El miedo condiciona la pol¨ªtica del PSE
Los socialistas podr¨ªan desempe?ar el papel de partido bisagra en el panorama resultante de un adelanto electoral en el Pa¨ªs Vasco
El castigado Partido Socialista de Euskadi (PSE-Euskadiko Ezkerra) tiene la llave de la estrategia pol¨ªtica con la que el Gobierno central pretende hacer frente a la nueva fase ofensiva de ETA: doblegar al nacionalismo violento y reconducir al PNV a la senda estatutaria y al respeto constitucional. La proyectada conquista por las fuerzas no nacionalistas del poder auton¨®mico vasco, n¨²cleo de la estrategia del Ejecutivo de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, requiere inevitablemente el concurso del PSE-EE, te¨®ricamente llamado a desempe?ar el papel de partido bisagra en el panorama pol¨ªtico vasco resultante de un eventual adelanto electoral. La raz¨®n de Estado que inspir¨® los primeros Gobiernos de coalici¨®n de los socialistas con el PNV vuelve a esgrimirse ahora precisamente para finiquitar el ciclo de dos d¨¦cadas de nacionalismo hegem¨®nico, para hacerse con el control de la Ertzaintza, de los medios de comunicaci¨®n p¨²blicos (EITB) y de la educaci¨®n, las grandes palancas del poder pol¨ªtico nacionalista.En v¨ªsperas del congreso que celebrar¨¢n los pr¨®ximos d¨ªas 25 y 26, los socialistas vascos barajan las opciones posibles: renovar la pasada alianza con el nacionalismo, aliarse con el PP, ir a un tripartido con participaci¨®n del PNV, aunque es sabido que la direcci¨®n del PSE no adoptar¨¢ decisi¨®n formal alguna hasta pasados los comicios. Descerrajar la argolla del miedo que el terrorismo trata de colocar en torno al PSE y conservar la libertad parece el objetivo inmediato de ese congreso en el que las distintas familias del socialismo vasco (el socialismo obrerista vizca¨ªno de Nicol¨¢s Redondo, el socialismo vasquista de Jes¨²s Eguiguren, el alavesismo hu¨¦rfano del asesinado Fernado Buesa) parecen dispuestas al abrazo, a hacerse pi?a frente a la adversidad.
"Lo que nos une ahora con el PP es el derecho a la vida y a la libertad, la defensa del Estatuto y la Constituci¨®n, pero un Gobierno de coalici¨®n con el PP da mucho miedo", dice ?lvaro Esparza, ex concejal de Bergara (Guip¨²zcoa), que renunci¨® a su cargo el 23 de mayo ¨²ltimo por "prescripci¨®n facultativa", como dice ¨¦l, tras una dur¨ªsima campa?a de amenazas que le condujeron a la consulta del psiquiatra. Miedo a ser arrastrados por la din¨¢mica impuesta por el PP, a perder los perfiles propios de alternativa al Gobierno de Aznar, pero tambi¨¦n miedo f¨ªsico a no poder resistir los embates supuestos de un nacionalismo previsiblemente alineado en bloque contra la hipot¨¦tica coalici¨®n gubernamental "espa?olista". La f¨®rmula del tripartito PP-PNV-PSE goza de bastante predicamento en la medida en que incorporar¨ªa al PNV al proyecto de reconducci¨®n pol¨ªtica de Euskadi y reducir¨ªa la brecha abierta entre "las dos comunidades".
Con todo, hay una opini¨®n un¨¢nime en las bases socialistas, un verdadero clamor que expresa bien el concejal de Llodio (?lava) Ra¨²l Arza cuando afirma que "de ninguna manera podemos compartir el Gobierno con este PNV. El PNV tendr¨¢ que cambiar sustancialmente, tendr¨¢ que romper n¨ªtidamente con Lizarra, tendr¨¢ que admitir que su ciclo hegem¨®nico ha acabado". La indignaci¨®n por la "traici¨®n" del PNV en el Pacto de Lizarra y el recuerdo penoso del ¨²ltimo Gobierno de coalici¨®n, en el que, como dicen los propios socialistas, al PSE le asignaron el papel de morroi (criado) del PNV -"morroi con librea de lujo, pero morroi", subrayan- es m¨¢s poderoso que el temor. Sin embargo, en muchos casos, la perspectiva de un Gobierno de coalici¨®n con el PP suma miedo al miedo instalado en tantos hogares socialistas. Al margen de los an¨¢lisis y de las consideraciones netamente pol¨ªticas que avalan una u otra alternativa, hay una l¨ªnea de p¨¢nico que conecta entre s¨ª a las casas del pueblo y a los hogares de los socialistas vascos. Esa l¨ªnea presenta un trazo fino en las grandes aglomeraciones urbanas, donde el nacionalismo retrocede en su conjunto y el socialismo parece firmemente asentado. Esa l¨ªnea se espesa considerablemente en los municipios rurales, guipuzcoanos preferentemente, en los que el nacionalismo resulta abrumadoramente hegem¨®nico.
