Mal andamos
El ejercicio del derecho de manifestaci¨®n no es el ¨²nico indicador con el que medir la temperatura del cuerpo pol¨ªtico, pero s¨ª es uno de los m¨¢s expresivos. Se trata de un derecho important¨ªsimo, en la medida en que a trav¨¦s del mismo pueden expresarse y hacer o¨ªr su voz la inmensa mayor¨ªa de los ciudadanos que no ocupan posiciones de poder en la sociedad o en el Estado y que, precisamente por ello, solamente pueden hacerse o¨ªr de esta manera. El derecho de manifestaci¨®n es el altavoz o el amplificador de la libertad de expresi¨®n del ciudadano normal y corriente, del que no dispone de tribunas institucionalizadas para hacerse o¨ªr y s¨®lo puede recurrir a la calle y al n¨²mero de personas que simult¨¢neamente coinciden en la expresi¨®n de una determinada idea para poder influir en la formaci¨®n de la opini¨®n p¨²blica y contar por esta v¨ªa en la toma de decisiones.Ahora bien, el que sea un derecho important¨ªsimo no quiere decir que sea un derecho de ejercicio frecuente. Al contrario. Por lo general, en una sociedad pol¨ªticamente normalizada, el ejercicio del derecho o no es frecuente o no tiene alcance general, sino que se circunscribe a reivindicaciones parciales, sectorial o territorialmente. El proceso institucionalizado de formaci¨®n de la opini¨®n p¨²blica suele ser lo suficientemente satisfactorio como para que los ciudadanos no tengan que salir a la calle para tener que influir en ¨¦l, esto es, para corregirlo. Cuando esto no ocurre, es decir, cuando se hace uso del mismo con frecuencia o cuando se hace con alcance general, es que hay algo que no funciona bien en el sistema pol¨ªtico.
Quiere decirse, pues, que cuando los agricultores se manifiestan contra la escalada del precio del gas¨®leo o cuando los delegados sindicales se concentran en Madrid para protestar contra la subida de los salarios en la funci¨®n p¨²blica por debajo del IPC, nos encontramos ante un ejercicio del derecho de manifestaci¨®n que no es indicador de ninguna patolog¨ªa en el sistema pol¨ªtico. Es un ejercicio normal del derecho, con el que se intenta llamar la atenci¨®n de la opini¨®n p¨²blica con la finalidad de conseguir que el Gobierno atienda determinadas reivindicaciones.
Por el contrario, cuando los ciudadanos son convocados a manifestarse en Madrid o Barcelona y al frente de la manifestaci¨®n se sit¨²a el presidente del Gobierno, es que algo funciona francamente mal. El presidente del Gobierno tiene que ser el destinatario ¨²ltimo del ejercicio ciudadano del derecho de manifestaci¨®n y no el primer ciudadano en ejercerlo. No hemos elegido al presidente del Gobierno para que presida manifestaciones contra el terrorismo o contra lo que sea, sino para que adopte las medidas necesarias para darle respuesta al terrorismo o a lo que sea. La presencia del Gobierno al frente de una manifestaci¨®n no s¨®lo no la potencia, sino que la deval¨²a.
Y no s¨®lo eso, sino que pervierte en cierta medida el sentido del ejercicio del derecho. Basta para comprobarlo la reacci¨®n a las palabras de Gemma Nierga al final de la lectura del comunicado tras la manifestaci¨®n de Barcelona por la muerte de Ernest Lluch. Dicho colof¨®n de Gemma Nierga es lo ¨²nico coherente con el sentido que tiene el ejercicio del derecho de manifestaci¨®n en el Estado constitucional. Si el derecho tiene como finalidad que los ciudadanos sin voz se hagan o¨ªr, est¨¢ claro que Gemma Nierga se limit¨® a ser altavoz de la reclamaci¨®n ciudadana. Con su gesto hizo llegar la voz de los manifestantes a toda la sociedad y a quienes presid¨ªan la manifestaci¨®n, que no deb¨ªan de haberla presidido, sino que ten¨ªan que haber sido los destinatarios de la misma.
Lo que no es coherente con el ejercicio del derecho de manifestaci¨®n es un comunicado "consensuado" entre los Gobiernos central y auton¨®mico y entre las direcciones de los partidos. No era el colof¨®n de Gemma Nierga al comunicado consensuado el que no respond¨ªa al derecho ejercitado por los ciudadanos, sino todo lo contrario. El colof¨®n fue lo que hizo que el comunicado no se quedara cojo y reflejara realmente el sentir de los ciudadanos que se hab¨ªan manifestado. Lo que no es coherente con el ejercicio del derecho es el enfado gubernamental. Que el presidente del Gobierno lea, el d¨ªa despu¨¦s de la manifestaci¨®n, un comunicado que est¨¢ en las ant¨ªpodas de la opini¨®n expresada por el mill¨®n de manifestantes, a la cabeza de los cuales ¨¦l se situ¨®, es un disparate de los que no existen precedentes. Habr¨ªa tenido legitimidad para leer ese comunicado si no hubiera presidido la manifestaci¨®n, pero no habi¨¦ndola presidido. El ventajismo no entra dentro de las prerrogativas de la presidencia del Gobierno.
Mal andamos, pues. Y es posible que vayamos a peor. El Subdelegado del Gobierno en C¨¢diz ha llamado la atenci¨®n sobre el hecho, tambi¨¦n sin precedentes hasta la fecha, de que un Gobierno aut¨®nomo participara en una manifestaci¨®n en el territorio bajo su jurisdicci¨®n, como lo hizo el Gobierno andaluz ayer en la manifestaci¨®n convocada en el Campo de Gibraltar para reclamar el traslado del Tireless a Inglaterra. Y algo de raz¨®n tiene. Un Gobierno no debe estar presente en manifestaciones. Dispone de otras v¨ªas para hacerse o¨ªr tanto por los ciudadanos como por el Gobierno de la naci¨®n.
Y sin embargo, all¨ª estuvo. Y me temo que con la aprobaci¨®n mayoritaria de los ciudadanos, especialmente los de la zona, leg¨ªtimamente preocupados por la permanencia del submarino nuclear en Gibraltar. La manera en que el Gobierno espa?ol se ha enfrentado y se sigue enfrentando con el problema est¨¢ siendo tan ca¨®tica y tan opaca que propicia respuestas de cualquier tipo, como ¨¦sta, que, no obstante, hubiera sido mejor que no se hubiera producido. La cabeza hay que mantenerla fr¨ªa y la correcci¨®n institucional no se debe perder nunca.
La semana pasada alertaba sobre el deterioro que se est¨¢ produciendo en el funcionamiento del Estado de las Autonom¨ªas y mencionaba el caso del Tireles. Esta semana, con la presencia del Gobierno andaluz en la mencionada manifestaci¨®n, se ha dado un paso m¨¢s en dicho deterioro. Esperemos que no vaya a m¨¢s, aunque me temo que no va a ser as¨ª.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.