El problema del veto

La Comisi¨®n Europea defiende que la reforma m¨¢s necesaria para adaptar las instituciones a una Uni¨®n ampliada es la limitaci¨®n del derecho de veto. Pero se ha ido convirtiendo en un freno a medida que se ampliaba la Uni¨®n. En parte, por la entrada de pa¨ªses muy poco integracionistas, como el Reino Unido, Dinamarca, Suecia... Y en parte, porque, cuantos m¨¢s socios hay, m¨¢s problemas particulares hay que salvaguardar. Para Espa?a, los fondos estructurales son sagrados. Para Luxemburgo, la fiscalidad. Para Francia, la defensa del idioma. Para Alemania, el poder de las regiones. Para el Reino Unido, la normativa social.Esa situaci¨®n, muy dif¨ªcil ya en una Europa de 15 socios, puede tornarse en caos en una Uni¨®n de 27. Por eso la Comisi¨®n quiere limitar el derecho de veto a casos extremos: temas institucionales, ampliaciones, sistema financiero, r¨¦gimen ling¨¹¨ªstico... Algunos socios apoyan esa tesis, aunque en la pr¨¢ctica no dejan de lado los agravios comparativos.

Muchos pa¨ªses creen que si desaparece el veto van a acabar cediendo m¨¢s soberan¨ªa y Bruselas acabar¨¢ siendo un superestado. La Comisi¨®n opina lo contrario, y pone como ejemplo que el 90% de las directivas del mercado interior, que se acuerdan por mayor¨ªa absoluta, han sido aprobadas por consenso. Con el veto imperan m¨¢s los extremismos y la defensa de intereses puramente nacionales.