?Qu¨¦ les pasa a los votantes nacionalistas?
En estos ¨²ltimos meses, cada vez que ha habido un asesinato terrorista se han multiplicado las cr¨ªticas y los ataques a los l¨ªderes del PNV. Probablemente ya se haya dicho todo lo que se pod¨ªa decir al respecto. Aunque no quiero sugerir que los Egibar y los Arzalluz no se merezcan muchas de esas cr¨ªticas, me gustar¨ªa enfocar el asunto desde otro punto de vista: no el de la c¨²pula directiva del partido, sino el de sus seguidores. Pues parece, a base de tanto criticar a estos l¨ªderes, que todos los dem¨¢s nacionalistas no hacen m¨¢s que soportar el chaparr¨®n que cae desde la ruptura de la tregua como si la cosa no fuese con ellos.Asombrosamente, las ¨²ltimas encuestas realizadas anuncian que, a pesar de la fiera batalla pol¨ªtica que est¨¢n llevando a cabo los partidos, el PNV no s¨®lo no se ha desgastado, sino que incluso podr¨ªa aumentar su n¨²mero de esca?os en unas elecciones que se celebraran ma?ana mismo. ?C¨®mo es posible que los votantes no pasen factura a los dirigentes de su partido? ?Qu¨¦ lecciones puede extraer el PNV de esta impasibilidad de su electorado?
Con estos votantes incondicionales, no es extra?o que el PNV se anime a hacer lo que le venga en gana sin temer perder el poder. Cualquier aventura, salga bien o mal, parece reforzar la fidelidad de sus bases. Un breve repaso de los acontecimientos puede ser ilustrativo. En 1998, el PNV inici¨® consultas secretas que acabaron con la firma de un pacto con ETA, tambi¨¦n secreto, en virtud del cual abandonaba la posici¨®n que ven¨ªa defendiendo desde que comenz¨® a funcionar el Estatuto. No se vio obligado a dar demasiadas explicaciones en ese momento, puesto que todo quedaba disculpado con el inicio de la tregua etarra. Se celebraron unas nuevas elecciones en oto?o de 1998, de las que sali¨® un Gobierno s¨®lo nacionalista con el apoyo de EH. A finales de 1999 se rompi¨® la tregua y al poco ETA volvi¨® a matar. EH retir¨® entonces su apoyo al Gobierno. Lo que desde entonces ha hecho el PNV es muy dif¨ªcil de definir. Por un lado, parece resistirse a reconocer su incapacidad para gobernar. Por otro, no acaba de saberse si ha renunciado o no al soberanismo. Un d¨ªa parece que se vuelve a la senda del Estatuto y al siguiente alguien anuncia desde el mismo partido que la soberan¨ªa sigue siendo el objetivo m¨¢s o menos inmediato.
Cualquier partido que en tan s¨®lo tres a?os hubiese dado todos estos bandazos y que hubiese actuado a espaldas de su electorado recibir¨ªa en una democracia normal el castigo de los votantes. No de todos, pero s¨ª por lo menos de algunos. Ya no se trata s¨®lo de que cambie de rumbo, es que parece haberlo perdido. Si hay hoy un partido en Espa?a que defienda mensajes estrictamente incompatibles, es el PNV. Un mismo d¨ªa de diciembre de 1999 Arzalluz dec¨ªa que apoyar¨ªa la independencia vasca incluso con s¨®lo la mitad m¨¢s uno de los votos, mientras Anasagasti declaraba que plantear la independencia era absurdo (EL PA?S, 14 de diciembre de 1999); casi un a?o despu¨¦s, seguimos en las mismas, con un Arzalluz para el que el PNV comparte los fines con ETA y un Anasagasti que niega que el PNV comparta fines o medios con ETA (EL PA?S, 17 de noviembre de 2000).
