En las entra?as del corcho
La ascensi¨®n al Picacho transcurre entre masas de alcornoques y vestigios de hornos y chozas de le?adores
Los bosques del Parque Natural de los Alcornocales son de verdad. Ni cart¨®n piedra ni dispersi¨®n: aut¨¦ntica espesura y hermosura de alcornoques. Los ¨¢rboles se aprietan unos contra otros, se roban el espacio vital buscando el suelo h¨²medo, acariciando la umbr¨ªa, y decoran de corcho el camino. Son estupendos bosques mediterr¨¢neos, con una de las mayores concentraciones existen de quercus suber. Son ¨¢rboles de longevidad m¨ªtica: viven hasta 500 a?os si no se descorchan nunca, aunque los del parque resisten un m¨¢ximo de 125 a?os porque cada nueve una cuadrilla de hombres de rostro rugoso y manos diestras los pelan con habilidad. Llegan al coraz¨®n del bosque armados con hachas y burjas, acompa?ados de reatas de mulas, para sacar los tesoros estrat¨¦gicos que esconden los alcornoques. Son corchos muy codiciados por sectores como el vin¨ªcola y el aceitero. En el Mediterr¨¢neo occidental hay 2,4 millones de hect¨¢reas de alcornoques. La mitad de las 500.000 que posee Espa?a pertenecen a Andaluc¨ªa y casi la cuarta parte est¨¢n en la provincia de C¨¢diz. Y este parque es su casa.
La ascensi¨®n al Picacho (882 metros) es un modo magn¨ªfico de acceder a la casa del corcho. Es necesario, superado Alcal¨¢ de los Gazules (C¨¢diz), detener el coche en el kil¨®metro 30 de la A-375, donde hay un aparcamiento. La due?a del quiosco de bebidas tambi¨¦n ofrece sabrosos estofados que despacha por platos o en fiambreras.
Junto al cartel del ¨¢rea recreativa hay que saltar una angarilla de madera para iniciar el camino, que tiene una longitud de 6.000 metros y ofrece una dificultad media-alta. Se emplean cinco horas en recorrerlo. Se arranca serpenteando alcornoques de gran tama?o y pelados, cruzando caminos de rocas y bosques tupidos, que ser¨¢ una constante a partir de aqu¨ª. Abundan lentiscos y majuelos. A unos 100 metros de la entrada hay un peque?o claro, que se deja a la izquierda antes de que el camino se empine, desde el que se baja a una laguna que en esta ¨¦poca est¨¢ seca. Con las primeras lluvias, las ranas se contar¨¢n por miles.
Desde la charca se asciende hasta un llano de hierba fresca, recomendable para reponer fuerzas. Si decide continuar, debe cruzarlo por la mitad y buscar un sendero ascendente balizado por rocas forradas de l¨ªquenes. Hay que vigilar el camino hasta llegar a unas piedras grandes que acercan al caminante a La Blasina, un antiguo poblado de le?adores en reconstrucci¨®n. Al menos la edificaci¨®n principal se rehace piedra sobre piedra, al igual que un horno de pan, recuperado con sus piedras originales. Los le?adores debieron vivir aqu¨ª hasta la d¨¦cada de los cincuenta. A la izquierda, se alza el Picacho, pr¨®ximo a la garganta de Puerto Oscuro, donde nace el r¨ªo Barbate, junto al pico de El Eljibe.
Las edificaciones se dejan a la izquierda y se aborda un bosque que siempre discurre paralelo al monte. Si se presta atenci¨®n, se observan en el camino restos de chozas y cercados de piedras. El alcornocal se espesa y, al fondo, se observan llanos imponentes. A unos 400 metros, se cruza un puente de madera sobre el r¨ªo, que baja a¨²n con poca agua. El camino se bifurca. Aproximadamente en 30 minutos se alcanza la casa forestal que es el refugio de El Picacho, dotada de literas, que hay que solicitar con antelaci¨®n. Desde aqu¨ª se puede tomar el sendero que conduce al pico o el de la garganta de Puerto Oscuro. Si se decide atacar la mole de arenisca, hay postales de premio: se divisa la provincia de C¨¢diz y parte de M¨¢laga. En ese caso, el sendero se inicia paralelo al cauce de la garganta. Hay que llegar hasta el carril de los montes propios de Alcal¨¢ y atravesar un bosque de alcornoques en una zona con tramos repoblados con pino negral y matorral, y seguir la ascensi¨®n hasta el pico. Otra posibilidad es dirigirse a El Aljibe. ?stas son las opciones, aunque hay aventuras que no necesitan grandes escaladas para gozar del entorno. ?sta es una de ellas. Desde el primer metro, el caminante se rodea de una estimulante espesura boscosa. Y ya no deja de sentirse dentro de un lapicero de corcho gigante.
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