No muere la memoria
El pasado 28 de octubre tuve la triste oportunidad de recuperar los restos de mi abuelo de una fosa que, junto a los de otros doce hombres, fueron exhumados de una cuneta. Ahora falta que sea identificado para que podamos enterrarlo con mi abuela, que permaneci¨® sesenta a?os silenciada por el miedo sin ser capaz de hablar con nadie de lo m¨¢s terrible y doloroso que le hab¨ªa ocurrido en la vida.A mi abuelo lo fusilaron el 16 de octubre de 1936 en Priaranza del Bierzo. En aquella zona no hubo una guerra civil. El comandante Manso conquist¨® aquel territorio dos d¨ªas despu¨¦s del golpe de Estado de Franco y all¨ª no hubo dos frentes ni dos ej¨¦rcitos enfrentados. Mi abuelo era un defensor de la escuela p¨²blica y por eso le segaron la vida. Despu¨¦s ha tenido que pasar 64 a?os oculto en lo m¨¢s oscuro de la historia reciente de este pa¨ªs.
El pasado 1 de noviembre, por la noche, bajaba con mi familia del puerto de Navacerrada, camino de Madrid. De pronto, al salir de una curva, vi la cruz del Valle de los Ca¨ªdos totalmente iluminada, como cualquier otro monumento de "valor hist¨®rico y art¨ªstico".
Las v¨ªctimas del franquismo supieron ser generosas y frenar sus demandas en la transici¨®n para permitir la buena marcha del proceso pol¨ªtico hacia la democracia. Pero cuando van a cumplirse 25 a?os de la muerte de Franco, los restos de miles de espa?oles que lucharon por la democracia siguen abandonados en cunetas y montes. Mientras el mausoleo de un dictador se ilumina (?puede que con mis impuestos?), los que so?aron y trabajaron por unas libertades p¨²blicas y unos derechos sociales universales de los que ahora disfrutamos contin¨²an en el olvido, sin una Administraci¨®n que ayude a sus familias a recuperar sus restos y a identificarlos para que puedan enterrarlos con dignidad.
Mientras las democracias europeas posteriores a una dictadura han sido responsables y han hecho todos los esfuerzos posibles por solventar las atrocidades del totalitarismo, aqu¨ª se considera que callar es olvidar.- Emilio Silva Barrera. Madrid.
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