"?Quiere saber qu¨¦ pensamos los afiliados de Beasain sobre las posibles coaliciones electorales? Mire usted, en estos momentos lo que nos preocupa es salvar la vida; la vida propia y la libertad. Nosotros aqu¨ª no hablamos pr¨¢cticamente de otra cosa", responde Pablo Parra, concejal de ese municipio guipuzcoano. Mirar siempre debajo del coche, comprobar la cerradura, cambiar los horarios y trayectos, no hacer nada previsible, no dar explicaciones ni aportar dato alguno por insignificante que parezca, evitar las zonas calientes, despistar a los chivatos, soslayar la muerte, salvar el pellejo", he aqu¨ª el programa cotidiano de tantos y tantos concejales y militantes vascos no nacionalistas. Llamar a la puerta de estos hogares es hoy sumergirse en el pozo de la angustia, adentrarse en el laberinto de la depresi¨®n, adivinar las l¨¢grimas al otro lado del tel¨¦fono. Los m¨¢s amenazados cuentan con el privilegio de la escolta, que les gu¨ªa a trav¨¦s de la nebulosa del miedo por los tortuosos caminos de esta Euskadi opresiva, irrespirable, fantasmag¨®rica. Los otros viven a la intemperie, siempre en vilo, fiados a sus propias medidas de seguridad, a sus propias fuerzas. Todos se acuestan con sus propios temores, con el interrogante de qui¨¦n ser¨¢ el pr¨®ximo, con el pensamiento de que, si han matado a este y al otro, ¨¦l puede perfectamente ser el siguiente. S¨ª, el miedo campa libremente hoy en el Pa¨ªs Vasco y atrapa en la misma red a los familiares de los amenazados, extiende su larga garra hasta los territorios donde la racionalidad se desvanece, donde anidan la obsesi¨®n y la paronoia.
"Mi marido no tiene escolta, no la hay para todo el mundo. La Ertzaintza nos ha dado un peque?o cursillo, una serie de consejos. Pero ?qu¨¦ se puede hacer si mi marido tiene que salir todos los d¨ªas a las siete y media de la ma?ana para ir al trabajo, si tiene que volver a casa por la noche, si todo el mundo conoce su coche? ?Sabe lo que hace ¨¦l? Deja el coche con las puertas abiertas en la calle y se lo cuenta a la gente de HB, como dici¨¦ndoles: mirad, haced lo que quer¨¢is. Algunos son los antiguos compa?eros de ikastola de nuestros hijos, pero de un tiempo a esta parte, desde el ¨²ltimo atentado, no puedo dejar de pensar que necesariamente alguien del pueblo hace de chivato y marca a las v¨ªctimas, gente que tienes al lado, que conoces seguramente. Y no sabes qui¨¦n te va a pegar la pu?alada trapera. Siento p¨¢nico, y eso que ¨¦ste no es un pueblo que se pueda decir conflictivo", indica con voz tr¨¦mula esta mujer, esposa de un concejal socialista.
Ella y su marido, bien entrados ambos en la cincuentena, proceden del Partido de los Trabajadores, la desaparecida formaci¨®n de Santiago Carrillo que pas¨® a integrarse en el PSOE. Son viejos comunistas, fundadores de Comisiones Obreras en Euskadi, gente que se bati¨® el cobre contra la dictadura franquista, que pag¨® con la c¨¢rcel su militancia y su lucha por las libertades. "Hemos luchado durante m¨¢s de treinta a?os, pero jam¨¢s hab¨ªa sentido un miedo semejante. Durante el franquismo, a mi marido lo detuvieron y encarcelaron varias veces por pertenecer a CC OO. Era terrible. Ven¨ªa la polic¨ªa a casa a detenerlo y yo sab¨ªa que le iban a dar una buena paliza y a meterle entre rejas. Sab¨ªa que iban a pegarle, pero no tem¨ªa verdaderamente por su vida, no pensaba que le pod¨ªan pegar un tiro. Esto de ahora es mucho peor, mucho m¨¢s tremendo, porque vienen directamente a matarnos".
