El juego
Confesar¨¦ que, a estas alturas del sainete, la identidad del pr¨®ximo presidente de Estados Unidos me la refanfinfla. Al principio me inclin¨¦ ligeramente por el dem¨®crata, m¨¢s que nada por la repulsiva contumacia matarife que ha desplegado Bush (aunque Gore tambi¨¦n es partidario de la pena capital) y porque el republicano ha prometido convertir Estados Unidos en una gran potencia militar, una afirmaci¨®n espeluznante si tenemos en cuenta que Estados Unidos ya es la potencia m¨¢s grande de la Tierra. Pero Gore ha ca¨ªdo tan bajo ¨²ltimamente que ya da igual quien gane. Los vasallos de los grandes imperios siempre han disfrutado de lo lindo en aquellas ocasiones en las que el emperador ha hecho el rid¨ªculo. El regocijo ante las meteduras de pata del poderoso es un sentimiento muy humano e incluso muy sano; por eso medio planeta anda tronchado de risa con el culebr¨®n que est¨¢n protagonizando esos patosos. Lo cual por una parte me parece estupendo, porque es bueno poner en cuesti¨®n a los que mandan.
Pero me preocupa el descr¨¦dito democr¨¢tico. Es tal la confusi¨®n que algunos creen que, como Gore ha sacado m¨¢s votos totales, Bush le est¨¢ robando las elecciones. Olvidan que en Estados Unidos, como en Espa?a, los votos no se rentabilizan de manera directa, sino respetando complejos acuerdos. Si esto les parece inadecuado, pueden intentar cambiarlo en el futuro; pero hoy por hoy las normas son as¨ª. Lo mismo que las papeletas mariposa: son una chapuza, pero las aprobaron. Quiero decir que el sistema democr¨¢tico no es m¨¢s que un inmenso, hermoso, transparente castillo de naipes. Se sostiene en el aire de milagro, no apoyado en la fuerza bruta, sino en el respeto colectivo a la palabra dada; en la aceptaci¨®n, libre y generosa, de las reglas del juego. Lo importante no son esos pocos cientos de votos que quiere ara?ar el mezquino Gore, sino el marco com¨²n y la voluntad de creer en el sistema. Gracias a esa voluntad, los espa?oles estamos celebrando 25 a?os de democracia. Pero la estructura democr¨¢tica puede ser tan fr¨¢gil como un espejismo: si no quieres verla, se desvanece. Que no se nos olvide esa fragilidad en la joven Espa?a. Por eso, y por una vez, lamento que el imperio est¨¦ haciendo el rid¨ªculo.
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