Estos bandazos y estas divisiones no son precisamente insignificantes. El dilema entre compartir fines con ETA o no compartirlos no es como las dudas que puedan surgir en un partido sobre bajar o mantener los impuestos de los carburantes. Igualmente, los bandazos entre autonomismo y soberanismo no son meros cambios t¨¢cticos como los que realizan los partidos con cierta frecuencia para mejorar sus expectativas electorales. Aqu¨ª lo que est¨¢ en juego es el tipo de partido, los objetivos ¨²ltimos que defiende. Y todo ello agravado porque adem¨¢s el PNV est¨¢ en el Gobierno. Los partidos en la oposici¨®n se pueden permitir ciertos experimentos con su l¨ªnea ideol¨®gica, pero no mientras ejercen el poder.
Es cierto que hay otras experiencias democr¨¢ticas de partidos que se presentan a unas elecciones con un programa electoral, llegan al poder, una vez en ¨¦l hacen lo que les da la gana y finalmente son reelegidos. Los casos mejor conocidos son los de Menem en Argentina y Fujimori en Per¨², que prometieron llevar a cabo pol¨ªticas econ¨®micas de aumento del bienestar y sin embargo pusieron en pr¨¢ctica programas de ajuste ortodoxos, lo que no les impidi¨® volver a ganar las elecciones. Si a pesar de la traici¨®n los ciudadanos renovaron su apoyo a estos gobernantes fue, o bien porque sus pol¨ªticas dieron resultados mejores que los esperados, haciendo que la econom¨ªa saliese de la recesi¨®n, o bien porque convencieron a la opini¨®n p¨²blica de que hab¨ªa poderosas razones, no conocidas antes de llegar al poder, para cambiar el rumbo de las pol¨ªticas econ¨®micas.
El caso vasco es todav¨ªa m¨¢s parad¨®jico. Todo indica que el PNV podr¨ªa volver a ganar a pesar de que la embarcada soberanista no ha dado lugar al fin del terrorismo. Al rev¨¦s, el experimento ha acabado de la peor manera posible, con el odioso asesinato de ciudadanos que no ten¨ªan nada que ver con aquel experimento y con la negaci¨®n de los derechos pol¨ªticos m¨¢s b¨¢sicos para todos aquellos que se oponen abiertamente a las tesis nacionalistas. No obstante estos desastrosos resultados, los votantes del PNV parecen dispuestos a disculpar indefinidamente la irresponsable actuaci¨®n de sus representantes.
La situaci¨®n ha llegado a tal grado de deterioro que hay que empezar a pedir cuentas no s¨®lo a los l¨ªderes del PNV, sino tambi¨¦n a sus seguidores. En tiempos normales esto no es posible, ya que cada uno se puede permitir votar a un partido o a otro en funci¨®n de las m¨¢s diversas motivaciones. Habr¨¢ quien vote al PNV porque admira a Arzalluz, o porque el Gobierno vasco le ha puesto una carretera al lado de su pueblo, o porque hoy habla m¨¢s gente el euskera que hace veinte a?os. En tiempos normales cualquier raz¨®n es igualmente buena.
La cosa cambia en circunstancias excepcionales. En esas circunstancias, que son las que ahora mismo se dan en el Pa¨ªs Vasco, la propia situaci¨®n fuerza las opciones entre las que tiene que elegir la ciudadan¨ªa. Hoy por hoy, con gente amenazada, atemorizada, exiliada, extorsionada o directamente asesinada, los votantes del PNV no tienen m¨¢s remedio que reconocer que si su partido no cambia radicalmente de aqu¨ª a las elecciones, votarlo de nuevo significa apoyar a quienes se niegan a admitir que los derechos de los no nacionalistas no est¨¢n garantizados y que ¨¦se, y no otro, es el problema fundamental, b¨¢sico, impostergable que tiene ante s¨ª el Pa¨ªs Vasco. Estos votantes, por descontado, pueden negarse a ver el problema en estos t¨¦rminos, anteponiendo sus sacrosantas convicciones nacionalistas, pero en ese caso tienen que saber que, desde un punto de vista moral, su elecci¨®n ser¨¢ una irresponsabilidad.
Ignacio S¨¢nchez-Cuenca es profesor de Ciencia Pol¨ªtica.
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