Heberto Padilla 'in memoriam'
A Lourdes GilAnoto una reveladora paradoja. La poes¨ªa no se lee. No se vende. Nos interesa s¨®lo a un exiguo grupo de iniciados. En el mejor de los casos, ocupa un lugar oculto en los anaqueles de las librer¨ªas; en el peor, en esos execrables lugares llamados "grandes superficies", simplemente no est¨¢. Medidas que se autoproclaman liberalizadoras como la liquidaci¨®n del precio ¨²nico del libro se aprestan a darle el tiro de gracia. Y, sin embargo, es la poes¨ªa la que marca a fuego y para siempre en el imaginario colectivo el testimonio y el canto de la resistencia humana contra la opresi¨®n, por la libertad. Lo que distingue a Ana Frank entre los millones y millones de v¨ªctimas del nazismo es que ella escribi¨® un diario, habl¨® por todos. Lo que distingue a Marina Tsvet¨¢ieva entre los mi-les y miles de rusos a quienes el terror estalinista condujo al suicidio es que ella escribi¨® un canto. As¨ª, Federico Garc¨ªa Lorca, asesinado; as¨ª, Miguel Hern¨¢ndez, muerto en la c¨¢rcel; as¨ª tambi¨¦n, Heberto Padilla, que muri¨® hace unas semanas en el exilio.
Las v¨ªctimas se igualan en el sufrimiento como los victimarios se igualan en el crimen. Los grandes poetas, por su parte, tienen en com¨²n el valor imperecedero de descubrir y fijar el sentido de una ¨¦poca a trav¨¦s de la m¨²sica de sus palabras, que el tiempo termina secretamente por convertir en palabras de todos. Y Heberto Padilla fue en primer¨ªsimo lugar un poeta extraordinario, el m¨¢s importante poeta civil que ha habido en Cuba en cuarenta a?os de dictadura castrista; todos los dem¨¢s hechos notables de su vida, incluso aquellos que conforman el famoso caso Padilla, estuvieron determinados por esa condici¨®n escencial, a menudo oculta tras el esc¨¢ndalo pol¨ªtico.
Tradicionalmente, la poes¨ªa cubana hab¨ªa encontrado sus modelos en el marco de la lengua espa?ola -que, a partir de Mart¨ª, Dar¨ªo y Casal, incluye tambi¨¦n a Hispanoam¨¦rica-, y de la francesa. Padilla conoc¨ªa bien estos tesoros, pero busc¨® sus referencias en lo que calific¨® como "la austera literatura en lengua inglesa, tan hostil al lujo de la nuestra". En el pr¨®logo a la edici¨®n conmemorativa de su libro esencial, Fuera del juego (Ediciones Universal, Miami, 1998), Padilla identific¨® a sus maestros -W. H. Auden, R. Lowel y T. S. Eliot-, y nos dijo: "Luis Cernuda fue el poeta espa?ol que m¨¢s a fondo estudi¨® la diferencia entre la poes¨ªa inglesa y la espa?ola, al referirse a la tendencia hisp¨¢nica que ¨¦l describ¨ªa como 'falacia de lo pat¨¦tico'. Todav¨ªa en Cuba prevalec¨ªa la idea de Valery de que la poes¨ªa es 'un idioma dentro de un idioma', con lo que se remite a la poes¨ªa a un lenguaje propio y exquisito. Yo pensaba, como T. S. Eliot, que la poes¨ªa 'nunca debe apartarse por completo del idioma de los intercambios comunes, de modo que cuando un lector vea un poema diga as¨ª hablar¨ªa yo si pudiera hablar en poes¨ªa".
Era su alternativa ante la aventura metaf¨ªsica o m¨ªstica y el rechazo de algunos poetas cubanos por la historia, punto de partida que ya est¨¢ presente en cierta medida en El justo tiempo humano (La Habana, 1961), y que alcanza su plenitud en el ya citado Fuera del juego, cuya edici¨®n pr¨ªncipe se realiz¨® en La Habana en 1968 y que, a mi juicio, constituye el poemario m¨¢s significativo y revelador de los muchos que en diversas latitudes y lenguas provoc¨® el terremoto social conocido como "revoluci¨®n cubana". Adem¨¢s de su genio y de su formaci¨®n anglosajona, Padilla trajo a este libro un conocimiento excepcional de la tragedia provocada por la dictadura comunista en Rusia, que tantas resonancias ten¨ªa y tiene en Cuba. La segunda parte de Fuera del juego se titula 'El abedul de hierro', y hay en ella estremecedores poemas rusos como 'Canci¨®n de la Torre Sp¨¢skaya', 'Canto de las nodrizas', o 'Los enamorados del bosque Izmailovo'.
En aquel entonces, 1968, cuando muchos, yo entre ellos, est¨¢bamos fascinados por la utop¨ªa cubana, ciegos a la realidad dictatorial que ya se enmascaraba tras ella, Heberto Padilla vio y cant¨® en Fuera del juego: "Prot¨¦gete de los vacilantes, / porque un d¨ªa sabr¨¢n lo que no quieren. / Prot¨¦gete de los balbucientes, / de Juan-el-gago, Pedro-el-mudo, / porque descubrir¨¢n un d¨ªa su voz fuerte. / Prot¨¦gete de los t¨ªmidos y los apabullados, / porque un d¨ªa dejar¨¢n de ponerse de pie cuando entres", en un poema que se atrevi¨® a llamar, nada menos, 'Para escribir en el ¨¢lbum de un tirano'.
