A pesar de todo, abrir v¨ªas nuevas Jordi Sol¨¦ Tura
Adem¨¢s del espanto, de la indignaci¨®n y del dolor, la furia asesina de ETA nos est¨¢ llevando a una divisi¨®n pol¨ªtica que casi no deja m¨¢s espacios que el blanco y el negro. En Euskadi ya se ha consolidado una l¨ªnea divisoria que sit¨²a a un lado los constitucionalistas y al otro, los llamados soberanistas. Y fuera de Euskadi el rechazo del terrorismo se vincula cada d¨ªa m¨¢s a la defensa de una Constituci¨®n amenazada.A ETA esto le va de perlas. A los dem¨¢s depende, porque defender la Constituci¨®n contra el terrorismo nos une ciertamente a casi todos, pero no est¨¢ claro que estos casi todos tengamos el mismo concepto de la Constituci¨®n que defendemos. Y al otro lado, el de los adversarios de la Constituci¨®n, no creo que todos est¨¦n dispuestos a rechazarla en bloque ni menos todav¨ªa a destrozarla con bombas.
Pongamos un ejemplo. El presidente del Gobierno, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, dice y repite que jam¨¢s aceptar¨¢ ideas como la de una descentralizaci¨®n que convierta a las comunidades aut¨®nomas en sujetos m¨¢s activos y una modificaci¨®n del Senado como C¨¢mara de representaci¨®n real y efectiva de las propias autonom¨ªas. Para ¨¦l, defender la Constituci¨®n quiere decir m¨¢s centralismo econ¨®mico y pol¨ªtico, reducci¨®n de las comunidades aut¨®nomas a una especie de macroprovincias, eliminaci¨®n de los nacionalismos auton¨®micos, m¨¢s poder para el Gobierno central y m¨¢s exaltaci¨®n nacionalista del Estado. Y para que no haya equ¨ªvocos su Consejo de Ministros se parece cada d¨ªa m¨¢s a una cancha de entrenamiento para posibles presidentes de comunidades aut¨®nomas bien sujetos y controlados desde La Moncloa.
Otros defensores de la Constituci¨®n no lo ven as¨ª y propugnan un modelo m¨¢s descentralizado, m¨¢s abierto a la diversidad real del pa¨ªs, con m¨¢s reparto de poder entre el Gobierno central, las autonom¨ªas y las ciudades. Algunos llaman a esto federalismo, otros no, pero en todo caso hay una poderosa corriente que se extiende en las comunidades aut¨®nomas y en las ciudades y que busca una v¨ªa coherente para enfrentarse con el inmediato futuro de la moneda ¨²nica y de la construcci¨®n de la Europa comunitaria m¨¢s all¨¢ de las fronteras tradicionales.
?ste era, precisamente, el modelo del primer borrador de la Constituci¨®n que elaboramos los llamados siete padres de la misma en 1977. El gran salto adelante de aquel texto fue, sin duda, la creaci¨®n de las comunidades aut¨®nomas, que eran una f¨®rmula de autogobierno pero, por encima de todo, una f¨®rmula para integrar todas las diversidades, nacionalistas o no, y para igualar las condiciones de vida de un pa¨ªs desgarrado por las emigraciones y las desigualdades. Por ello, en aquel primer borrador se cre¨® un Senado que estaba formado por representantes de los Parlamentos aut¨®nomos y que, por consiguiente, representaba directamente a las autonom¨ªas.
Todo aquello cambi¨® en la discusi¨®n posterior del proyecto de Constituci¨®n y la UCD consigui¨® transformar aquel Senado auton¨®mico en un Senado descafeinado que representaba a las provincias, con lo cual la gran novedad de las comunidades aut¨®nomas se quedaba a medio camino, sin ninguna instituci¨®n que las representase como tales. Deshacer ese entuerto se puede llamar federalismo o no, pero hay que deshacerlo si queremos que nuestro sistema constitucional funcione como es debido. Y, desde luego, est¨¢ claro que las apelaciones al federalismo no son meras proclamas te¨®ricas, sino demostraciones de un proyecto que viene de lejos. Esto es lo que como miembro redactor de la Constituci¨®n he pensado siempre, convencido como estoy de que si se hubiese avanzado en este terreno muchas de las tensiones actuales no existir¨ªan, porque todos tendr¨ªan un papel m¨¢s activo en la gobernabilidad general del pa¨ªs.
En definitiva, la terrible presi¨®n del terrorismo nos agrupa como defensores de la Constituci¨®n, pero de ninguna manera podemos aceptar que defender la Constituci¨®n es comulgar con la versi¨®n que de ella nos da el Gobierno del PP y tenemos el derecho y el deber de no s¨®lo polemizar con ¨¦ste, sino de batallar pol¨ªticamente para cambiarlo.
Algo parecido ocurre en el otro lado, el del nacionalismo. En Euskadi es un gran error meter a todos los nacionalistas en el mismo saco porque ETA no es el PNV y porque dentro de este ¨²ltimo y de otras formaciones pol¨ªticas nacionalistas hay opiniones divergentes. Pero si en el lado constitucionalista Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar se arroga el papel de defensor de las esencias patrias, en el PNV, Xavier Arzalluz ejerce m¨¢s o menos el mismo papel. Tiene una visi¨®n centralista de Euskadi, no quiere ni o¨ªr hablar de federalismo, habla de proyectos pol¨ªticos que no creo que pueda aceptar en su fuero interno a menos que haya perdido de vista el mundo en que vivimos, se encierra en un inmovilismo sin alternativas y conduce a su formaci¨®n pol¨ªtica a un terreno sin salida. Dentro y fuera del PNV y de otras fuerzas nacionalistas existen, sin duda, opiniones diversas, concepciones diferentes y visiones m¨¢s claras del futuro de Euskadi en una Espa?a m¨¢s descentralizada y un espacio europeo con moneda ¨²nica y creciente unificaci¨®n social y pol¨ªtica. Posiblemente son estas gentes las que acabar¨¢n tomando la direcci¨®n de un partido tan importante como el PNV, y de otras formaciones pol¨ªticas y que incluso seguir¨¢n debatiendo entre constitucionalistas y soberanistas, pero sin soflamas ni exabruptos.
?Y qu¨¦ decir de Catalu?a, donde Converg¨¨ncia i Uni¨® es medio soberanista y medio antisoberanista, con un partido profundamente dividido entre Converg¨¨ncia por un lado y Uni¨® Democr¨¢tica, por el otro, con esc¨¢ndalos de corrupci¨®n que no han hecho m¨¢s que empezar, con una dependencia total y pat¨¦tica de su principal adversario, o sea el PP, y con un l¨ªder hist¨®rico, Jordi Pujol, tan enemigo del federalismo como el propio Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, que termina su importante carrera supeditado a las exigencias y a los exabruptos de ¨¦ste.
En definitiva, la batalla contra ETA nos une, nos agrupa. Pero hay l¨ªderes y programas pol¨ªticos que nos dividen, unos por obsoletos, otros por sectarios. Por esto creo que a pesar de la terrible presi¨®n del terrorismo es hora de abrir v¨ªas nuevas, m¨¢s aireadas y creadoras que la de estos dirigentes que conducen a la sociedad espa?ola hacia el estancamiento y la cerraz¨®n.
Jordi Sol¨¦ Tura es senador por el PSC-PSOE.
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