Veranee en Euskadi
Los viejos comunistas italianos, los del PCI, a los que desde el izquierdismo se les sol¨ªa tachar de revisionistas democr¨¢ticos con toda impudicia, observaban con serias reticencias los nacionalismos de las minor¨ªas ¨¦tnicas europeas, por muy progresistas o izquierdistas que fueran sus representantes pol¨ªticos. Ellos segu¨ªan considerando un logro revolucionario la unidad italiana, porque entend¨ªan que entra?aba la garant¨ªa de igualdad y libertad frente a los caciques locales tradicionalistas. Aunque las actuales circunstancias hayan modificado mucho el panorama pol¨ªtico internacional, la regionalizaci¨®n aparezca como consecuencia de la globalizaci¨®n y la g¨¦nesis de Espa?a sea diferente a la de Italia, la situaci¨®n que atraviesa Euskadi me trae a la memoria las opiniones de aquellos viejos comunistas. M¨¢s concretamente, han sido las declaraciones de Arzalluz a un semanario alem¨¢n sobre la independencia y la limitaci¨®n de los derechos de los inmigrantes (quiz¨¢s, m¨¢s bien, de los desafectos) a la situaci¨®n legal de los turistas alemanes en Mallorca, lo que ha provocado mi recuerdo de sus reticencias sobre este tipo de nacionalismo.Porque se empieza a descubrir lo que en otros nacionalismos ya hab¨ªamos apreciado: que junto a la reivindicaci¨®n de la independencia se solapa la b¨²squeda de la perpetuaci¨®n en el poder del grupo pol¨ªtico que la defiende. La independencia como garant¨ªa de poder, convirtiendo en extranjeros a los adversarios pol¨ªticos, enajen¨¢ndolos como enemigos de la patria o traidores si se rebelan contra la opresi¨®n, configurando un sistema autoritario o totalitario en el que los desafectos, aunque compartan apellido, idioma, incluso Rh negativo, carezcan de nacionalidad. Una maniobra reaccionaria para el disfrute del pastel de aqu¨ª a la eternidad, un proceso que finalmente acaba destrozando la naci¨®n porque la reduce a los detentadores del poder. Es decir, lo que hab¨ªamos sido capaces de ver en todos los dem¨¢s nacionalismos y esper¨¢bamos, en nuestra infancia intelectual, que no pasara con el vasco.
El planteamiento jeltzale convertir¨ªa a los nacidos fuera de Euskadi, y acto seguido a los que se sientan vascoespa?oles, en veraneantes en su propia patria, que es muy diferente a la situaci¨®n de los alemanes en Mallorca, que veranean fuera de la suya. Les convertir¨ªa en enajenados, apartados; y ese tipo de segregaci¨®n nunca ha permitido la tranquilidad al colectivo que la sufre. Se les acaba persiguiendo porque ya desde antes han empezado a perseguirles.
Cuando determinadas voces del nacionalismo bien intencionado acusan a los partidos constitucionalistas de crispar la situaci¨®n y provocar la fractura social, parecen olvidarse que manifestaciones como las del burukide no s¨®lo quiebran el marco pol¨ªtico (el Estatuto) sino que llevan la fractura al seno de la sociedad vasca imponiendo la barrera del nacimiento y, a continuaci¨®n, la necesidad de adherirse al proyecto nacionalista si se desea sobrevivir en Euskadi; algo tan traum¨¢tico y cruel como las conversiones forzadas de moriscos y jud¨ªos por el catolicismo espa?ol. Aunque pareciera alarmista y exagerado el aviso de preparar las maletas cuando se gestaba el pacto de Lizarra, ahora, tras lo que ocurre y escuchamos, empieza a no serlo. Y que no se sienta nadie seguro, pues una vez puesta la exclusi¨®n del nacimiento seguir¨ªan todas las dem¨¢s.
Quien esperara que el inicio de un proceso autodeterminista no desencadenar¨ªa tan abochornantes declaraciones era un ingenuo que deseaba ignorar las consecuencias que este tipo de "soluci¨®n jur¨ªdico-pol¨ªtica" han producido durante este siglo, los desgarramientos familiares y sociales. Declaraciones que se realizan en un ambiente de terror -el que suele corresponder a este tipo de enunciados-, donde la cr¨ªtica, la opini¨®n y la informaci¨®n libre, incluso la tibieza, se pueden pagar muy caros.
El que la causa de semejante soflama est¨¦ en la b¨²squeda de votos en el electorado de EH no es paliativo ni excusa, y no puede ser aceptado. Por un pu?ado de votos no se puede seguir alarmando al pa¨ªs, al empresariado, a la inmigraci¨®n y a los desafectos pol¨ªticos, y por el contrario, animando a los de la organizaci¨®n armada. Estas declaraciones no son una an¨¦cdota, no pueden ser un desliz, tampoco oportunismo electoral: es el pistoletazo de salida para el ejercicio del derecho de autodeterminaci¨®n.
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