Aparentemente, la preferencia de un Gobierno con el PNV discurre en paralelo con la l¨ªnea geogr¨¢fica del miedo, goza de mayor predicamento en Guip¨²zcoa y en aquellos municipios vizca¨ªnos y guipuzcoanos de mayor implantaci¨®n nacionalista, mayor peso de Euskal Herritarrok.
Oy¨¦ndole a F¨¦lix Pe?a, concejal de Mutriku, en el l¨ªmite fronterizo de Guip¨²zcoa con Vizcaya, se comprende que una hipot¨¦tica alianza con el PP no resolver¨ªa precisamente el problema de marginalidad y aislamiento a que est¨¢ sometido el PSE en los peque?os municipios guipuzcoanos. "Imag¨ªnese, nosotros tenemos unos 130 votos y el PP m¨¢s de 200 en un municipio de 4.700 habitantes. Como organizaci¨®n somos poca cosa: apenas 10 afiliados, viejos republicanos, amas de casa y unos pocos asalariados. El m¨¢s joven de nosotros supera la cuarentena. Somos pocos, repito, pero es que el PP no tiene a nadie que d¨¦ la cara por ¨¦l, es un partido fantasma, unos electores fantasmas, porque nadie sabe qui¨¦nes son esos votantes. Es el miedo, claro, y eso que Mutriku es un pueblo relativamente tranquilo".
En ¨¦ste y en otros pueblos donde impera lo que el soci¨®logo Paco Llera define como el sistema de "bipartidismo nacionalista" (PNV y HB son las ¨²nicas fuerzas realmente existentes), la tranquilidad para la oposici¨®n guarda una relaci¨®n directa con su invisibilidad, su incapacidad para pesar m¨ªnimamente. "Hacemos lo que podemos", se?ala F¨¦lix Pe?a. "No tenemos concejal, pero estamos en las comisiones t¨¦cnicas del Ayuntamiento, que est¨¢ dirigido por HB, porque el concejal de EA les entreg¨® la alcald¨ªa pese a que su partido le presion¨® para que votara al candidato del PNV. No tenemos mala relaci¨®n con los nacionalistas, incluidos los de HB, aunque no estamos legitimados socialmente. A un afiliado nuestro, serio, trabajador y con ingresos suficientes le han negado el alquiler de una casa simplemente por socialista y, claro, tenemos la Casa del Pueblo cerrada. S¨®lo la abrimos para las reuniones que hacemos en plan clandestino, as¨ª que es dif¨ªcil reunir a la gente y completar las listas electorales. Nuestros simpatizantes no quieren que les vean entrar en nuestra sede, que se les identifique como no nacionalistas", dice este militante, que es maestro en un municipio cercano en el que oculta su condici¨®n de socialista.
A F¨¦lix Pe?a una alianza gubernamental con el PP le parece extremadamente peligrosa -"hay el mismo extremismo en un lado y en otro", apunta-, aunque como tantos otros piensa que la reedici¨®n del pacto con el PNV s¨®lo puede hacerse a partir del abandono del Pacto de Lizarra. Dice que aguanta porque tiene un ideal que sostener. "Es necesario que el PSE exista", subraya.
Generalmente, en esos municipios guipuzcoanos de menos de 10.000 habitantes, la presencia testimonial, inocua, de las agrupaciones locales socialistas est¨¢ todav¨ªa consentida, algo nada evidente en la situaci¨®n del PP. El grueso de la artiller¨ªa, en forma de pintadas amenazantes, llamadas telef¨®nicas, hostigamiento, ataques a los hogares y asesinatos, est¨¢ actualmente centrado en la franja de municipios de entre 10.000 y 50.000 habitantes, donde el PSE s¨ª cuenta con representaci¨®n municipal y es un actor pol¨ªticamente activo. Es ah¨ª donde la operaci¨®n de limpieza ideol¨®gica, de hostigamiento a los representantes de los partidos no nacionalistas, se desarrolla con mayor intensidad. "Corremos el riesgo de la marginaci¨®n en los municipios en los que la presi¨®n est¨¢ m¨¢s acentuada", se?ala el concejal de Bilbao Dimas Sa?udo. "La gente ya no entra tan f¨¢cilmente en las casas del pueblo, pero tenemos que demostrar que no nos vamos a arredrar as¨ª como as¨ª". Paco Llera ve en la denominada campa?a de "desobediencia civil" (instauraci¨®n del carn¨¦ y pasaportes vascos, rebeld¨ªa administrativa, desplegada ya en algunos ayuntamientos controlados por HB) el embri¨®n de un proyecto de creaci¨®n de "territorios liberados".
