Mal plan el de Colombia
El anfitri¨®n este a?o de la Cumbre Iberoamericana es Panam¨¢. Se trata de un bello gesto del conjunto de jefes de Estado y de Gobierno de los pa¨ªses de habla hispana y portuguesa; los paname?os ya tienen este a?o lo que durante tanto tiempo anhelaron, la conquista completa de su soberan¨ªa. Todo el mundo sabe d¨®nde est¨¢ el Canal de Panam¨¢ y para qu¨¦ sirve. Pero pocos son conscientes de la gran gesta de la ingenier¨ªa civil, del arrojo humano y la capacidad de sufrimiento, en la construcci¨®n y la posesi¨®n de este r¨ªo artificial, que cambi¨® el mundo a principios de siglo.Y no muchos perciben la inmensa importancia que tiene para todas las luchas de intereses en la regi¨®n, desde que la l¨®gica del poder dio a los estadounidenses el control de este proyecto franc¨¦s de Lesseps. La devoluci¨®n del Canal de Panam¨¢ por el Acuerdo Torrijos-Carter fue un hito en la lucha de los pa¨ªses latinoamericanos por ser due?os de su futuro. Pero algunos siguen sin resignarse a que esto suceda por muy justo y necesario que sea. La X Cumbre Iberoamericana de Panam¨¢ tiene como cuesti¨®n central la situaci¨®n precaria, tr¨¢gica y deplorable de decenas de millones de ni?os en la regi¨®n. Es una cuesti¨®n grave porque la falta de redes de protecci¨®n y educaci¨®n de estas masas infantiles y juveniles hipotecan el futuro del conjunto de esas sociedades. La ignorancia, la pobreza y la explotaci¨®n alimentan ese monstruo que son la corrupci¨®n, la delincuencia y la violencia que tienen en jaque a las democracias latinoamericanas.
Pero hay, o debiera haber, m¨¢s cuestiones sobre la mesa. El Plan Colombia es uno de ellos. Desde su presentaci¨®n como una iniciativa de b¨²squeda de f¨®rmulas pol¨ªticas y sociales para afrontar la dram¨¢tica situaci¨®n de este pa¨ªs, vecino de Panam¨¢, se ha convertido en una inmensa y muy poco disimulada operaci¨®n militar con el fin de liquidar a la guerrilla colombiana con medios b¨¦licos y reconducir la evoluci¨®n pol¨ªtica de las dos ¨²ltimas d¨¦cadas hacia una nueva omnipresencia estadounidense que equivale a un dictado.
Estados Unidos tiene intereses muy leg¨ªtimos en su patio trasero, y muchos, y muy razonables motivos para insistir en su presencia en la regi¨®n. Son los receptores de millones de inmigrantes del sur y de miles de toneladas de coca¨ªna de un narcotr¨¢fico que subvierte su propio orden social al tiempo que corroe las defensas de las democracias emergentes en el sur. El narcotr¨¢fico es un problema tan yanqui como colombiano, peruano, boliviano o paname?o.
Pero el Plan Colombia amenaza con ser algo muy distinto a la operaci¨®n de cooperaci¨®n internacional contra la droga. Sus efectos pueden inducir a la desestabilizaci¨®n institucional y fronteriza de todos los pa¨ªses de la regi¨®n, disparar los movimientos migratorios de refugiados y desplazados y fomentar una escalada, ¨¦sta s¨ª incalculable, de la violencia armada.
La suspensi¨®n de las ya ag¨®nicas negociaciones de paz en Colombia entre el Gobierno y la guerrilla de las FARC es la primera muestra de los efectos destructivos de este plan. Pero hay m¨¢s. Por mucho que las autoridades paname?as se declaren neutrales, los Gobiernos de Ecuador y Per¨² busquen f¨®rmulas de beneficiarse de los recursos ofrecidos por Washington, y Brasil y Venezuela militaricen sus fronteras, tarde o temprano el Plan Colombia ha de implicar a los seis Estados que tienen frontera con este pa¨ªs. Lo quieran o no. La Comunidad Iberoamericana tiene serias razones para declararse en contra de un concepto b¨¦lico en el que Washington, azuzado por el Pent¨¢gono, halcones ideol¨®gicos y otros interesados m¨¢s prosaicos, quiere equiparar guerrilla con narcotr¨¢fico, ignorando los muchos factores que desmienten dicho an¨¢lisis.
Los nuevos caudillismos en la regi¨®n, como el desplome de la credibilidad de las democracias, son un reto inmediato. Exigen la denuncia de un proyecto que reduce el conflicto colombiano y el problema del narcotr¨¢fico en un debate sobre la cantidad de helic¨®pteros Sikorsky que hay que desplegar. Aunque le moleste a la compa?¨ªa que los fabrica y a sus subvencionados en los pasillos del Pent¨¢gono, de la Agencia Nacional de Seguridad, la DEA o la CIA.
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