Acerca de la cultura universitaria
Setenta a?os despu¨¦s, la Misi¨®n de la Universidad de Ortega sigue dando que pensar. Su tesis de que la formaci¨®n cultural precede en rango e importancia a la preparaci¨®n profesional y a la investigaci¨®n resulta, vista desde nuestra situaci¨®n, cuando menos provocativa. Nadie dudar¨ªa ciertamente de que la Universidad, en un sentido amplio, sigue siendo, a pesar de sus dificultades crecientes, un centro que no s¨®lo produce y emite cultura, sino que reflexiona sobre ella y la recrea permanentemente. ?Pero es tambi¨¦n un lugar de formaci¨®n cultural? ?sta es la cuesti¨®n. Pues cultura universitaria -tal es la ense?anza espec¨ªfica de Ortega- apunta siempre a aquel g¨¦nero de actividades que propenden, expresa o t¨¢citamente, a una interpretaci¨®n global de nuestro mundo, que pretenden dar indicaciones para saber d¨®nde estamos y con ello comprendernos a nosotros mismos. La idea de universitas implica esa unidad en la pluralidad, ese esfuerzo por la integraci¨®n sin la que no hay cultura propiamente dicha. No se trata de saber de todo, sino de ejercer la aspiraci¨®n a una orientaci¨®n en la realidad que nos toca vivir. Pretensi¨®n que, si no se ejerce conscientemente, la propia din¨¢mica hist¨®rico-social nos la da resuelta, incluso en una ¨¦poca supuestamente fragmentaria y carente de ideolog¨ªa como la nuestra.Pero hay que reconocer que la Universidad est¨¢ hoy movida por otros afanes. La realidad universitaria est¨¢, a las puertas del siglo XXI, absolutamente determinada por la exclusividad de la preparaci¨®n profesional y la investigaci¨®n. No hay otro horizonte real desde el que pensar sus posibilidades de acci¨®n y de creaci¨®n. Sus esfuerzos de innovaci¨®n est¨¢n movidos por el apremio de adaptarse al cambio social, tecnol¨®gico y econ¨®mico. Y esto constituye su realidad, precisamente en aquello que tiene de m¨¢s vivo y despierto, de ah¨ª su importancia para el an¨¢lisis de la situaci¨®n. Pues, en efecto, la Universidad como instituci¨®n entiende la exigencia orteguiana de estar a la altura de su tiempo en el ¨²nico sentido de la flexibilizaci¨®n de sus estructuras docentes, investigadoras y administrativas para dar cumplimiento a las demandas de la nueva econom¨ªa. Pero no ve la necesidad de preparar ella una respuesta cultural; se deja dictar por las nuevas realidades sus exigencias, pero no interpreta su sentido, no prev¨¦ un espacio universitario para ello y deja que sean otras instancias sociales quienes promuevan el esfuerzo de comprensi¨®n.
En este panorama, no es de extra?ar que la vida cultural ocupe hoy un lugar casi marginal en la Universidad: convertida en una academia profesional para la mayor¨ªa, en un centro de investigaci¨®n especializada para unos pocos, la formaci¨®n cultural est¨¢ reducida a las llamadas "actividades culturales", que se realizan abundantemente, pero que no pasan de ser un entretenimiento perfectamente superfluo. Pero no se cuenta con la cultura como una posibilidad real del quehacer universitario. El estudiante medio, encerrado en horarios extens¨ªsimos y atenazado por la mentalidad pragm¨¢tica del curriculum escolar, vive la universidad m¨¢s como una prolongaci¨®n de la ense?anza secundaria que como un ¨¢mbito nuevo que ofrece posibilidades de formaci¨®n que trascienden las exigencias de su "carrera".
?Debemos renunciar entonces a que la Universidad sea un foco de formaci¨®n, creaci¨®n e irradiaci¨®n de cultura? Evidentemente no; la Universidad es la ¨²nica instituci¨®n de la vida social que sigue atesorando un potencial de formaci¨®n cultural que, sin embargo, es incapaz de organizar, dinamizar y dirigir, ante todo, hacia su propio interior. Es urgente que se haga cargo de la necesidad de establecer los medios y los espacios para romper las barreras entre "las dos culturas", la human¨ªstica y la cient¨ªfica, que escinden sus campus, que comprenda la necesidad de arbitrar modos de comunicaci¨®n y, si es posible, de integraci¨®n entre los distintos saberes que cultiva y que considere esta labor como plenamente universitaria, no como un complemento m¨¢s o menos interesante o un adorno prescindible. Es aqu¨ª donde la meditaci¨®n orteguiana sigue mostrando su plena vigencia: poner en contacto al universitario con el "sistema de ideas vivas de su tiempo", m¨¢s ac¨¢ de la fragmentaci¨®n de sus planes de estudio, es una labor de la que la Universidad no puede desertar, si no quiere negarse a s¨ª misma.
Ram¨®n Rodr¨ªguez es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa y vicerrector de la Universidad Complutense de Madrid
Babelia
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