La participaci¨®n en las asambleas y reuniones de las casas del pueblo ha ca¨ªdo en picado. "Se vive un cierto ambiente de clandestinidad, muy duro. En muchos casos, las reuniones se convocan con 24 horas de antelaci¨®n y se cambian los lugares para evitar que nos localicen", apunta Denis Itxaso, responsable de comunicaci¨®n del PSE guipuzcoano. Inevitablemente, la vida org¨¢nica del partido se resiente. Hay deserciones, claro, concejales, militantes y simpatizantes que abandonan, generalmente de manera discreta, gentes que dejan su pueblo o que buscan un trabajo fuera, salir de la trampa en la que se ha convertido su vida.
"Le cuento la verdad si me promete no citar mi nombre", exige el ¨²nico concejal socialista de un municipio medio guipuzcoano. "Al contrario que los concejales del PP, que ni niven aqu¨ª ni aparecen, yo sigo yendo al Ayuntamiento, pero lo cierto es que trato de significarme lo menos posible, pasar inadvertido, objetar de manera testimonial. Descarado. Tengo que pensar en mi familia, a la que valoro m¨¢s que a mi propia vida. Yo firmar¨ªa ahora mismo la liquidaci¨®n del PSE si eso trajera la paz. Se lo digo como lo siento, porque no hay soluci¨®n. Soy hijo de socialista y nunca hasta ahora hab¨ªa sentido miedo. He defendido siempre que la v¨ªa de la paz no pasaba por el aislamiento de HB y ahora no me queda m¨¢s remedio que dar la raz¨®n a quienes sostienen que la tolerancia es un disparate. ?Sabe de lo que hablamos en los c¨ªrculos de mayor confianza? Hablamos de que la ¨²nica soluci¨®n es llenar Euskadi de guardias civiles, de estados de excepci¨®n, de la llegada del Ej¨¦rcito. Barbaridades as¨ª. No hay soluci¨®n, no. Si estuvi¨¦ramos todos... pero ya se ha visto varias veces que cuando ETA est¨¢ con la lengua fuera viene el PNV a insuflarles ox¨ªgeno. Adem¨¢s, ?no est¨¢ buscando ETA el triunfo electoral del PP?".
Dimas Sa?udo opina de manera bien diferente. "A m¨ª no me da miedo un Gobierno con el PP. Salvando las distancias, en ?lava y en el Ayuntamiento de San Sebasti¨¢n ese pacto de gobierno existe y no pasa nada. De hecho, el anterior diputado general de ?lava, F¨¦lix Ormaz¨¢bal, ha tenido que cambiar su discurso ahora que est¨¢ en la oposici¨®n. Buena parte de los militantes vizca¨ªnos pensamos que para que el PNV pueda cambiar es necesario que se vaya a la oposici¨®n, que haya una catarsis en su seno. El ciclo nacionalista llega a su fin, como lo prueba la p¨¦rdida por el nacionalismo de ?lava y de los grandes n¨²cleos urbanos".
Pese a estos argumentos y constatado que lo que les pide el cuerpo a las bases socialistas es castigar al PNV, en Guip¨²zcoa, sobre todo, parece impuesta la idea de que no se puede dejar al nacionalismo fuera del Gobierno. "La soluci¨®n debe venir por la propia sociolog¨ªa del pa¨ªs, que reclama el consenso entre nacionalistas y no nacionalistas. Aqu¨ª no sobra nadie", sostiene Eloy Artolaz¨¢bal, militante de Andoain, que entr¨® en el PSE procedente de Euskadiko Ezkerra. Su f¨®rmula es un Gobierno tripartito sustentado en un acuerdo muy s¨®lido. "En los pasados Gobiernos de coalici¨®n con el PNV, los socialistas hemos hecho dejaci¨®n en terrenos claves como el de la ense?anza, y eso no debe volver a reproducirse", dice. "De todas formas", a?ade, "¨¦ste es un debate que no se ha planteado en nuestra agrupaci¨®n local. Tenemos problemas m¨¢s urgentes, como el de salvar la vida y resistir. Porque, con mucho miedo, seguimos al pie del ca?¨®n".
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