Un intelectual valiente
Sab¨ªa que estaba en el punto de mira de la estrategia asesina de ETA. Lo supo a partir del d¨ªa en que asesinaron a Juan Mar¨ªa J¨¢uregui. Ese asesinato fue un mensaje claro de los terroristas de que estaban dispuestos a cortar todos los puentes que algunos como Ernest quer¨ªan mantener tendidos hacia el PNV. La actividad pol¨ªtica y una parte importante de su actividad intelectual en los ¨²ltimos a?os ha ido dirigida a defender la necesidad de no aislar social y pol¨ªticamente al PNV por parte de los dem¨®cratas. Estaba convencido de que ese es el objetivo estrat¨¦gico que persigue ETA desde la tregua, y consideraba suicida contribuir desde los partidos democr¨¢ticos, desde los medios de comunicaci¨®n y desde la sociedad en general, a ese aislamiento. Convencido de que la contribuci¨®n m¨¢s importante que pod¨ªa hacer a la paz era mantener tendidos esos puentes, defendi¨® esa postura con ardor y valent¨ªa en sus art¨ªculos en la prensa, en sus conferencias, en los debates en los que participaba y en su actividad pol¨ªtica.Ernest Lluch era ante todo un intelectual valiente. Recuerdo el d¨ªa, hace cinco a?os, en que abandon¨® el rectorado de la Universidad Internacional Men¨¦ndez Pelayo. Despu¨¦s del acto de despedida en la sede del Ministerio de Educaci¨®n nos fuimos a comer solos a un restaurante cercano al Congreso de los Diputados. Durante la comida me confes¨® que ese d¨ªa cerraba una etapa larga e importante de su vida dedicada a la pol¨ªtica y me pidi¨® que no le dijera que era una equivocaci¨®n. Quer¨ªa, me dijo, dedicar los a?os que le quedasen a publicar en su especialidad de historia del pensamiento econ¨®mico y, ante todo, a decir las cosas que cre¨ªa que deb¨ªa decir y que hasta entonces se hab¨ªa callado.
El verano pasado fuimos muchos los amigos que le pedimos que no fuera a pasar el verano a su piso de San Sebasti¨¢n. Pero aun sabi¨¦ndose amenazado no quer¨ªa que los terroristas le determinaran su vida y sus palabras. El d¨ªa en que asesinaron a Fernando Buesa estaba comiendo en Zaragoza con varios amigos. Al conocer la noticia nos coment¨® que ¨¦l en los restaurantes siempre se sentaba de espaldas a la pared y de cara a la puerta: "Si vienen a por m¨ª quiero verles la cara", dec¨ªa. Estoy seguro, querido Ernest, de que los desalmados que han segado tu vida no te han dejado cumplir este ¨²ltimo deseo.
Ant¨®n Costas es catedr¨¢tico de Pol¨ªtica Econ¨®mica de la Universitat de Barcelona (UB).
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