?D¨®nde vas, Alfonso XII...? (1)
Mientras la monarqu¨ªa de Juan Carlos I se incorpora de alg¨²n modo a las tradiciones orales, podemos ir recordando c¨®mo sus antepasados s¨ª que gozan de un repertorio ampl¨ªsimo, y selectivo; pues no siempre se deja deslumbrar el pueblo por los ceremoniales de la realeza, ni trata a todas sus figuras por igual.De aquel tirano que result¨® ser el tan deseado Fernando VII, apenas queda un galimat¨ªas voc¨¢lico: "Cuando Fernando s¨¦ptimo usaba palet¨®n, usaba palet¨®n", al que se le van cambiando las vocales, ("Cuanda Farnanda S¨¢ptama asaba palat¨¢n...") como mero ejercicio de ortolog¨ªa para divertimento infantil.
La palma de la popularidad se la lleva sin duda, Alfonso XII (aquel "Alfonsico de Borb¨®n" que ve¨ªamos la semana pasada), cuyas desdichas de amor, as¨ª como el atentado que sufri¨® el mismo d¨ªa de su boda, hicieron verter r¨ªos de l¨¢grimas y de octos¨ªlabos romanceados.
No cabr¨ªan en cien art¨ªculos como ¨¦ste. Pero veamos algunas muestras. Sobre el asunto del atentado, un largo romance de Fuente de Piedra (M¨¢laga), donde el anarquista Juan Oliva figura ya con el nombre cambiado por el de Antonio, asegura: "Lo metieron en prisi¨®n, / la causa se le juzg¨®. / Lo sentenciaron a muerte, / mas el rey lo perdon¨®. / Pero el Tribunal Supremo / la causa volvi¨® a fallar; / ya no hubo m¨¢s remedio / que mandarlo fusilar".
Salta a la vista c¨®mo el certero sentido popular de justicia sit¨²a la decisi¨®n de los tribunales por encima de la del propio monarca. (De lo que mucho tendr¨ªa que aprender el actual Gobierno, que acaba de indultar a un juez prevaricador, ignorando los informes en contra del Supremo).
La muerte de Mercedes de Orleans, la joven prima y esposa del rey, en 1878, encontr¨® de inmediato un molde sentimental en el viejo romance titulado La aparici¨®n, que cantaba el encuentro espeluznante y melodram¨¢tico de un caballero con el fantasma de su mujer, y que pas¨®, ya adaptado al nuevo uso, a los corros infantiles de toda Espa?a.
El original dec¨ªa: "?D¨®nde va usted, caballero? / ?d¨®nde vas, triste de ti? / Voy en busca de mi esposa / de mi esposa Beatriz". La transformaci¨®n era f¨¢cil: "?D¨®nde vas, Alfonso XII / d¨®nde vas, triste de ti. / Voy en busca de Mercedes / que ayer tarde no la vi". El episodio de la aparici¨®n a¨²n se mantiene en muchas versiones, y en una recogida en Ja¨¦n por M? Dolores de Torres, hacia 1955 (Cancionero popular de Ja¨¦n, 1972), dice la esposa muerta: "No te asustes, Alfonso XII, / no te asustes t¨² de m¨ª, / que soy tu esposa Mercedes / que me vengo a despedir. / Si te casas con mi hermana / no le pase lo que a m¨ª / metidita entre cristales / sin ver el ferrocarril, / que no le den el veneno / del que me dieron a m¨ª".
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