Era demasiado para la soberbia de Fidel Castro. Aquel libro, que inclu¨ªa tambi¨¦n, por ejemplo, poemas titulados 'El hombre al margen', 'Bajorrelieve para los condenados', 'Cantan los nuevos c¨¦sares' y 'Tambi¨¦n los humillados', gan¨® el Premio Juli¨¢n del Casal de la Uni¨®n Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) en 1968, y cay¨® como una bomba en las tranquilas aguas laudatorias de la cultura cubana de entonces. El poeta cubano exilado en Espa?a Manuel D¨ªaz Mart¨ªnez, miembro del jurado que otorg¨® el premio, ha contado en 'El caso Padilla: crimen y castigo' (revista Encuentro de la Cultura Cubana, n¨²mero 4/5), las enormes presiones que el Estado ejerci¨® para que la distinci¨®n fuera concedida a otro libro. Pero el tribunal, formado por intelectuales tan prestigiosos como Jos¨¦ Lezama Lima, Jos¨¦ Z. Tallet, J. M. Cohen, C¨¦sar Calvo y el propio D¨ªaz Mart¨ªnez, se mantuvo en sus trece, y Fuera del juego fue premiado y publicado, aunque con un pr¨®logo siniestro escrito por Jos¨¦ Antonio Portuondo a nombre de la UNEAC.
Este acontecimiento fue un verdadero parteaguas en la historia de la revoluci¨®n cubana y dio origen al famoso caso Padilla, al que no puedo referirme en detalle en este obituario. Baste consignar que sus antecedentes se encuentran en una pol¨¦mica sostenida por Padilla con la redacci¨®n del magazine cultural El Caim¨¢n Barbudo en la ¨¦poca en que yo lo dirig¨ªa. Padilla tuvo raz¨®n y nosotros estuvimos equivocados, pero publicamos sus textos, pese a todo, y por eso nos echaron. Este despido no fue nada comparado con lo que le toc¨® sufrir a ¨¦l, al visionario, que tiempo despu¨¦s del premio a Fuera del juego fue encarcelado por el castrismo, como si la historia diera cumplimiento a su 'Po¨¦tica' incluida en aquel libro premonitorio: "Di la verdad. / Di, al menos, tu verdad. / Y despu¨¦s, / deja que cualquier cosa ocurra: / que te rompan la p¨¢gina querida, / que te tumben a pedradas la puerta, / que la gente / se amontone delante de tu cuerpo / como si fueras / un prodigio o un muerto".
As¨ª se amontonaron delante de Padilla quienes asistieron a su feroz autocr¨ªtica en la sede de la UNEAC despu¨¦s de su excarcelaci¨®n, y que ¨¦l mismo recuerda en el pr¨®logo a la ya citada edici¨®n conmemorativa de Fuera del juego como: "... Una ceremonia de astucia en que repet¨ªa de memoria un texto previamente redactado en prisi¨®n por los mismos oficiales de la Seguridad, y que se supon¨ªa que yo dirigiera al Gobierno revolucionario. Al repetirlo de memoria, trataba de eliminar toda traza de improvisaci¨®n y toda figura de delito, mostr¨¢ndome como un malagradecido con el jefe de Estado". Los tres actos de este verdadero auto sacramental -Libro, C¨¢rcel, Autoinculpaci¨®n- constituyen el n¨²cleo del caso Padilla, que desnud¨® a la dictadura cubana y determin¨® que una buena parte de la intelectualidad occidental rompiera p¨²blicamente con ella. En efecto, Juan Goytisolo, Alberto Moravia, Octavio Paz, Jean Paul Sartre, Federico Fellini, Mario Vargas Llosa, Susan Sontag, Simone de Beauvoir y otros 72 escritores y artistas condenaron abiertamente los m¨¦todos represivos del castrismo.
Algunas culturas, los griegos, los aymaras, equiparaban el exilio a la pena de muerte; poco despu¨¦s de los acontecimientos descritos, Heberto Padilla parti¨® al exilio, donde ha muerto. Fuera de Cuba public¨® una novela, En mi jard¨ªn pastan los h¨¦roes; un libro de recuerdos, La mala memoria, y varios excelentes libros de poemas, Provocaciones, El hombre junto al mar, Un puente, una casa de piedra. Pero Fuera del juego y el esc¨¢ndalo provocado por ¨¦ste lo siguieron persiguiendo hasta el extremo de que lleg¨® a calificar dicho libro como "... mi dogal inmediato, mi estigma".
Me pregunto por qu¨¦ Heberto Padilla no disfrut¨® entonces, ni disfruta a¨²n hoy, del lugar cimero que por m¨¦ritos propios le corresponde entre los m¨¢s grandes poetas de la lengua espa?ola en este fin de siglo. Anoto una hip¨®tesis de respuesta: las repercusiones pol¨ªticas de su "caso" fueron tan grandes que opacaron su obra; y la complicidad abierta o encubierta que todav¨ªa hoy genera el castrismo en muchas esferas de poder oper¨® y opera en contra suya. No obstante, estoy convencido de que el tiempo pondr¨¢ las cosas en su sitio, de que la poes¨ªa de Heberto Padilla es en s¨ª misma la respuesta a su aterradora pregunta: "Y de nosotros ?qu¨¦ quedar¨¢, / atravesados como estamos por una historia en marcha, / sintiendo m¨¢s devoradoramente cada d¨ªa / que el acto de vivir y el de escribir se nos confunden?".
Jes¨²s D¨ªaz es escritor cubano exiliado en Madrid, donde dirige la revista Encuentro de la Cultura Cubana y prepara el diario digital cubaencuentro.com.
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