguido con facilidad todas estas transiciones.
Pero Hillary es igual de incombustible que Clinton y no se desanima. Se ha pateado el Estado de Nueva York, visitando hospitales y estrechando manos, con su conjunto negro y su jersey fucsia, esperando ser la ¨²nica mujer de un presidente norteamericano en ser elegida al Senado.
La primera dama no se imagina leyendo el peri¨®dico frente al fuego en su mansi¨®n de Chapaqqua, escuchando las viejas historias de Bill.
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